Por Francisco Escandón Guevara
La cruzada por la seguridad, recién anunciada por el gobierno de Lasso, es un recurso populista e irresponsable que implícitamente reconoce la incapacidad del Estado para garantizar seguridad ciudadana.
Hasta ahora el régimen sólo hizo retórica de una serie de medidas securitistas que fracasaron. Los innumerables estados de excepción, los toques de queda, las ciudades militarizadas, etc., no detuvieron la violencia, al contrario, la diversidad de delitos ubica al Ecuador entre los países más conflictivos de Latinoamérica.
Lasso, desesperadamente vuelve a vender humo, su última decisión de flexibilizar la tenencia y porte de armas la mercadea como si fuese la fórmula para resolver la inseguridad, aunque puede usarla como táctica para distraer al pueblo ante un desenlace negociado del juicio político.
El responsable no sólo es el banquero. El Decreto Presidencial armamentista fue posible gracias a 117 asambleístas que aprobaron, en enero pasado, una Ley que incluso permite el espionaje cibernético sin necesidad de orden judicial. Todos los partidos y movimientos políticos (CREO, socialcristianos, Izquierda Democrática, el correísmo y hasta Pachacutik) votaron para flexibilizar la tenencia y el porte de armas, ellos son cómplices de este absurdo.
Cierto es que están definidas unas exigencias mínimas para acceder a las armas, pero esos requisitos pronto se convertirán en corruptas mercancías, como en el pasado fueron los carnés de discapacidad, ofertadas sin control estatal.
La flexibilización de la tenencia y porte de armas multiplicará la violencia letal: la reportada por los medios de comunicación y también los femicidios, suicidios, muertes infantiles e intrafamiliares, etc., que se provocarán en las escuelas y hogares ecuatorianos.
Al tiempo que la industria armamentista celebra la Ley y el Decreto emitido, otro riesgo en ciernes es la organización de fuerzas paramilitares fascistas que harán de la limpieza social su leitmotiv. Ya en otras latitudes aprovecharon de estas normativas para asesinar mendigos, adictos, gente pobre, sin mencionar los cientos de falsos positivos y víctimas colaterales.
Si Lasso continúa de espaldas a las causas sociales de la violencia no habrá paz posible, será recordado como promotor de la necropolítica. Nunca comprendió que sólo resolviendo las inequidades estructurales se combate la inseguridad, no le queda tiempo para enmendar.