Por Francisco Escandón Guevara
El apellido Bucaram, así como otros de ascendencia libanesa, está relacionado a la inmigración de finales del siglo XIX que huía de la opresión del imperio otomano (turco). Su presencia en el Ecuador rebasó las actividades comerciales y dio lugar al criollaje de una casta populista que tiene presencia en las últimas ocho décadas de la vida política del país.
Particularmente la figura de Abdalá Bucaram Ortiz está ligada a la historia nacional desde el retorno formal a la democracia. El loco es el jerarca de una dinastía de hermanos, hijos, socios y colaboradores que se reivindican como la fuerza de los pobres, pero son parte de las élites económicas que dice combatir; Abdalá y su séquito son propietarios de agroexportadoras, importadoras de mercancías y de industrias manufactureras.
Su vinculación con el poder político del Estado es ininterrumpida durante cuarenta años, no sólo porque ganó algunas elecciones nacionales y seccionales, sino porque el pragmatismo le permitió actuar como cogobernantes a través de pactos como el de la regalada gana, junto a Febres Cordero, o actualmente en el reparto de hospitales.
Esas componendas le facultaron controlar instituciones, acordar negocios, traficar influencias y lograr impunidad. La familia Bucaram, durante al menos cuarenta años, se enriqueció con la venia de sus pares oligárquicos porque es una ficha útil en el enroque del ajedrez de las élites y un distractivo recurrente en momentos de crisis.
Pero esos no son los únicos delitos en los que tiene vinculación. Basta recordar a su fuerza de choque, los pepudos, para vincular la amenaza que constituye un grupo de mercenarios, al servicio del líder, en la vigencia de los derechos humanos.
La apelación a los autoexilios y la victimización del caudillo es insuficiente para eludir su vinculación en actos de corrupción, pero su esperada detención constituye un acto de espectacularización morbosa montado por el gobierno de Moreno. ¿Acaso el show logrará esconder a los responsables del reparto de hospitales y de la corruptela detrás de los implementos médicos?
El futuro de Bucaram es incierto, su impunidad o culpabilidad depende de una pugna de intereses elitistas que próximamente quedarán en evidencia. Una vez más la justicia está a discreción del poder político.
Basta de burlas, los corruptos deben ir a la cárcel y se debe garantizar la recuperación de la plata.