Por Gustavo Báez Tobar*
¡OTAVALO, CIUDAD BOLIVARIANA! Hermoso epíteto que se suma a otros no menos ilustres y tradicionales, como: “Valle del Amanecer”, “Capital Turística”, “Indiana Ciudad del Ecuador”. Y no solo que nos suena eufónico y poético, sino que encarna la esencia histórica de las raíces mismas de su nacimiento y transformación de Villa en CIUDAD.
Ocurrió el 31 de Octubre de 1829, gracias a la visión genial de Simón Bolívar que vislumbró la posibilidad de que la VILLA DE OTAVALO acceda a la categoría de CIUDAD, porque ante los ojos visionarios del Libertador, era susceptible de adelantamiento; por eso, con su puño y letra, suscribió el Decreto que en la parte pertinente del Artículo único, dice: “LA VILLA DE OTAVALO QUEDA ERIGIDA EN CIUDAD; COMO TAL GOZARÁ DE TODAS LAS PREEMINENCIAS DE LAS DEMÁS CIUDADES DE LA MISMA CLASE”. f) Libertador Simón Bolívar- f) Secretario General, José Espinar.
Este hito histórico protagonizado por “el genio de la paz y de la guerra”, como poéticamente lo apellidara José Joaquín Olmedo, el épico cantor de la Batalla de Junín, es el argumento fehaciente para que la gratitud viva por siempre en el corazón, en la mente…en el espíritu de la otavaleñidad.
Otavalo es conocida por ser la cuna de grandes hombres que han descollado en casi todas las ramas del hacer cultural y artístico dentro de Imbabura y la Patria. Egregias figuras han brillado en la ciencia, la cátedra, la sociología, la política, el arte, la cultura; como muestra de nuestro aserto podemos citar a Enrique Garcés, Víctor Gabriel Garcés, Fernando Chaves Reyes, Gustavo Alfredo Jácome, Gonzalo Rubio Orbe, Julio Tobar Baquero, Víctor Alejandro Jaramillo, José Ignacio Narváez, Luis Ubidia Rubio, Aníbal Buitrón, Jorge Perugachi, Whitman Gualsaquí… sin mencionar a los actuales exponentes de las letras y la cultura.
A manera de tarjetas de presentación, para quien no los conozcan, o como píldoras para el recuerdo -porque en verdad dejaron la impronta de su alma en la mía- debo mencionar a FERNANDO CHAVES con su novela indigenista “Plata y bronce”, bajo cuya égida se inició y palpitó aunque por corto tiempo la Liga de Cultura “José Vasconcelos”, pero suficiente para abrir un ancho cauce de luz para el tránsito de toda una pléyade de ilustres pensadores y modeladores de los principios fundamentales de la sociología, la educación laica como manantial de todas la libertades.
ENRIQUE GARCÉS me iluminó con su novela histórica “Rumiñahui”. De GUSTAVO ALFREDO JÁCOME, asimilé los conocimientos de gran parte de su producción intelectual y didascálica: sus textos de gramática y literatura, “Ortografía para todos”, “Gazapos académicos”, “Estudios estilísticos”; su obra lírica y poética en “Luz y Cristal” y “Viñetas otavaleñas”; su extensa obra narrativa y novelística contenida en “Por qué se fueron las garzas”, “Los Pucho Remache”, sus cuentos de “Barro adolorido”.
Su amor por Otavalo es proverbial, por eso, en uno de sus escritos, Marcelo Valdospinos Rubio, actual baluarte de las letras nacionales, se refiere así a Gustavo Alfredo Jácome: en su relación amorosa con la tierra:
“Lejos de ti aprendí a amarte mejor: Yo retornaba a tu lado después de cada trimestre estudiantil. Y me encontraba, aquí y allá, como siempre, salpicada de lagunas. Otra vez, aromada de musgos navideños, frutecida de maizales, morena de montes, valles y praderas tendidas al sol”.
Cómo no adornar esta columna con unos versos de su autoría que rezuman su telúrico enamoramiento, y que con mucho acierto se hallan inscritos en un mural del Colegio Particular “Santa Juana de Chantal (plantel al que entregué mi esfuerzo en la docencia entre 1994 y 2009), los octosílabos dicen así:
“Y me abriré todo el pecho
Y mi lírico costado
a que todo el Mundo lea
Tu solo nombre, OTAVALO”.
G.A.J.
Esta ocasión quiero referirme, particularmente, a Gonzalo Benítez Gómez, un distinguido maestro del Normal “Juan Montalvo” de Quito, pues, cuando cursaba mi tercer año tuve el honor de conocerlo como mi profesor de dibujo. Un caballero respetable y de exquisita presencia que de por sí imponía autoridad y simpatía.
Evocación de Gonzalo Benítez Gómez (1915-2005)
Vio su primera luz en Otavalo, fue muy conocido por su arte en todo el país, al punto que Gonzalo Benítez se convirtió en un patrimonio ecuatoriano. Con su melodiosa voz hacía dúo perfecto con Luis Alberto “Potolo” Valencia, con quien se conoció en el Normal “Juan Montalvo”. ¿Quién no se contagiaría en las décadas de los 50 y los 60, o 70 por sus melodiosas voces, plenas de sentimiento nacional? Creo que nadie; y hasta hoy, cuando tenemos el privilegio de escuchar sus grabaciones, el alma de la Paria palpita en cada canción.
Musicalmente Gonzalo Benítez se inició con su padre Ulpiano Benítez, también prestigioso músico, que le inició en flauta y canto. A los 10 años hizo su debut en la escuela “Diez de Agosto” de su tierra natal, dirigida por Guillermo Garzón Ubidia, otro célebre músico y compositor de valía nacional.
Para el poeta atuntaqueño Gonzalo Aguinaga Zumárraga, del que ya hemos hablado en otras entregas, tampoco pasó por alto la grata existencia de Gonzalo Benítez, como no lo fue Gerardo Guevara, ni Carlota Jaramillo, y le exaltó así, con versos nacidos y florecidos en la imbabureñidad, al inolvidable cantor del pueblo, músico y compositor:
GONZALO BENÍTEZ
“La canción de Benítez Valencia
estaba hecha con pétalos de malva.
Esa voz con dos gargantas unísona,
con ofrendas florales de pasillos.
De todos fue esa voz porque llevaba
balcones de cristal para el suspiro,
igniciones de piedad para el invierno.
Las “CANCIONES DEL ALMA” son mensajes
de las risas engarzadas en las lágrimas
de los Andes empotrados en el pecho.
Yaravíes con adorno de rosales.
¿Está muerto o vive Luis Alberto Valencia?
¿Es que pudo morirse? No está muerto.
La noche se sienta en las cunetas,
solloza por nosotros todo un siempre;
y la luna se desangra en las tejas.
Pasillos crucificados en la boca.
Canciones que son aves en bandada,
picaflores prendidos en el alma
para extraer de la nostalgia el néctar.
Usted, Gonzalo Benítez, entiende
que el alma tiene cuerdas de guitarra,
que las flores son rojas por instinto.
Usted entiende de asuntos infinitos,
Usted tiene cuando canta nuestra música,
corona de notas mágicas;
las manos curtidas de plegarias”.
Atributos paisajísticos de Otavalo
Debemos recordar que hace dos años la provincia de Imbabura fue declarada por la UNESCO como uno de los 147 Geoparques del Mundo, con sobra de merecimientos; el cantón Otavalo es la puerta de entrada a este edénico sitio, pues, desde que se desciende el nudo de Mojanda la naturaleza se muestra pródiga para la mirada absorta del visitante, que se dispone para admirar la belleza de sus lagos, sus montes, sus ríos, su cielo… todo, en un impresionante concierto de espléndida “azulinidad”.
Por algo José Vasconcelos, el ilustre mexicano que algún momento visitara la urbe llevó en su retina y su mente, lo que para él significaba; por ello, ante Fernando Pareja González, en un encuentro internacional, se remitiría con estas célebres frases:
“Me imagino que el desarrollo cultural de ese pueblo habrá avanzado, pues constituía en aquel entonces, una población magnífica, ejemplar y dadas sus condiciones de región agrícola, industrial y turística, se habrá convertido o al menos tiene la posibilidad de convertirse en un centro de progreso y encanto”.
Según se refiere, en uno de sus escritos, el conocido intelectual Hernán Jaramillo Cisneros.
¡Gloria y honor a la ínclita OTAVALO al celebrar el Centésimo Nonagésimo Primer Aniversario de Erección a CIUDAD! ¡Que la llama fulgurante del genio libertario de Simón Bolívar continúe iluminando su senda de prosperidad!
BIBLIOGRAFÍA:
CHAVES, Fernando, 2011 “Plata y bronce”, novela, reedición de la Casa de la Cultura, Núcleo de Imbabura, colección Carangue. Prólogo de Marcelo Valdospinos Rubio.
JARAMILLO, Hernán, 2005, “La Liga de Cultura José Vasconcelos”, Artículo de la Revista Extraordinaria XI.
AGUINAGA, Gonzalo, “Con la mano en el corazón”. Poemario, Editorial UNO, 2010
*Miembro del Centro Cultural “Antonio Ante”