Arrancó la carrera presidencial 

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Por Remo Cornejo Luque
Desde el punto de vista del materialismo histórico, y por la forma en que se producen los bienes materiales para la subsistencia del ser humano, la sociedad ecuatoriana está compuesta por dos clases sociales fundamentales: los propietarios de los medios de producción (léase burguesía) y los que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario (léase trabajadores del campo y la ciudad).
Así mismo, nos ilustra que cada clase social tiene su más alta forma de organización y éstos se denominan partidos políticos, compuestos por hombres y mujeres que destacan y dirigen al conjunto de su clase. Su propósito de existencia es ser gobierno, conquistar el poder para beneficiar a la clase que representan.
Siendo así, esquemáticamente debería haber dos partidos políticos, uno que represente a la burguesía, otro que encarne las aspiraciones y cristalice la solución a las necesidades de los trabajadores. Empero, la particularidad de nuestro país no es ésta, su formación socioeconómica, su lento desarrollo económico e industrial, fomenta la proliferación de agrupaciones, movimientos y partidos.
Solo para ejemplificar, en el campo de la burguesía existen varios partidos creados a intereses particulares de cada grupo económico. Cada uno de ellos difieren con los otros por el proceso y búsqueda de mayor concentración y acumulación de la riqueza. En el campo popular y de izquierda, su histórica y larga trayectoria de resistencia desde la invasión incásica, pasando por el coloniaje español, por todo el proceso de vida republicana hasta nuestros días, han forjado diversas agrupaciones, movimientos y partidos que buscan soluciones a sus respectivos pueblos y sectores sociales que representan.
Con estas premisas, entonces nos toca analizar el tablero en puja por la carrera al sillón de Carondelet y para ello me permito poner unas líneas para el debate con altura.
Hasta el sábado 17 de agosto se registraron en primarias un total de 17 binomios presidenciales; de ellos, la mayoría representan a los diversos grupos económicos de la burguesía y tres que representan al campo popular y de izquierda. No obstante, de acuerdo a la norma de alianzas, éstas pueden cristalizarse hasta el 30 de agosto. Veremos cómo se mueve esta política de acuerdos y alianzas.
No se debe soslayar el proceso político que parió la muerte cruzada, misma que tuvo su fortaleza en acuerdos que beneficiaron a los grupos económicos del país y al FMI, afectando el nivel de vida de los trabajadores y pueblos, y se dio entre ADN, PSC, CONSTRUYE, RC5, quienes tuvieron «luna de miel», con repartos y cogobernando, hasta que se disgustaron por intereses y proyecciones políticas. Dice nuestro pueblo: «peleados los compadres, cada uno arma su «petate». La escisión de las fuerzas políticas que se alinearon con el gobierno, trae consecuencias negativas, una de ellas es el fantasma de Verónica Abad, las denuncias de corrupción y el desgaste de la credibilidad de Noboa por no haber cumplido nada de lo que ofreció en campaña electoral.
La esperanza sigue cifrada en el campo popular y de izquierda, que, aunque se haya presentado con tres binomios: LEONIDAS IZA (PK), PEDRO GRANJA (PSE) y JORGE ESCALA (UP), no es menos cierto que hay voluntad de concretar la alianza. Ejemplo de aquello es la carta pública de Jorge Escala llamando a la unidad. Si se concreta la unidad de izquierda, con seguridad que el pueblo tendrá representante en el balotaje y posibilidades de gobernar para la inmensa mayoría de la población.
Se debe tener objetividad de criterios y precisar que la conformación de los binomios presidenciales no pone al centro la contradicción, la puja entre las corrientes correístas y anticorreistas, no. Sería un equívoco, un absurdo político hacerlo. Lo que salta a la vista es la conformación y pugna por los intereses de clases sociales y grupos económicos existentes. El anticorreismo está difuminado en el espectro de la derecha y de la izquierda y tomará cuerpo, presencia y cumbre en el balotaje, tal como ha ocurrido en el 2017, 2021 y 2023. La unidad popular y de izquierda con seguridad canalizará esa tendencia del anticorreísmo

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