Historietas de Gianella Silva

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Por Raúl Gonzalo Arias Chancusi

 Desfiguración a una desfiguración, mientras silbo una canción

 ¿Estaba bien o estaba mal que nos burláramos de aquella muchacha que había llegado de Guayaquil a estudiar en la Universidad Central?; los Tzántzicos le conocíamos por los chismes que circulaban; decían que se llamaba Gianella, nombre raro, pero eso era lo de menos; lo cierto es que se había inscrito en la carrera de letras pero al poco tiempo se pasó a la de filosofía, donde conoció a Ulises; decían  que iban juntos al cine, y que Ulises había ligado con ella; sabíamos que él era enamorador; a mí, esos chismes me tenían sin cuidado.

 Lo cierto es que la llegué a conocer en una tarde fría cuando entré al Café 77 y me topé con un grupo formado por Luis, Fernando y Ulises acompañados de Gianella; me invitaron a que les acompañara, hablaban de lo mismo de siempre: cine, literatura, filosofía; Gianella dijo que no escribía poesía sino que se dedicaba a dibujar mapas y escribir guiones, lo que despertó sospechas en mí; ¿es que esta chica quiere pasarse de inteligente? pensé de inmediato; y no me equivoqué; al poco tiempo corrió la historia de que Gianella se había colado en una reunión en casa de dos pintores amigos de Ulises cuando surgió el Movimiento Tzántzico, y decían que ella había propuesto ese nombre a partir del ritual indígena de los shuar; se comentó que había dicho: “Hay que reducir las cabezas de los intelectualoides quiteños y encogerlas hasta que adquirieran el tamaño real de sus ideas”, y que todos la aplaudieron;

 La audacia de Gianellla no quedaba ahí; corrió el cuento de que uno de los recitales públicos más importantes fue ideado y organizado por Gianella y Ulises, y se llamó Cinco gritos en la oscuridad; cuando llegó el turno de la actuación de Gianella, esta no apareció, con lo cual el recital quedó como Cuatro gritos en la oscuridad; Gianella había desertado, a pesar de que pasaba por ser la única mujer Tzántzica;

 Otras historias surgieron alrededor de esta chica; decían que había trabajado con Ulises en la creación de la que sería la primera revista tzántzica: Pucuna, y que este nombre tomado otra vez de la tribu Shuar fue elegido por Gianella; en el primer número, al pie del sumario, escribió: “Pucuna: cerbatana con la que los jíbaros lanzan dardos envenenados para reducir cabezas”;

 La revista se regalaba en los recitales de poesía tzántzica y se vendía en el Café 77, lugar de reunión de los miembros del movimiento; aunque la idea y el despegue de la revista fue de Gianella Silva y de Ulises Estrella, las siguientes ediciones nacieron con ayuda de todo el equipo de redacción; los textos que se publicaban en Pucuna eran de distinta índole: ensayos literarios y cinematográficos, textos teatrales, cuentos, poemas y artículos; no tardaron en llegar las críticas; la mayor parte de ellas se circunscribían a que quienes promovían la revolución cultural tzántzica eran de ideología izquierdista; la política, sin embargo, no podía importarle menos a Gianella; del grupo, ella fue la menos involucrada y la menos preocupada por el panorama social latinoamericano; con toda seguridad eso fue lo que la diferenció de los demás tzántzicos y lo que acabó por distanciarla de ellos;

 Se decía que, una vez, en una reunión en donde todos bebieron de más, Gianellla y Ulises Estrella se besaron; y que a ella le pareció repulsivo el intercambio de saliva, la sensación húmeda y blanda, que jamás había incluido en sus fantasías los fluidos corporales; se decía que imaginó el acto sexual con todas las viscosidades y que vomitó sobre una alfombra de formas arabescas; que, cuando se disculpó con Ulises, le explicó que no le gustaba que la tocaran; “a mí lo que me gusta es que otros se toquen, ¿entiendes?” y, desde ese momento, Ulises le invitó a ser espectadora de cada uno de sus encuentros sexuales;

 Nos matamos de risa al conocer que Gianella apareciera como la “madre” del movimiento Tzántzico, y asombro y preocupación por estas historias que circulaban por los cuatro costados de la ciudad; Murriagui opinó que Gianella era un fenómeno digno de estudio siquiátrico para Freud; Rafael dijo que tenía lástima por esta fantasiosa aficionada a espiar actos sexuales; Luis dijo que nunca imaginó que Gianella, a quien conoció hace poco, fuera una charlatana buscadora de escándalos; yo opiné que debía ser denunciada por locura senil anticipada;

             Posteriormente, descubrimos nuevas historias de esta chica reprimida y le pedimos a Ulises que ponga mayor cuidado al escoger sus amistades femeninas.

             Siguiendo con sus fantasías de productora de películas, Gianella difundía que en el cuarto número de Pucuna se había publicado su primer ensayo: Cuaderno de cine: apuntes en película de 35 mm. También, con ayuda de varios amigos y conocidos de Ulises, decía que filmó su primer cortometraje: Amazona jadeando en la gran garganta oscura, y a continuación anotaba las supuestas opiniones de varios tzántzicos:

 Filmografía y opiniones publicadas:

 1964: Amazona jadeando en la gran garganta oscura.

 Euler Granda, en el quinto número de Pucuna, escribió: “El cortometraje es al cine lo que el cuento a la literatura, dice Gianella Silva, la única directora ecuatoriana que por el momento me interesa. Lo que ha conseguido hacer en “Amazona jadeando en la gran garganta oscura” es admirable: inventar un futuro que refleja la misoginia del presente. En su cortometraje las mujeres son cadáveres expuestos en una galería de arte. ¿Cómo permanecer quietos ante imágenes futuristas que nos acercan con tanta precisión a las problemáticas actuales?

Fernando Tinajero, en el sexto número de Pucuna, escribió: El universo cinematográfico de Gianella Silva está marcado por la influencia directa de las ilustraciones de Escher v Doré. Ella las trastoca, en su último cortometraje, hasta crear un ambiente de locura, terror y oscuridad. Detrás de sus imágenes está una parte monstruosa de la psicología humana.”.

 1966: Las dulces metamorfosis de una chica de seda.

 Alfonso Murriagui, en el número siete de Pucuna, escribió: “Decían que me reía porque lo encontraba ridículo. ¿Reírme?, les dije, ¿quién puede reírse de los cortometrajes de Gianella Silva? “Las dulces metamorfosis de una chica de seda” es poesía visual y quien lo niegue no sabe nada de poesía. Sólo Silva puede hacer una analogía entre un gusano y una mujer dentro del contexto de la producción de tejidos en un futuro regido por la máquina y salir airosa, como una reina”.

 1967: Donde la dormida come lentamente su corazón de medianoche.

 Rafael Larrea, en el octavo número de Pucuna, escribió: “Siguiendo el mismo camino que sus anteriores trabajos, “Donde la dormida come lentamente su corazón de medianoche” es un falso documental, falso ensayo y falso biopic. El cine de Silva juega con las expectativas del público y gana siempre”.

 1968: Viajera de corazón de pájaro negro.

José Ron, en el noveno número de Pucuna, escribió: “En este último (“Viajera de corazón de pájaro negro”) la técnica es poesía y representa la mirada que se mira, la belleza en donde el razonamiento y el recuerdo se contraponen. La viajera es la mirada y su corazón, la pupila, es el pájaro negro”.

Se decía que durante los años en que filmó sus cortometrajes, Gianella Silva dedicó parte de su tiempo a escribir y publicar ensayos cinematográficos en Pucuna. Lo hizo hasta que la revista, después de nueve ediciones, dejó de imprimirse. Entonces su vida inició un imparable camino cuesta abajo.

La historia de esta artista del trapecio se convirtió en un ser irrepresentable, en un fantasma, en una figura acuosa y transparente de silueta ficticia;

Se presumía que el auto en el que viajaba cayó por un despeñadero y que se hundió en el mar; casi como en la historia de Alfonsina Storni;

Se decía que Ulises Estrella, pocos días después del entierro, buscó en los archivos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana los cortometrajes de Gianella sólo para descubrir que se habían perdido, que para ese entonces ya nadie se acordaba de Pucuna, que cuando la gente hablaba de los Tzántzicos, si es que hablaban de ellos, sólo mencionaban a los otros, nunca a Gianella; que la historia, al haberla omitido, se había transformado en literatura.

 Fin de la película. (*)

(*) Glosas alrededor de textos de la novela La desfiguración Silva de Mónica Ojeda F. Cadáver Exquisito Ediciones. Octubre 2020. Tercera edición. Guayaquil, Ecuador.

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