Por RedAct
22 de marzo día Mundial del Agua
El aparecimiento de las enfermedades infecciosas emergentes, sin duda tiene que ver con la forma en que los seres humanos nos relacionamos con la Naturaleza. El avance de la deforestación, la alteración de los ecosistemas, la contaminación del aire, el agua y de los alimentos, son aspectos a tomar en cuenta para reconocer las causas del origen de su surgimiento en miras de construir una estrategia integral para afrontar esta problemática.
Por hoy existe un consenso a nivel científico que vivimos una nueva era geológica denominada Antropoceno, que se caracteriza porque el ser humano se ha convertido en una fuerza que, con sus acciones, ha modificado complemente la fisionomía del planeta Tierra, provocando la destrucción de la naturaleza y puesto en peligro a todas las formas de vida.
En eso contexto, la presión de las actividades antrópicas sobre ríos y fuentes de agua, también se expresa en el uso inadecuado de antibióticos, principalmente en la crianza de animales para consumo humano. Hoy sabemos que rutinariamente pollos, vacas, cerdos y otros, reciben varias dosis de antibióticos a lo largo del proceso productivo para suplir la falta de medidas de higiene adecuadas y promover su crecimiento.
Pero, ¿Qué sucede luego de que los antibióticos son excretados por los animales? Por hoy existen científicos que se dedican a “rastrear” residuos de medicamentos, plaguicidas y otras substancias a las cuales se les conoce contaminantes emergentes y que están siendo encontrados en aguas residuales, ríos y otras corrientes superficiales.
En el caso de los antibióticos, estos se convierten en un contaminante emergente en el momento que se suministra a los animales con fines que no son el de tratar una enfermedad producida por bacterias, es decir: cuando no los necesitan. Los animales luego de recibir antibióticos, después de pasar por su organismo, estos son excretados a través de su orina o materia fecal al ambiente; en ese momento dejan de tener su función de medicamento y pasa a ser un contaminante, porque se convierte en una substancia que está en un lugar en el que no debería y puede generar un perjuicio a los ecosistemas.
Un estudio reciente realizado en Argentina por un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de la Plata logró medir por primera vez el comportamiento de antibióticos denominados ionóforos en una de las cuencas hidrográficas más extensas de América, la cuenca del Plata. En su investigación lograron determinar la presencia de monensina y la salinomicina, en 26 de los 45 ríos y arroyos monitoreados[1]. Destacó la investigación que estos antibióticos son muy utilizados en la prevención de enfermedades en ganado y pollos criados en condiciones de hacinamiento, los cuales están presentes en los cuerpos de agua estudiados.
De igual manera, otro estudio realizado en Ecuador entre 2017 y 2018, evaluó la presencia de residuos de antibióticos en los ríos San Pedro y Pita en la provincia de Pichincha, determinando que en el 52% de las muestras realizadas existe la presencia de residuos de antibióticos betalactámicos y sulfamidas.[2] Es necesario señalar, que esos tipos de antibióticos, también son muy utilizados en la producción avícola intensiva.
Los antibióticos, una vez que ingresan a un cuerpo de agua pueden quedarse en los sedimentos o movilizarse y llevar la problemática a otros lugares. Por ejemplo, en cuerpos de agua cercanos a sitios donde se crían animales para consumo humano, en donde las concentraciones de antibióticos suelen ser elevadas, estos se dispersan aguas abajo y no se degradan fácilmente afectando de manera prolongada a los ecosistemas[3].
Pero, además, esta situación acarrea consigo otro problema adicional que es la resistencia bacteriana y su diseminación al ambiente. Otros estudios recientes demuestran que en el caso de antibióticos betalactámicos (como ampicilina y las cefalosporinas) utilizados en granjas avícolas, al realizarse pruebas de sensibilidad en cepas aisladas de Escherichia coli, se obtuvo como resultado que el 91% de estas cepas fueron resistentes a la ampicilina y el 80% a las cefalosporinas, y también se determinó la circulación de cepas resistentes a betalactámicos, cefalosporinas, aminoglucósidos, quinolonas y sulfonamidas, así como antibióticos de amplio uso en ambientes ajenos a las granjas [4].
Esto nos demuestra, que sin duda el impacto en las fuentes de agua y los ecosistemas es enorme, no solo por el uso indiscriminado en la crianza de animales para consumo humano, sino también de los procesos de producción para fabricar antibióticos. Se ha comprobado que fábricas presentes en China e India, desde donde se suministra la mayoría de los antibióticos del mundo, arrojan vertidos en sus alrededores o dan un tratamiento inadecuado a sus residuos, lo que está provocando la contaminación de los ríos y los lagos y disparando la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos. La gran cantidad de estos fármacos que diseminan las fábricas con sus vertidos, y que a menudo se unen a la escorrentía proveniente de los desechos de las granjas y los residuos humanos y llegan a los ríos y plantas de depuración, constituyen un excelente caldo de cultivo para las bacterias resistentes a los antibióticos.[5] Otros estudios a nivel mundial reportan la presencia de antibióticos en fuentes subterráneas y el agua potable.
Desde ReAct Latinoamérica, entendemos que, para garantizar la salud colectiva y contener la resistencia bacteriana, es urgente una estrategia integral y multisectorial que aborde las causas de las enfermedades infecciosas desde el Enfoque de Una Sola Salud. En el marco del día del Día Mundial del Agua, es urgente visibilizar esta problemática para conocer los impactos de la resistencia bacteriana y el uso indiscriminado de antibióticos, como un fenómeno que impacta negativamente en la calidad y disponibilidad del agua, y que repercute directamente en la salud humana y de los ecosistemas.
Por lo que tambien es necesario comprender que el abuso de antibióticos en la producción animal, convierte a los mismos en contaminantes de nuestros ecosistemas, sobre los cuales no tenemos control y que amenazan, inclusive a los humedales, reservas de vida de la humanidad.
Finalmente hacemos un llamado a la academia a priorizar la investigación de la resistencia bacteriana y su relación con el uso de antibióticos en la crianza de animales, producción de alimentos, contaminación de agua, suelos y ecosistemas; así como a los organismos gubernamentales a impulsar el desarrollo de modelos agroalimentarios sostenibles que garanticen la soberanía alimentaria, la salud humana y la salud del planeta; para minimizar el impacto sobre las fuentes de agua, evitando el uso indiscriminado de antibióticos.
[1] https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160412019325280
[2] http://dspace.ups.edu.ec/handle/123456789/15621
[3] https://reactlat.org/uso-de-antibioticos-e-impacto-en-la-salud-de-los-ecosistemas-y-rba/
[4] http://www.scielo.org.pe/pdf/rivep/v30n1/a42v30n1.pdf
[5] https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/adjuntos-spip/pdf/informe-resistencia-antibioticos.pdf