Por Ramiro Vinueza P.
El día miércoles 26 de junio se produjo un “intento de golpe de Estado” en Bolivia, encabezado por el general Juan José Zúñiga, quien con grupo de militares y una tanqueta intento irrumpir en el Palacio de Gobierno en el centro de la Paz. El hecho duró poco más de dos horas, Zúñiga fue detenido y tuvo acceso a los medios de comunicación a los que declaró que la movilización militar fue acordada con el presidente Luis Arce, para recuperar la popularidad que está a la baja ante la grave situación económica que vive ese país.
El general golpista quien sería amigo de Arce, fue destituido en días pasados, al parecer, por hacer declaraciones demandando la libertad de los “presos políticos” particularmente de quienes dieron el golpe de Estado contra Evo Morales y que además rechazó una nueva postulación a la presidencia de Bolivia, del ex mandatario, por estar inhabilitado por la justicia electoral. Es conocido que el partido MAS, esta divido y hay una ruptura entre Arce y Evo Morales y las confrontaciones han ido creciendo.
Este hecho hizo recordar que, desde la fundación como República; Bolivia, ha sufrido sucesivas dictaduras militares y civiles, triunviratos, juntas de gobierno, presidentes que no terminaron sus mandatos y decenas de golpes de Estado, sin contar alzamientos militares frustrados. En sus 180 años de vida, Bolivia vivió 97 años bajo mandatos de militares, 82 de civiles y uno bajo la dirección de juntas cívico-militares.
La “crisis” finalizó ese mismo día, con la posesión de una nueva cúpula militar, en la que Arce señaló que “Bolivia pasa por momentos difíciles y pidió defender la democracia” y agradeció el respaldo de la comunidad internacional. A esta condena internacional se sumó Evo Morales, quien dijo que rechaza el golpe de Estado.
Efectivamente, este episodio es la expresión en política del deterioro de la economía boliviana, que como resultado de “un modelo económico dependiente del extractivismo. Las viejas y nuevas élites, así como el estado boliviano —más allá de la adscripción ideológica de los gobernantes— no solo han dependido de la extracción de recursos naturales para subsistir, sino que no han intentado romper este patrón económico y lo han venido alimentando hasta nuestros días”, dice el politólogo Huáscar Salazar, quien añade que los enormes ingresos entre los años 2005 y 2016, por la venta de gas natural a Brasil y Argentina, le sucedió otro momento donde cayeron los precios de los comodities, se gastaron ahorros y hubo gran endeudamiento hasta llegar a tener la deuda externa más elevada de su historia y unas reservas internacionales que han alcanzado sus niveles más bajos de las últimas dos décadas.
Según el Banco Central de Bolivia (BCB), las reservas bajaron en enero a US$1.700, mientras que hace diez años el país llego a tener alrededor de US$15.000 millones. A eso se suma el descenso de los ingresos por las exportaciones de gas natural. La falta de dólares dificulta la capacidad del gobierno y del sector privado para hacer frente al pago de las importaciones, que cada vez tienen un peso mayor en la economía boliviana, sobre todo en artículos críticos, como los hidrocarburos, que el país ahora adquiere en su mayoría del exterior. La Cámara Farmacéutica Boliviana alertó de que la falta de divisas puede poner en riesgo el suministro de medicinas y dispositivos médicos en el país.
La ilusión del “milagro económico boliviano” se va desmoronando; los gastos sociales disminuyen, se suprimen puestos de trabajo en el sector público, crece más el desempleo y subempleo. El sector industrial no tiene capacidad de absorción y también despedirán personal. La producción mediana y pequeña del campo, ha tenido poco apoyo del Estado y están en desventaja para competir con los productos importados y de contrabando, allí también se perderán empleos.
En los próximos años lo más probable es que las actividades ligadas al extractivismo, se presenten como demandantes de mano de obra, se incrementará exponencialmente la depredación de grandes territorios, como viene sucediendo en la Amazonía, el Chaco y la Chiquitanía —no se puede olvidar que Bolivia es el “el país con mayor pérdida de bosque primario per cápita a nivel mundial”—. A su vez, el aumento de estas actividades también generará un clima de mayor violencia y descomposición social, que son parte ya, del día a día de los bolivianos.
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