Por Jaime Chuchuca Serrano
La estructura de clases sociales y el racialismo es evidente en la concentración de la tierra en la conquista, en la usurpación de la riqueza del reinado español, de las reparticiones de la independencia, que conservaron apellidos y la blanquitud en el poder. Esta formación terrateniente, oligárquica, fue la base de la burguesía local. Con estos rasgos se armó el Estado. Los partidos conservadores y liberales riñeron en este entramado; algunos de sus genes se colaron en las organizaciones socialistas y de izquierda. El velasquismo, el cefepismo, el socialcristianismo, vienen de los primeros. La socialdemocracia y el correísmo guardan conexión con esta estructura: conviven oligarquías y élites en su seno, con fuerzas populares subordinadas. La historia del partido socialista y los partidos comunistas son el resultado de los conflictos contra esta formación. Las comunidades y nacionalidades indígenas, el pueblo afroecuatoriano, perseguidos, aniquilados por dos siglos, tienen participación estatal directa apenas desde la década de los ochenta del siglo XX; de aquí surge la CONAIE y Pachakutik.
Las reformas a la estructura oligárquica, bajo el neoliberalismo de los ochenta y noventa, se impusieron para acrecentar los beneficios de los grandes banqueros, de la burguesía exportadora y comercial, de las transnacionales. Estas castas autoritarias siempre estuvieron en contra del sistema de derechos: se opusieron a la propiedad de la tierra indígena, comunitaria; prefirieron regar sangre antes que se cumplan los derechos laborales, políticos, de las mujeres, de los jóvenes, de los adultos mayores, de las embarazadas, de la naturaleza. El Estado se planificó, para que en su mayoría las mafias de la contratación pública gocen de sus capitales, para que las redes del lucro, de la posición social y política dirijan sus instituciones; mientras millones de ecuatorianos viven desplazados del sector moderno de empleo, infravalorados y peor pagados, viendo en la migración su sobrevivencia.
La desnutrición infantil sigue bordeando el 38%. El salario básico está en 450 USD, pero la canasta básica en 763 USD. Hace falta más de 3 millones de casas y 40% de vialidad. Las escuelas y hospitales se caen a pedazos… Y como una pregunta repetitiva pensamos: ¿a dónde fueron los 50 mil millones de dólares últimos de la deuda externa? Y ahora no basta que las condiciones sean inclementes, porque en 2022 y 2023, el ecuatoriano/a común y corriente, le tiene más miedo a morir a manos de algún compatriota: por ejemplo, del decreto ley de un presidente.