Por Zulema Obando Herrera
crisjuli@hotmail.es
Homenaje a mi Padre que habita en el Cielo y a todos los Padres del mundo, que hacen de la existencia de sus hijos, un viaje siempre profundo y fructífero, a través de la poesía del desgarre, el aliento y la esperanza, transfigurando el propio ser. En la ausencia física de los padres, con el pasar del tiempo, el dolor encuentra la manera de mutar y liberar el espíritu, magnificando sus recuerdos y enseñanzas, como grandes lecciones de vida.
Ausencia
Aguja en el tiempo que el aguijón inyecta,
incontables días con sus lúgubres noches
desde que superaste a la muerte
para toda la vida;
hilo escarlata que el dolor derrama
en las cenizas de este rosal de espinas.
Anega el llanto a grito herido,
que en plena lluvia, el corazón desboca,
puñales hunden el óxido mortal
en campanadas de soledad adusta.
Mientras los vivos duermen
estallidos de espadas apuntalan al pecho,
hollando caminos,
de escarlatas y pliegues
en la hora nona,
de eterna melancolía.
Salvas de artillería
como animeras en prosa
rarezas que pululan en el vórtice,
espirales de palabras que perviven
en el rictus de tu vida y de tu muerte.
Flagelo esta pena,
que en mi infierno arde
si acaso, el alma recoge en puntillas
esa feliz infancia olvidada.
Amanecí siendo apenas una indefensa cría
cuando amar es gemir
en el túmulo tu ausencia,
oh bendita espina del rosal,
que desgarrando el pecho,
perfuma este arsenal de inefables recuerdos.
Herirme con la desgracia de tu partida
y mantenerte vivo en la memoria.
Sentada en tu morada,
sigo amándote con este lago de fuego
calcinante, salado y denso.
Desde el Cielo tu aliento
empuja este carruaje anegado en la tormenta.
Del Poemario “Palabras de Fuego”