Por Edgar Isch L.
Es conocido que el Foro Económico Mundial de Davos permite conocer cuáles son las preocupaciones de las grandes fortunas y las potencias, aunque de cuando en cuando hay invitados que quieren presentar otra naturaleza. No extraña por ello que ante la crisis multilateral del sistema su foco de atención sea como salvar al capitalismo y ajustar las condiciones de explotación de seres humanos y del conjunto de la naturaleza.
Hace dos años, pretendiendo que los mayores problemas surgieron con la pandemia de la Covid-19, llamaron a preparar el “Gran Reseteo”, nombre tecnológico que se refirió a la oportunidad que encontraron, o creían encontrar, para ajustar y reiniciar el sistema en su conjunto. En todas las medidas propuestas se consideraba que era necesario el actuar unidos, con propósitos que superaran a los intereses de las transnacionales y de los imperialismos. Anhelo, por supuesto que solo se cumpliría en objetivos específicos en un mar creciente de olas de disputa de quien tomaría el poder en el mundo.
En contraparte del Foro de Davos se solía presentar el Foro Social Mundial, que en 2021 cumplió 20 años de presencia, más no de organización con un norte ideológico claro. La hegemonía de posiciones socialdemócratas y reformistas, que se demuestran estancadas en criticar los efectos del capitalismo pero sin plantear una salida del sistema que supere los discursos, ha debilitado esta instancia y su estructura misma está en cuestión.
Dadas estas realidades, la imposibilidad del Gran Reseteo no vino de fuerzas contrapuestas al mismo sino de las propias pugnas interimperialistas, que se acentúan y que incluso muestran músculos de guerra en tierras de terceros países. Cuando se ponen de acuerdo, nuevamente se trata más de una demagogia de escala global, como las novedades en los discursos y acuerdos en torno al cambio climático, mientras se acentúa la exploración de nuevas fuentes de combustibles fósiles.
Pero esto no quiere decir que, empleando mayormente el recetario neoliberal, aunque a veces en combinación con ciertas obligatorias medidas keynesianas como los bonos de auxilio ante los efectos sociales de la covid-19, la competencia global se redujese o controlase y que se pudiese dar un reseteo que considere los intereses de la mayoría de la población.
Los peligros mundiales
Este enero el Foro De Davos se concretó a sesiones virtuales para aplazar su encuentro presencial por seis meses debido a la pandemia. Sin embargo, lo allí dicho tiene importancia indudable.
La principal expresión es la edición 17 del “Informe de Riesgos Globales 2022”. Allí se plantea que las situaciones más graves están en: los fenómenos meteorológicos extremos, la crisis de empleo y desigualdad social, las enfermedades infecciosas, el deterioro de la salud mental, los ataques cibernéticos y el endeudamiento de las naciones. Señala además que, para lograr la cohesión social, recuperar el empleo y lograr la prosperidad se requerirá varios años.
Como se ve, hay una multiplicidad de factores que, si se quisiese ir a la raíz común, encontraríamos al modo de producción y de vida capitalista. Eso, por supuesto no lo dice el informe, en el que no solo se plantea a la pandemia como origen, sino que cualquier otro problema, bajo los eufemismos neoliberales, no son sino distorsiones del mercado.
Pero el tema de la cohesión se les torna urgente de considerar. Cuando la cohesión no funciona, cuando los trabajadores y sectores populares dejan de asumir como propias las mentiras del sistema y a considerar que los intereses de los millonarios son intereses sociales, es cuando el sistema tambalea. Saben bien que sin cohesión deben usar la represión, pero numerosos levantamientos populares en los últimos años evidencian que también en ese terreno van cayendo sus capacidades de dominación.
Sin duda esto es lo que llevó a un grupo de alrededor de 100 milmillonarios a enviar una solicitud a Davos, planteando que les cobren más impuestos, de inmediato y de manera permanente. Lo hacen con ciertos argumentos “éticos”, pero que en lo esencial responden a la necesidad de cohesionar a la sociedad, de lograr que la gente tenga confianza en el sistema. «La confianza -en la política, en la sociedad, en los demás- no se construye en pequeñas habitaciones a las que sólo pueden acceder los más ricos y poderosos. No está construido por viajeros espaciales multimillonarios que hacen una fortuna con una pandemia, pero no pagan casi nada en impuestos y proporcionan salarios bajos a sus trabajadores», dice parte del escrito.
Por cierto, no plantean dejar de ser extremadamente millonarios ni debilitar su poder, únicamente repartir un poco para que los pueblos no exijan todo lo que les pertenece y ocultan la diferencia entre un 1% de la población mundial que posee más de la mitad de la riqueza mundial.
Los Estados a borde del colapso
Mediante una amplia encuesta a personajes con alto poder, el informe plantea también, país por país, cuáles son los riesgos inmediatos más visibles. Resalta allí la existencia, sea como la amenaza número uno o la número cinco, la posibilidad de colapso de determinadas áreas socio-económicas e incluso del colapso total de determinados Estados. Este sería resultado del conflicto interno, el quebrantamiento legal, la erosión de las instituciones posibilidades de golpe militar o instabilidad regional o global.
Una clara advertencia de que no hay tranquilidad en los cimientos del sistema, pero también un llamado a las potencias a cuidar sus patios traseros. O “patio delantero”, como hace poco dijo el presidente de Estados Unidos refiriéndose a América Latina, como si se tratara de otorgarnos un ascenso en la escala de la servidumbre y dependencia.
En América Latina, el colapso del Estado es visto como un tema de primer orden en varios países (entre paréntesis, el orden en los cinco niveles de riesgo): Argentina (3ero); Bolivia (5to); Chile (4to); Colombia (4to); Costa Rica (4to); El Salvador (2do); Guatemala (2do); Honduras (1ero); México (3ero); Nicaragua (1ero); Paraguay (5to); Perú (1ero); Venezuela (1ero).
Pero los otros anuncios de riesgos no son menores y podrían traer lo que llaman colapso por conflictos sociales, como por ejemplo con el colapso de la seguridad social que sería el primer riesgo para Ecuador.
Los culpables de los males no pueden curar al mundo
Nada, entonces, aparece como estable, ningún país como cabeza de playa de un capitalismo sin muy graves conflictos. El Foro de Davos lo alerta, aunque en su interior hay diversas opiniones que solo evidencian que, tras el foro y el debate, no sale ni saldrá una acción común. Para Xi Jiinping, el presidente de China, por ejemplo, siendo quien arrancó las intervenciones, hay riesgos puntuales como inflación o problemas de los suministros y la receta es más globalización neoliberal, que otras potencias no se crucen en su camino a convertirse en la nueva gran potencia.
Las grandes corporaciones y los países imperialistas están en ofensiva para ganar la carrera en el pódium de grandes potencias. Davos, sus informes y el grueso de las intervenciones nada dicen al respecto y plantean que se trata de corregir rumbos equivocados. Es decir que esperan que las soluciones vengan de la “buena voluntad” de los poderosos o de la “conciencia” de la gravedad de situaciones como el cambio climático. Ese es, por el contrario, un camino seguro al agravamiento de las condiciones de vida y esperanza de futuro de la humanidad.
Las olas huelguísticas en los países desarrollados, las protestas y búsqueda de alternativas políticas en países dependientes, la polarización de clase alrededor del mundo, el resurgimiento del fascismo como última línea de defensa del sistema, entre otros indicadores, evidencian que no se puede esperar mucho de pequeños cambios. Es en el terreno de la lucha de clases donde se disputará el futuro de los pueblos y la humanidad.