Por Edgar Isch L.
Este domingo se realizó el debate entre los candidatos que el Consejo Electoral definió como finalistas: el banquero Guillermo Lasso y Andrés Arauz, heredero del extractivismo y el autoritarismo. Pero hubo un ausente notorio, el candidato del bloque indígena, popular y de izquierda, Yaku Pérez, cuyos señalamientos y documentos dirigidos a demostrar el fraude electoral fueron pasados por alto por los organismos electorales. Que de más de 20 mil actas con observaciones de abran las actas de algo más de 30, no demuestra sino la burla a lo que amplios sectores sociales, de diversas corrientes políticas demandaban y que no era nada más que transparencia en los resultados.
De esta manera se llegó a un debate sin que gran parte de la población creyera en la legitimidad de los participantes. La sombra de Yaku fue permanente, no solo en las familias en dónde se preguntaba qué abría dicho de estar presente, sino en muchas más que sintieron que abría marcado una diferencia que no existió entre Lasso y Araúz, empeñados cada uno en demostrar que el otro dibuja un peor destino para el Ecuador, sin ser capaces de mayor diferenciación entre sus propuestas. Ha sido luego del debate cuando analistas interesados, de uno u otro lado, añadieron propuestas y argumentos que no fueron presentados.
Efectivamente Yaku Pérez fue la candidatura diferente por sus orígenes, nexos con las organizaciones populares, pensamiento y propuestas. Por ello, su alta votación, incluso sin considerar la señalada en las demandas de fraude, quiere ser un botín de los finalistas. Y para ello, sin mencionarlo, debieron referirse al programa del candidato indígena y popular. Allí está Lasso, en contra de sus convicciones y las de sus aliados, tratando de dialogar con las mujeres, los GLBTI; y allí está Arauz diciendo que acoge la Minga por la Vida, lo que significaría que deja de lado el programa correista. Los dos, por supuesto ahora se acercan a poblaciones indígenas, aún a sabiendas que desde comunidades y organizaciones el voto nulo crece.
Yaku ganó entonces con su programa, que estuvo en el debate sin que se atrevan a reconocer su origen. Aunque hay muchos temas que los candidatos no mencionaron porque debían pasar de la demagogia simple a medidas concretas: como en el caso de la deuda externa, considerando que los dos ya se han acercado a dialogar con el FMI; el extractivismo, como vía de acumulación de la riqueza en pocas manos; el destino de tierra y agua; garantizar la salud y educación como derechos; el sostenimiento de la seguridad social; y, mucho menos la distribución de la riqueza, que es más que un impuesto o medidas parciales. Esto entre muchos otros temas que dejan a la ciudadanía sin entusiasmo electoral, pensando en como impulsar las demandas populares y cual es el papel del voto nulo para ello.
Tras el show, nuevamente surgió en muchos la convicción: con Yaku el debate habría sido diferente. Seguía y sigue presente el candidato que fue excluido, demostrando que el trabajo por un gobierno de unidad indígena, popular y de izquierda, no ha terminado.
Y ganó, por ello y otras razones, también el crecimiento del voto nulo como expresión de dignidad que rechaza la manipulación mediática. Más allá de su porcentaje, es un no al pasado y un sí a abrir las puertas de un futuro distinto. Si hubo algo destacable del debate del CNE, eso estuvo fuera del escenario, las luces y las cámaras. Estuvo en los hogares de quienes se ratificaron en la necesidad de un camino diferente y de la necesidad de poner la vida por delante. Será una demostración que lo importante del debate está en el diálogo de los hombres y mujeres del pueblo, en la organización independiente de los intereses de viejos o nuevos conservadores, en la lucha conjunta de esa hermosa diversidad cultural y humana de nuestro país.