Por Francisco Escandón Guevara
Después de 37 años se llevó a cabo un debate entre los finalistas de elección presidencial. Casi cuatro décadas atrás la confrontación de Rodrigo Borja y Febres Cordero concentró la atención nacional, tan distinto a las escasas expectativas que generaron los actuales candidatos, pues el proceso está cuestionado por fraudulento.
Al debate asistieron los binomios presidenciales que mutaron en la forma, apelando al encuentro y el diálogo con otros actores sociales y políticos, pero en el fondo mantienen su guión original de reeditar la contradicción entre neoliberales y progresistas, cuando la realidad es que hay millones de voluntades que, en la primera vuelta, rompieron esa camisa de fuerza especialmente al votar por Yaku Pérez.
Al conservar esa tara, el debate se convirtió en una perezosa inercia en el que los proyectos globales de país fueron reemplazados por los ofrecimientos demagógicos de campaña y los achaques mutuos entre Arauz y Lasso. Parecía una competencia de acusaciones, de enlistar los errores y debilidades de su contendor, más no se presentaron soluciones a las necesidades de la gente.
Los debatientes desaprovecharon una hora y treinta minutos para seducir a los electores que no votaron por ellos en la primera vuelta electoral: dos de cada tres sufragios en el caso del candidato del correísmo y tres de cada cuatro distintos a la opción del banquero. El formato de preguntas mal embutidas por los expertos del Consejo Nacional Electoral dio cabida a que los candidatos toreen respuestas concretas.
Lo que si quedó claro es que uno y otro fueron gobierno, son parte del poder. Lasso fue acólito de Mahuad, Lucio y actualmente es corresponsable de la desidia del régimen, mientras que a Arauz le apadrina Correa que tiene sobre sí el signo de la corrupción, del autoritarismo y de la imposición de un mediocre en Carondelet. Es evidente lo incómodo que resulta Moreno para los dos binomios presidenciables que son responsables de su elección y gestión.
Nadie ganó el debate, ni puede declararse favorito para el balotaje. La disputa no es sólo entre los dos candidatos, también crece la potencialidad del voto nulo que podría alcanzar porcentajes históricos respaldado por quienes rechazan el fraude, la corrupción y la crisis. Aún hay mucho hilo por cortar.