Por Lindberg Valencia*
Me duele profundamente nuestra Esmeraldas. Territorio maravilloso, bendecido por la gracia universal, que lo ha provisto de tantas bondades: ríos, mar y sus playas, tierra fértil, palmeras, bosques, sembríos, cascadas, paisajes sin par, tierra llena de pobladores realmente generosos y solidarios.
Pero los hechos evidencian que somos un Territorio históricamente estafado y atropellado; un territorio ultrajado y arrinconado a sobrevivir en condiciones de miseria y sin los más elementales servicios que un Estado debe proveer a sus pobladores, sobre todo, a pobladores de una provincia que le genera al país el mayor ingreso fiscal, por la exportación petrolera y la refinación de derivados, industrias altamente e irreversiblemente contaminantes, que sin embargo, NO han representado ningún beneficio a la población esmeraldeña, ni en políticas sociales, ni educativas, ni culturales, ni turísticas, que dinamicen la economía; ni en generación de puestos laborales dignos en refinería o en Balao (solo hay chance para recolección de basura, bomberos, y las operaciones de mayor riesgo), mientras que los puestos de direcciones y altos ingresos, están siempre reservados para funcionarios afuereños, principalmente designados desde Quito.
Esmeraldas es un territorio estafado y atropellado miserablemente, como si fuera otro país enemigo de este Estado ecuatoriano, al punto que, somos la única provincia atacada militarmente por el ejército de su propio país en el año 1913, por lo que, tuvimos que defendernos con palos y piedras del «ejército invasor», en la llamada guerra de Concha.
Desde que brotó la primera gota de petróleo, hemos estado bajo amenaza de muerte, por los oleoductos y Refinería (bombas de tiempo) sembradas en Esmeraldas, sin ningún beneficio ni derecho de inventario.
El petróleo derramado a la altura de Quinindé el pasado 13 de marzo, no preocupa por la vida de la gente, ni el ecosistema, ni los animales de granjas, ni por los cultivos agrícolas; preocupa, por «cuantos barriles se han perdido». Es decir, lo importante es la cantidad de petróleo que se pierde, NO la vida y las inevitables consecuencias que sufrirá la población de Esmeraldas.
Hablamos de afectación de los ríos y hasta el mar, afectación de la actividad agrícola, cría de animales, anulación turística, desactivación de comedores y restaurantes, sin dejar de mencionar el tema educativo, de atención médica, del comercio en general, que se estatiza y para largo tiempo en nuestra provincia, que está a la espalda de un estado estafador, con pobladores que tampoco tienen conciencia de la importancia determinante de Esmeraldas y todo lo que representa para este país egoísta…
*Maestro de música, docente universitario, gestor cultural esmeraldeño.