Ebullición francesa

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Por Francisco Escandón Guevara

Francia está paralizada y en llamas. Lo que inició como un rechazo a la reforma neoliberal del sistema de pensiones se transformó en una crisis política que exige la renuncia del presidente Emmanuelle Macron.

Las protestas, reiniciadas en enero de este año, fueron desoídas por el régimen que decidió aplicar el artículo 49.3 de la Constitución para vía Decreto Ejecutivo, sin la autorización del Parlamento, precarizar el régimen del trabajo.

Esencialmente se aumentó la edad mínima para jubilarse, pasó de 62 a 64, y se alargaron los años laborales necesarios para acceder a una pensión completa. Además, Macron, suprimió la mayoría de los regímenes especiales, pero privilegió el de los diputados y senadores que con pocas aportaciones logran pensiones similares al de un obrero que trabajó durante toda su vida.

Esta imposición es la prolongación obligatoria de la vida laboral, la concreción de un mecanismo de sobreexplotación, una mayor producción de plusvalía de los trabajadores que se concentrará en manos de un puñado de propietarios de los grandes medios de producción.

A la par que el gobierno califica como necesaria la reforma, la impone con una brutal represión policial. En tanto, los medios de comunicación hegemónicos invisibilizan las masivas huelgas, que cada día se radicalizan más, con portadas amarillistas para evitar el contagio de la ebullición social francesa al resto de Europa y el mundo.

La reforma al sistema de pensiones de Macron es común en el llamado primer mundo capitalista y también en los países dependientes, los anuncios de quiebra de la seguridad social son consecuencia de una desaceleración de nuevas afiliaciones por causa de la desregularización del trabajo, uberización, y el despojo arbitrario de los fondos de los afiliados por parte del Estado.

Las élites ecuatorianas reprodujeron ese mismo esquema, al tiempo que precarizaron la seguridad social. No contentos con ello, a través del gobierno de Lasso, aún intentan imponer una reforma al IESS con el espíritu perverso al decretado por Macron.

Si los intereses de mercantilizar todo es el epicentro de la agenda de los dueños del capital, la defensa de los derechos laborales es innegociable en cualquier latitud del planeta.

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