Por Francisco Escandón Guevara
Las elecciones generales del 2025 fueron inéditas, nunca antes en la historia del Ecuador los votos se polarizaron alrededor de dos candidatos a la presidencia que concentraron más del 88% de los votos válidos y la representación conjunta de, al menos, 133 de los 151 asambleístas en disputa.
Este escenario no es casual, es el resultado de múltiples variables que determinaron la conducta electoral e ideológica de los ecuatorianos. Hay una combinación concurrente en el discurso de polarización; el correísmo y el oficialismo de Noboa coincidieron en la narrativa que sólo cabían dos opciones electorales e invisibilizaron a la gran mayoría de opciones presidenciales, así simplificaron el debate político en una lógica binaria, sin otra alternativa.
El eco de los grandes medios de comunicación, tutelados por los grupos económicos de poder, fueron determinantes en la repetición persistente de los mensajes que posicionaron este escenario; así también lo hicieron los algoritmos de las redes sociales, el millonario pautaje y las interacciones inorgánicas influyeron en la formación de la opinión pública consumida por millones de ecuatorianos.
Tal es el éxito de esa burbuja de información que la gran mayoría de los votantes son víctimas de esa trampa de la polarización. Hay votantes de los finalistas electorales que desconocen quiénes son los candidatos a la vicepresidencia que estarán en el balotaje o a quiénes eligieron cómo asambleístas nacionales o provinciales.
La polarización, sus estrategas y las herramientas de difusión sedujeron a los indecisos e incluso revertieron intenciones de voto que eran distintas a esta camisa de fuerza. Los sufragios que obtuvieron Noboa y González suman más allá de sus votos duros, también hay segmentos del voto útil e incluso de un voto vergonzoso que se decidieron por el mal menor incidido por una agresiva campaña centrada alrededor del miedo y de las famosas encuestas que perdieron su carácter científico-predictivo y se convirtieron en instrumentos de propaganda.
Para el balotaje de abril cada quien reclama su favoritismo. La campaña será una versión más agresiva de lo que fue la primera vuelta: insultos, fake news, trolls, encuestas, denuncias, algoritmos, influencers, etc., remplazarán a las propuestas.
Quienes pasaron o están en el gobierno quieren que ser electos otra vez y su mejor argumento es ser menos malos que su contendor. ¡Vaya sistema, yo me rebelo!