El belicismo insulso de un gobierno amateur

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Por Dr. Luis Córdova-Alarcón*

«Para conseguir la paz tenemos que hacer la guerra», sentenció el nuevo Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, durante su posesión en el Palacio de Carondelet, el pasado 30 de noviembre. Días más tarde, la flamante superministra de Gobierno y del Interior pontificó siguiendo el mismo guión belicista «tenemos que entender que estamos en una guerra». Y anadió ribetes de un heroicismo trasnochado mencionando al Quijote y retando a la misma muerte para refrendar su compromiso patriótico.     

En ambas alocuciones hicieron de todo, menos darle sustancia al mensaje. Se trató de un belicismo insulso que esgrime un gobierno amateur; casi como el de Lasso, pero con el agravante de que se ignoran los errores pasados.

Mientras el Presidente Noboa busca desesperadamente completar las designaciones más importantes del frente de Seguridad, los ya posesionados tocan tambores de guerra y anticipan la victoria.

Parece que fue ayer cuando el ex presidente Lasso declaraba la guerra al narcotráfico (julio 2021), a la minería ilegal (enero 2023), a los terroristas (mayo 2023), sin que la espiral de violencia criminal se detenga.

Después de dos años de un gobierno –el de Guillermo– que erró de forma olímpica en materia de seguridad, cualquier ciudadano sensato esperaría que el nuevo gobierno aprenda del  pasado. Pero no. No han tardado dos semanas en montarse en el mismo relato belicista que nos conducirá, de forma inexorable, a los mismos resultados.

Dos preguntas son urgentes: ¿Por qué persisten en la misma fórmula de proclamar la «guerra» sin saber cómo ganarla? Y ¿Por qué es un error pensar en términos bélicos el problema que padece el Ecuador?

 Para sugerir una respuesta, aprendamos del pasado (historicemos nuestro presente)  y de los vecinos (comparemos nuestra realidad).  

En 2003, el presidente salvadoreño Francisco Flores anunció el «Plan Mano Dura» para combatir a las pandillas y reducir la tasa de homicidios. No lo consiguió. Entonces, vino el siguiente gobierno, del presidente Antonio Saca, quien en un derroche de creatividad e ingenio anunció un nueva política denominada «Súper Mano Dura». Las maras se fortalecieron como nunca.

La respuesta belicista del gobierno salvadoreño no podía tener éxito en un país en el que la mayoría de sus niños, niñas y adolescentes carecía de un «horizonte de futuro» alternativo a la violencia criminal. Mientras policías y militares hacían “su guerra” y sus negocios en torno a ella, las políticas de «ajuste fiscal» del Estado salvadoreño abonaban el terreno para que las pandillas recluten sus ejércitos de descamisados.

O miremos el caso de México, durante la presidencia de Felipe Calderon (2006 -2012). Agobiado por la creciente ola de violencia decidió declarar la «guerra al narcotráfico» y abrir los cuarteles policiales para reclutar jóvenes desempleados. El resultado fue funesto: el reclutamiento masivo de policías condujo a su descalabro institucional y el dar rienda suelta a los militares en el campo produjo una estela de desapariciones sin precedentes.

Ecuador parece un experimento cruel de calco y copia. Por un lado, se apuesta por políticas de «desregulación fiscal» y prebendas para los más ricos, acentuando las desigualdades de todo tipo. Por otro lado, se opta por la «mano dura» como la única fórmula posible.  

En un país donde sus adolescentes aspiran a ser sicarios o miembros de las pandillas que constituyen la base de la pirámide criminal, como lo reveló recientemente un diario local,  ninguna política belicista tiene probabilidad de ser exitosa. A menos que se busque consolidar una «democracia homicida».

*Coordinador del programa de Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central del Ecuador.

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