Por: Remo Cornejo Luque
Entre 1997 y 2005 tuvimos un triunvirato que duró tres horas (21 de enero de 2000) y siete presidentes de la república. Hoy, entre 2017 y 2020 ya contamos 4 vicepresidentes. Nuestro país es un escenario de lucha social y crisis política que, hasta ahora, desembocan en el recambio institucional. Mientras haya intereses económicos, políticos y sociales contrapuestos, siempre habrá lucha entre clases sociales, lucha por ser gobierno y para favorecer a la clase social a la que pertenecen y representan.
La terna para designar el cuarto vicepresidente obedece a la línea de los que negociaron a nombre de Ruptura 25 y no deja de ser un insulto para las aspiraciones de cambio que reclama el Ecuador de hoy. Es el continuismo de una impronta corrupta inaugurada, con hambre atroz, por Correa en el 2006.
María Paula Romo, protagonista represiva contra el levantamiento indígena y popular de octubre pasado está involucrada en el escándalo de corrupción del reparto de los hospitales y demás cuotas de poder para captar los votos en la Asamblea Nacional (AN). Los audios difundidos por el departamento de investigación de la policía nacional la comprometen.
Juan Sebastián Roldán, personaje arrogante, es el brazo derecho de Moreno, es también responsable de la criminalización de la protesta social y del mal manejo de la pandemia, fiel sirviente de los grandes grupos empresariales y del FMI.
María Alejandra Muñoz, designada vicepresidenta por una AN que tiene aproximadamente un 10 % de aceptación, fue asesora jurídica de la presidencia de Gustavo Noboa; Gerente de proyectos estratégicos de la Corporación El Rosado; subsecretaria del Ministerio de Gobierno en el correísmo; fue parte del equipo jurídico de la Cervecería Nacional; Subsecretaría de Agenda estratégica de Presidencia de Lenin Moreno; y, Ministra de Aduanas. Ella permitió la importación de 6 500 vehículos sin impuestos para “discapacitados”. Recordemos que este escándalo del uso indebido del carné de discapacidad está en investigación, donde asambleístas, jueces, funcionarios gubernamentales y otros de alta influencia política están involucrados, y la ciudadanía exige que se haga justicia y se sancione con rigor a autores, cómplices y encubridores.
Entre tantos desaires y escándalos de corrupción que rayan toda base ética y moral, renace la esperanza de los pueblos del Ecuador de que falta poco para cerrar un largo capítulo obscuro del gobierno de Atraca País y de que se inaugure una nueva era en la política ecuatoriana.
Todos los partidos que nos han gobernado, desde el retorno de la democracia representativa, y muy particularmente aquellos de los últimos 25 años, sufren un desgaste acelerado en la credibilidad popular porque ya demostraron que han sido incapaces de resolver: empleo, salud, educación y vivienda para la mayoría de la población.
El campo popular, las organizaciones sociales y políticas identificadas plenamente con el anhelo de cambio social, con el combate frontal a la corrupción y de que los pillos devuelvan lo robado, con el firme compromiso de que primero es el ser humano antes que el pago de la deuda externa, con visión comunitaria para reactivar el aparato productivo urbano y rural, se presenta con buenas opciones y perspectivas de ser gobierno.
Entre los diversos nombres que surgen del movimiento indígena, sobresale la figura de Yaku Pérez, y es él quien, -a mi manera de ver y analizar-, se vislumbra como alternativa, como aglutinante de los pueblos y nacionalidades indígenas, del pueblo negro y de la mayoría de la población mestiza; de los trabajadores del campo y de la ciudad; de los pequeños comerciantes y trabajadores por cuenta propia; de la juventud, de las mujeres, de los profesionales; de los grupos GLBTI; de los emprendedores democráticos y progresistas. La construcción de este proyecto unitario, desde las bases, cuenta con trayectoria organizativa y de resistencia popular; se erige con un programa político anticrisis; es un catalizador, una necesidad imperiosa y va ganando adhesión a diario.
Por primera vez en la historia ecuatoriana, en una GRAN MINGA UNITARIA, donde flamee al unísono el tricolor patrio, la whipala y la bandera roja de los trabajadores, los pueblos tienen la oportunidad de tener su verdadero representante en la presidencia de la república. ¡Abracemos esta posibilidad cierta, escribamos la nueva historia de la Patria!