Por Jaime Chuchuca Serrano
El peor efecto de la violencia armada es la normalización de la muerte, de los delitos, el sicariato, las matanzas, las balaceras. La normalización de la criminalidad es la creación de un patrón social y psicológico que acepta como regular, algo a lo cual la población no estaba acostumbrada. Ante la angustia y la impotencia social, han surgido dos efectos poco abordados: el descontrol del poder punitivo y la justicia por mano propia.
El poder punitivo es ante todo político. Las instituciones punitivas están jerarquizadas desde la presidencia, el gabinete de gobierno, el comando militar, policial, las instituciones carcelarias, seguridad, espionaje y otras que reglan desde arriba el orden sobre la criminalidad. En la situación ecuatoriana actual, el poder punitivo se descontrola por dos razones: 1) por impotencia e ineficacia de las organizaciones estatales punitivas y 2) por coparticipación en hechos delictivos. El descontrol del poder punitivo se ve en el apresamiento de personas sin procesos judiciales y sin méritos, pero también por la libertad de presos claramente culpables.
En un mismo día, en Esmeraldas asesinaron a un ex fiscal, a un militar y hubo tres explosiones: 2 coches bombas y otra con elementos caseros. Al día siguiente, se linchó a un individuo por ser un supuesto delincuente. Estos hechos suscitados bastarían para mostrar la aterradora problemática, pero además hay sicariatos múltiples en Guayas y Manabí, y tres personas fallecen en explosiones por llevar armas a la Penitenciaría del Litoral. A esta violencia del narcotráfico “normalizada” y elementos de justicia por mano propia, se suma el apresamiento por la policía de 8 activistas del Movimiento Guevarista por tener vínculos con el “terrorismo”, las pruebas: talleres, escuelas de formación política, viajes, fotos con banderas. En otras palabras, un “chivo expiatorio” formado por el descontrol del poder punitivo.
Aunque el Ministro Carrillo dice que han bajado las muertes violentas, -quizá para que no se atemorice la esposa de Biden que visitó el país- no lo sostiene con datos, y la percepción de la gente, al contrario de su opinión, es que han crecido. En este cada vez menos creíble discurso del gobierno, -junto a la venta de mentiritas del avión presidencial a Colombia, que generó un impasse entre Lasso y Duque-, se celebra la tranquilidad de la justicia ecuatoriana con la suspensión por 90 días del Presidente de la Corte Nacional de Justicia, Iván Saquicela, por parte del Consejo Nacional de la Judicatura comandado por gente de Lasso. Saquicela se defiende arguyendo que es la metida de mano en la función judicial. Así concluye una semana “normal” para una justicia que hace lo que quiere: sacó de la cárcel a Glas para que tome el aire y ahora le pide que vuelva. ¡Qué grande es la seguridad jurídica que logró el presidente Lasso!