Por José Luis Bedón*
Desde el Primer Levantamiento de las Nacionalidades y Pueblos en 1990, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) ha sido objeto de reiterados intentos de división impulsados por sectores sociales que ven en ella una amenaza al orden establecido. Las clases dominantes, particularmente los terratenientes de la Sierra, rezagos de un régimen colonial basado en la propiedad feudal sobre la tierra, ligados a un sector jerárquico de la iglesia Católica (Opus Dei[1]) se declararon en los enemigos de la emergente organización social que inició una serie acciones de lucha por ser reconocida como nuevo actor social y político; que más allá de la tradicional lucha campesina, percibida así por un sector de la izquierda en un momento anterior de la historia, planteaba una lucha por el reconocimiento y la autonomía de las nacionalidades y pueblos indígenas del Ecuador. A pesar de ello, la emergente Conaie, devenida de organizaciones precedentes como la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), fundada por el Partido Comunista del Ecuador, se nutre de la ideología de la lucha de clases y la transformación revolucionaria de la sociedad para enarbolar y ampliar su propia agenda.
Otra fuente de la que se alimenta la histórica lucha de la Conaie y a la que le debe gran parte de su pensamiento e inspiración fue la solidaridad propuesta por monseñor Leonidas Proaño y la Teología de la Liberación, corriente política que al interior de la Iglesia Católica cuestiona la jerarquía y proclama su “opción preferencial por los pobres”, inspirada también en la poderosa influencia de la visión marxista dentro de los creyentes y sacerdotes latinoamericanos que se radicalizan en sus propuestas de fundar “La Ciudad de Dios”, aquí y ahora en la Tierra y en contra de todas las formas opresivas de la sociedad, como en la que se hallaban sumidos los pueblos indígenas; sometidos al concertaje, el huasipungo, el derecho de pernada y otras formas abominables de explotación, marginalidad y negación de este conjunto de seres humanos, “los más pobres entre los pobres”.
Proaño, “el obispo de los indios”, en 1960, no lejos de cierta visión paternalista y evangelizadora, hizo su propia reforma agraria (1964[2]) y devolvió a los indígenas las tierras de las haciendas que estaban bajo el poder de la diócesis y la curía de Riobamba, entre ellas la ex hacienda de Zula, que se ubicaba en la parroquia de Tixán, Cantón Alausí, provincia de Chimborazo, cuyas tierras fueron reintegradas a sus propietarios ancestrales del pueblo kichwa-puruwa, que recobró con esta acción su autoestima y recibió un gran estímulo para la organización y la lucha futura, en la que se inspiró, por ejemplo, la aparición de la “Unión de Organizaciones Populares Inca Atahualpa”, que se crean en esa y otras zonas de la provincia de Chimborazo, mientras en otras provincias de la serranía se extiende la lucha principalmente por la recuperación de la tierra y la abolición de las grandes haciendas, la educación de los indígenas bajo el lema: “Educar es liberar” con la creación de la Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE), la promoción en 1988 con la CONAIE de la campaña “500 años de Resistencia Indígena”.
La lucha por la tierra de las nacionalidades y pueblos de la Sierra se transforma en una lucha por la legalización de los territorios ancestrales de las nacionalidades y pueblos indígenas de la Amazonía y la costa ecuatoriana. La lucha de una Conaierecién surgida, adopta especialmente en la Amazonía otras características dadas las diferencias entre las regiones geográficas del Ecuador, sus habitantes, sus culturas y sus historias; factores que resultarán posteriormente gravitantes para el desarrollo de la organización así como también para nuevos intentos de división de la Conaie.
“Nada solo para los indios“
Pronto la lucha por reivindicaciones propias de las nacionalidades y pueblos experimenta un desarrollo cualitativo y se prolonga hacia reivindicaciones de otros sectores sociales no indígenas pero igualmente oprimidos, como los pobladores de las ciudades, con los que se establecen fuertes alianzas que se evidencian en los futuros levantamientos. Las movilizaciones, marchas y levantamientos de la Conaie han tenido, en su momento, diversos aliados como los trabajadores sindicalizados del sector público y privado -en un tiempo muy poderosos-, los maestros, los estudiantes, las organizaciones de los barrios populares, las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), las organizaciones de mujeres, los ecologistas, los defensores de derechos humanos, los artistas, los intelectuales, los profesionales; algunos de los cuales conformaron la desaparecida Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), al igual que otros sectores menos confiables y ambiguos como el de los taxistas (la “fuerza amarilla”), y supuestos militares nacionalistas entre otros, que junto a la que la Conaie protagonizaron memorables luchas en contra de las privatizaciones y gobiernos neoliberales.
Toda esta lucha ya no es exclusivamente por temas étnicos o identitarios, se transformó en una lucha anticlasista, solidaria con otros oprimidos y en contra de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), las recetas y los ajustes neoliberales que tratan de imponer los “Chicago Boys”[3] nacionales de los gobiernos de turno.
Como ejemplo de este ascenso cualitativo de la lucha popular de la Conaie, “nada solo para los indios”, no se puede olvidar que el levantamiento de 2001, a instancias del gobierno de Gustavo Noboa Bejarano[4] que sustituyó a Jamil Mahuad derrocado por el movimiento indígena popular y militar, se vio obligado a no tocar el precio del cilindro de gas de uso doméstico, que desde esa fecha hasta el presente cuesta un dólar sesenta centavos (USD 1,60 ctvs.) en los escasos depósitos del combustible que quedan; sin que hasta la fecha ningún gobierno se haya atrevido a tocar el subsidio sobre este combustible, que no es de exclusivo consumo del mundo indígena rural sino del mundo no indígena, citadino y mestizo, que ya no recuerda el precio, ni el beneficio que recibió de esa lucha, que jamás fue exclusiva por reivindicaciones indígenas; como son la fundación del Estado Plurinacional, la salud indígena, la educación intercultural bilingüe, los derechos colectivos, entre otras luchas exclusivamente sectoriales.
La lucha por reivindicaciones propias de las nacionalidades y pueblos se prolonga hacia reivindicaciones de otros sectores sociales igualmente oprimidos. FOTO: Archivo Conaie
Una Conaie plurinacional e intercultural
La Conaie ha dado históricamente pasos fundamentales hacia una relación intercultural[5], incluyente con la sociedad mestiza, en un reconocimiento respetuoso de igual a igual, en el que no hay culturas superiores sino culturas diversas de similar valor. Concepción de interculturalidad que se aleja de la concepción multicultural de las élites del capitalismo global que dicen aceptar las diversidades culturales pero a condición de que permanezcan sometidas y subordinadas a una superioridad cultural occidental, eurocentrada, blanco-mestiza, cristiana, patriarcal y burguesa. En el plano de la lucha social la interculturalidad es mutuamente incluyente, tiende puentes de recíproca aceptación entre indígenas y no indígenas en torno a sus luchas particulares y mancomunidad de intereses con otros sectores populares y sociales, compañeros en el largo proceso de liberación social y nacional.
El liderazgo compartido de la Conaie con sectores sindicales como el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), el Frente Popular (FP), la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS) y otros sectores, le granjean a la Conaie una gran simpatía en el conjunto del pueblo empobrecido y de la clase media baja, que ve representados sus intereses en las luchas de las nacionalidades y pueblos y el movimiento social y popular durante las tres últimas décadas.
Tal amalgama de sectores organizados han logrado coadyuvar al derrocamiento de tres Presidentes, frenar el avance arrollador de las políticas neoliberales de las privatizaciones de los sectores estratégicos del Estado ecuatoriano (Proyectos Trole I, II y III, de Flexibilización laboral), los ajustes y reducción de presupuestos para educación, salud y agricultura para honrar la deuda externa con el sacrificio de los más pobres, echar abajo el Tratado de Libre Comercio (TLC) y el Área de Libre Comercio (ALCA), vieja aspiración de las élites económicas ligadas a las corporaciones transnacionales e imperiales, que perdieron ante una coalición de sectores sociales latinoamericanos y mundiales nucleados en el Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre.
La lucha contra el Plan Colombia, contra las aspersiones del glifosato en las fronteras con Ecuador, por la expulsión de la Base norteamericana de Manta, entre otras protestas protagonizadas por estos grupos sociales liderados por la Conaie, le han ubicado no solo en la posibilidad, hasta ahora frustrada de llegar a ser gobierno, sino fundamentalmente en el centro de odios y acciones estratégicas y concertadas a nivel nacional e internacional para dividir a esta poderosa organización, que en sus mejores momentos inspiró a organizaciones similares en el continente, como las de Bolivia, que con mejor estrategia han llegado a la dirección del gobierno y el Estado en ese país andino hermano.
El enemigo diversifica sus estrategias de división de la Conaie
Las estrategias de división del Movimiento Indígena y particularmente de la Conaie han mostrado ser muy persistentes como incisivas y llenas de muchos recursos, provenientes de grupos económicos y sociales, fundaciones, ONG, y gobiernos nacionales y extranjeros que han obtenido una relativa eficacia en sus objetivos.
Las diversificadas formas de esos intentos de división de la Conaie orquestados por esos sectores, principalmente gubernamentales, se han decantado en procesos de división, cooptación, clientelismo, oportunismo político, entre otras formas de segmentación, fragmentación y desintegración de la organización, enfatizando en las diferencias geográficas regionales entre pueblos indígenas de la Costa, Sierra y Amazonía, cuyas historias de sometimiento, opresión y rechazo al colonialismo español, criollo republicano y burgués fueron diferentes y afectaron fundamentalmente a los pueblos kichwa de la Sierra; y, menos a los pueblos de la Costa y la Amazonía, que son, por tanto, menos golpeados, menos conscientes políticamente, más vulnerables y más proclives a intentos de traición y división de la Conaie.
Otro aspecto explotado en la aspiración de dividir a la Conaie es la intolerancia religiosa entre creyentes cristianos católicos y creyentes cristianos evangélicos, cuyas iglesias registran un gran avance entre las comunidades indígenas principalmente de la sierra, y promueven estas diferencias como estrategia de fraccionamiento de la organización de las nacionalidades y pueblos, que se confirma con la aparición y surgimiento del Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicas del Ecuador, más conocida como la (Feine).
Otra forma de división que se ha ensayado, es desde una supuesta división entre campesinos e indígenas, es decir entre mestizos del campo, que al igual que las nacionalidades y pueblos indígenas se dedican a la agricultura, pero que tendrían intereses supuestamente no compatibles. Se trata de una división que esboza y sugiere un racismo velado de mestizos citadinos llevado a un quebrantamiento entre campesinos e indígenas que viven en zonas rurales. Esta estrategia se basa en un ahondamiento del racismo pre existente desde la Colonia, pero apologizado por visiones y concepciones blanco-mestizas hispanófilas como eurocéntricas. En el marco de una supuesta división entre los intereses de los campesinos, por un lado, y el de los indígenas, por otro, desde una distorsionada perspectiva, que quizá ha hecho posible el surgimiento de un referente organizativo paralelo que aumenta el fraccionamiento de la Conaie y el Movimiento Indígena con la aparición de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas Indígenas y Negras (Fenocin).
Otra estrategia de división de la Conaie y quizá la más peligrosa que se ensaya en los presentes días, se materializa a partir de la cooptación y el clientelismo político aplicado a dirigentes de las nacionalidades y pueblos, que venden sus conciencias a cambio de cargos públicos, privilegios, canonjías y beneficios que despiertan y exaltan la codicia y el oportunismo. Esos dirigentes se pasan al bando de los gobiernos de turno sin experimentar vergüenza ni remordimiento por traicionar a sus pueblos, se entregan a la sociedad de mercado y consumo que estimula en ellos valores anti comunitarios como la ambición, el egoísmo y el individualismo más grosero.
La democracia liberal burguesa un factor de la división y el oportunismo
El mayor espacio de la ambición y el concurso de los intereses personales, que se desatan a instancias de las elecciones seccionales y presidenciales, cada cuatro años, son los procesos de elecciones en las que todos quieren ser candidatos y ser elegidos para enquistarse en las instituciones públicas como garantía de ascenso social y obtención de riqueza fácil, que en muchos casos bordea la corrupción con los dineros públicos. Este espacio se ha inaugurado en el patio mismo de la Conaie con la creación del Movimiento Pachakutik (1995), que según respetables perspectivas, es un espacio para la introducción de los miembros de las nacionalidades y pueblos en los antivalores del liberalismo político burgués y su lógica mercantil y consumista del capitalismo de periferia, que pervierte los valores comunitarios de la solidaridad, la cooperación, la reciprocidad, la complementariedad, el respeto a la naturaleza y otros valores que han resistido más de 500 años, a pesar del genocidio colonial, neocolonial y postcolonial.
El sistema político liberal burgués de representación electoral al que juega el Pachakutik, actualmente, fomenta una representación sin política, sin lucha social, sin conflicto social; cancela de facto las contradicciones sociales, suspende como -si se pudiera- la lucha de clases. Es un marco teórico en el cual los partidos políticos son los intermediarios de las demandas ciudadanas al Estado, apenas por las denominadas “políticas públicas”, enfatizadas por una sociología oficial que cree en los expertos y los amos universitarios que todo lo resuelven. La democracia liberal instituida parte de una trampa que se basa en la representación-delegación del poder político en manos de una supuesta “clase política”: la única facultada para hacer política en nombre de…Una política que se reduce a la votación y al enajenamiento de las capacidades de acción política popular en función y a favor del juego de las élites (la clase política). Pero la política es mucho más que esa caricatura de representación siempre traicionada, fraudulenta, que demanda la tarea de volverla participativa, una democracia directa, una democracia comunitaria, compatible con un Estado Plurinacional.
La consecuencia de esta visión de las élites sobre lo que asumen es el sistema político intenta confundir la acción política que correspondería en exclusiva al Movimiento Político con registro electoral: el Pachakutik, quitándole a la Conaie supuestamente el hacer también política, ya que es un movimiento social y no un movimiento político. Una absurda confusión que también se ha tratado de imponer con claros propósitos de romper a la Conaie y al Pachakutik.
Emergen formas híbridas de “barniz académico” para dividir a la Conaie
Con la agudización de la crisis del capitalismo y del dominio político global nuevas estrategias de división se desatan sobre la Conaie y el conjunto del movimiento social. Conforme lo propone Raúl Zibechi, los Estados y sus cuerpos represivos, especialmente latinoamericanos, ya sabrían cómo lidiar con las revueltas y los estallidos sociales no así con los levantamientos más consistentes y que permiten fortalecer la organización popular. Estudios desarrollados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) revelarían que las clases dominantes esperan mucha inconformidad social en todo el mundo a consecuencia de la agudización de la crisis económica empujada por la pandemia. Según dicho informe la ola de inconformidad y protestas podría sobrevenir a medidos de 2022 y se buscaría prevenirlos, controlarlos y reprimirlos.
En este contexto quizá se explica la emergencia de grupos organizados a partir de ciertas “filosofías” y visiones políticas, que con un revestimiento académico e ilustrado pequeño burgués, proponen, por un lado, a nombre de una “nueva izquierda”, “una tercera vía”, “un giro ontológico y epistémico” alternativo al “sistema occidental” eurocentrado, un paradigma que pone en el mismo saco a la derecha y la izquierda por ser parte de “una misma matriz constitutiva”. Visión que recupera con acierto el pensamiento y el sentir ancestral andino de la Pacha Mama (La Madre Naturaleza), pero que va de una metáfora con poder emancipador a un racismo al revés, una suerte de fascismo indigenista que estaría proponiendo de paso el alejamiento de posiciones de clase, concepciones interculturales e incluyentes hacia posiciones excluyentes, sectarias, etnocéntricas, de un supuesto rompimiento epistémico con el occidente colonial, que rompe incluso con las corrientes del giro decolonial[6], que enarbolan varios pensadores latinoamericanos en contra del lastre del colonialismo y neocolonialismo.
Al parecer esta peligrosa postura de “pensamiento” busca en última instancia una subversión interna en el seno del movimiento indígena, que le haría retroceder en sus luchas y en lo caminado en estas tres décadas, condenando a la Conaie al aislamiento y el ostracismo político; en un contexto social de mayoría mestiza, donde dicha posición resultaría anacrónica y absurda como aquella que plantea regresar a la refundación del Tawantinsuyo. En estos términos esta visión se aproxima al diversionismo[7] o sabotaje ideológico, tanto como la visión del denominado “Ñukanchik Socialismo”, un retorcido socialismo afín a posturas más bien socialdemócratas, tecnocráticas, neokeynesianas, desarrollistas, progresistas y quizá populistas y curuchupas, como las del caudillo al que apoyan, y al mismo tiempo se autocalifican de izquierda: la “izquierda posible”, una izquierda pragmática, ilustrada, académica, pequeño burguesa, capaz de pactar con la derecha y luchar contra toda izquierda que se proclame anticapitalista. Es decir, aquella izquierda contra la que no dejan de denostar como “izquierda imposible”, la izquierda utópica, la izquierda revolucionaria, a pesar de que así mismos se llaman revolucionarios. Este retorcido correismo engendro de la “revolución Ciudadana”, que se dice la “izquierda posible” y que en el fondo lucha en contra del marxismo; y aunque lo cita más bien lo usa, lo utiliza, y con paradoja de por medio defiende la modernización capitalista implementada en el Ecuador por el gobierno del caudillo Rafael Correa, ahora aliado de Jaime Nebot y Guillermo Lasso en la manipulación del CNE y TCE, para propiciar el fraude electoral que dejó fuera del camino y de la opción de ser gobierno a Yaku Pérez y al Movimiento Pachakutik, burlando así la voluntad popular en las elecciones de 2021.
Dos tendencias nocivas y por igual escisionistas que se suscriben a un presunto debate, que se debe entender como una digresión, en momentos en que el movimiento indígena y su representación política y su propuesta de gobierno: “La Minka por la Vida”, reciben más del 20 % del respaldo popular en las elecciones del 7 de febrero de 2021, y se convierte en la segunda fuerza política capaz de oponerse a cualquier nuevo gobierno y se pone a tiro de lograr nuevos triunfos electorales e incluso llegar al gobierno en 2025, si es que un nuevo fraude no lo impide.
Dividir a la Conaie y a su expresión electoral el Pachakutik resulta crucial para sus enemigos dado que en las calles y en la Asamblea Nacional estas fuerzas sociales y políticas cuentan con la legitimidad de la representación y el respaldo popular logrado en las urnas y en el levantamiento de octubre de 2019. Fuerzas populares que continuarán respaldando el programa de gobierno, la honestidad y la lucha de Yaku Pérez en contra del extractivismo minero, que es un imperativo de acumulación para el capital, y las políticas de ajuste: “al cuello y al bolsillo de sectores sociales empobrecidos”, para cumplir la agenda neoliberal del “liberalismo financiero globalista”; cuyos “tanques de pensamiento” (Tink Tanks), gabinetes estratégicos y laboratorios de ideas e investigación siguen empeñados en dividir y subordinar no solo a la Conaie sino a todo el movimiento social mundial antisistema.
Dividir al Foro Social Mundial les fue relativamente fácil, dejándolo sin convocatoria y casi con nula representatividad y relevancia. De la mano de las “filosofías post”[8] del postmodernismo, el postestructuralismo y el postmarxismo. La derecha mundial se aprovechó de esta deriva de la Escuela Francesa para deslegitimar la lucha de clases, la superación de las contradicciones materiales mediante la revolución, y en cambio promueve luchas sectoriales y fragmentarias, que sin dejar de ser legítimas, como las luchas por la identidad cultural, nacional, étnica, lucha contra la violencia de género, los derechos reproductivos de las mujeres, los derechos de la naturaleza, de los animales, entre otras; pretenden superponerse como transversales a pesar de ser tangenciales, y están llamadas a sumarse a las luchas históricas por la superación de las contradicciones de clase en contra de todas las formas de explotación, sometimiento y la exclusión; menos simbólicas y culturales y más arraigadas con la base material de la vida social y la Economía Política; que intentan negar sistemáticamente las clases dominantes para impedir la unidad y las luchas de los oprimidos.
Estos esquemas de dominio social y hegemonía global resultan ser funcionales en el viejo objetivo de dividir la organización popular, a la que contribuyen grandes capitales y organizaciones no gubernamentales (ONG) que operan en el mundo como las fundaciones: Ford, Rockefeller, Microsoft, Open Society; esta última financiada por el magnate financiero George Soros, que auspicia una diversidad de movimientos sociales: identitarios, etnicistas, feministas, ecologistas, etarios, de género, glbti, Queer[9], entre otros que se cuidan de no cuestionar el sistema capitalista y consiguen arrancar ciertas concesiones legales de los Estados a su favor y a la vez fragmentan la lucha social de sectores y movimientos sociales más avanzados como los grupos anticapitalistas y postcapitalistas, que resultan ser disfuncionales para el interés del liberalismo financista global y su proyecto político hegemónico del que forman parte: Soros, Bill Gates, Barak Obama, el Wall Street, el complejo militar-industrial, el mainstream mediático, Hollywood, el Sillicon Valey, agrupados en el denominado “Estado Profundo”; conciencia política de la burguesía financiera globalista que intenta resolver sus contradicciones con la burguesía industrial pro fascista encabezada por el ex Presidente de los EE.UU., Donald Trump, en su lucha por el control hegemónico del capitalismo mundial.[10]
La división de la Conaie y sus enemigos recién llegados
Ya habíamos dicho páginas más arriba que están emergiendo nuevas amenazas que prometen hacer girones con el movimiento indígena ecuatoriano y su proyecto político, mediante visiones sectarias, nacidas de una cierta fiebre pequeño burguesa, supuestamente radicalizada pero más bien conservadora, que imposta herramientas teóricas supuestamente marxistas, que proponen a la Conaie y al movimiento indígena enancarse en proyectos modernizadores del capital, desde visiones progresistas, desarrollistas, tecnocráticas, neokeynesianas; de una supuesta “izquierda posible”, que enaltece las banderas del “Socialismo del Siglo XXI” y la Revolución Ciudadana” y rinde falso tributo al “Sumak Kawsay” o el “Buen Vivir” y se hace llamar a sí mismos como: “Ñukanchik Socialismo”.
Junto a estas vertientes de la confusión política y el intento de dividir al movimiento indígena ecuatoriano, la Conaie y el Pachakutik, vienen iniciativas que se propondrían retomar el pensamiento marxista de Carlos Mariátegui, pensador peruano que propone un socialismo indoamericano a mediados del siglo pasado, visión que se debate entre constituirse en un sujeto histórico o quedar como un misticismo revolucionario. Filosofía emancipadora que por supuesto nada tiene que ver con la “Revolución Ciudadana” y el “Socialismo del Siglo XXI”, que definen erráticamente la política del conservador y desarrollista ex presidente Rafael Correa, que en su década de gobierno, desde Dayuma a Tundayme, persiguió, judicializó y criminalizó la lucha del movimiento indígena considerándola “terrorista”.
Hoy, Rafael Correa auspicia un nuevo asalto electoral para encaramar en el gobierno a un desconocido como dócil economista servil, neokeynesiano, con un cuestionado pasado burocrático, que le servirá para continuar el proceso de división de las organizaciones populares que se le opusieron, como lo intentó con la Unión Nacional de Educadores (UNE), y la propia Conaie. Esta vez y al fragor de las elecciones se propone crear una denominada “Conaie Progresista” encabezada por Ángel Tipantuña, conocido dirigente oportunista de la provincia de Cotopaxi, funcionario cooptado por el gobierno de Correa y que resulta funcional a los intereses del candidato presidencial del correismo en 2021.
Pero el enemigo ha ido más adentro para subvertir internamente a la Conaie y al Pachakutik desde el levantamiento de octubre de 2019, y se ha hecho con el respaldo oportunista e interesado del presidente prorrogado de la Conaie, Jaime Vargas y Leonidas Iza, presidente del Movimiento Indígena del Cotopaxi (MIC), que han sido corrompidos por el correísmo, quizá a cambio de altos cargos políticos en el posible nuevo gobierno e ingentes recursos económicos. Estas maniobras de división entre la Conaie y el Pachakutik se han evidenciado en el respaldo de Vargas e Iza al candidato correista Andrés Arauz y sus reiteradas oposiciones públicas al candidato de Pachakutik, Yaku Pérez; cuyo masivo respaldo recibido en las urnas por las bases de la Conaie desmienten una supuesta división de la organización y aíslan a la dirigencia correísta.
A la corriente del Movimiento Mariátegui, fundado por Dimitri Madrid, entre otros, pertenecerían los dirigentes pro Correa de la Conaie, Jaime Vargas y Leonidas Iza del MIC, al igual que Jaime Vargas presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), que lograron cierta notoriedad en el levantamiento de Octubre de 2019, pero que tras bastidores encarnan proyectos y ambiciones personales y oportunistas, que poco tienen que ver con el mariateguismo, que les ha servido de trastienda para impulsar una supuesta política de izquierda, y entre otras acciones ubicar a Diana Atamaint como presidenta del Consejo Nacional Electoral e influir en contra del Movimiento Pachakutik, del que Atamaint alguna vez fue parte, pero que es al igual que Jaime Vargas más afín a sus intereses personales y más cercanos a su mentor y amigo Marcelino Chumpí, dirigente derechista de la Conaie. Chumpí soñaba con un binomio: Nebot-Chumpí, en un pacto contra-natura entre el Partido Social Cristiano y Pachakutik y hoy apoya abiertamente al banquero Lasso. Pero Atamaint al igual que los otros dirigentes son también cercanos y serviles al correísmo, en cuyo gobierno la presidenta del CNE, que propició el fraude electoral contra Yaku Pérez y Pachakutik, fue consejera de la Conferencia Plurinacional e Intercultural de Soberanía Alimentaria (Copisa).
En la lógica de “divide y vencerás” empiezan a notarse otros pequeños movimientos confusamente autodenominados de izquierda y al mismo tiempo pro correistas, que se ubican del lado del candidato Arauz y en contra de Yaku Pérez. Estos movimientos son entre otros: “Octubre Rebelde Movimiento Ciudadano Plurinacional”, el “Movimiento Inti República” y otros, de los que poco se sabe y cuya acción se circunscribe a apoyos esporádicos a la dirigencia prorrogada de la Conaie, adscrita a su vez al proyecto correísta y el apoyo a un gobierno de Arauz, con el que se concretaría la ansiada división de la Conaie. División que no lo pudo realizar la derecha socialcristiana de León Febres Cordero, ni el supuesto “militar nacionalista” coronel Lucio Gutiérrez.
Los proyectos políticos de la vieja derecha del candidato banquero Guillermo Lasso, auspiciado por Jaime Nebot y la nueva derecha “progresista” de Andrés Arauz, apoyado por Rafael Correa, necesitan hoy más que nunca una Conaie débil y descuartizada, incapaz de luchar en defensa del agua, en contra la mega minería, en contra de los nuevos paquetazos económicos y los nuevos ajustes e imposiciones del FMI, las privatizaciones, más y mayores impuestos indiscriminados, recortes presupuestarios en salud y educación, y otras recetas del capitalismo financiero global, a la vez que una Conaie y un Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik que no vuelvan a levantarse como en octubre de 2019 o intenten tener nuevas opciones presidenciales claras de llegar a ser gobierno; que no fue posible en 2021, por el fraude electoral perpetrado por las élites sociales, económicas y políticas que llevaron al movimiento indígena y a Pachakutik al campo que mejor dominan y controlan: las elecciones.
Dividir a la Conaie y a su expresión electoral, el Pachakutik, resulta crucial para sus enemigos dado que en las calles y en la Asamblea Nacional estas fuerzas sociales y políticas cuentan con la legitimidad de la representación y el respaldo popular logrado en las urnas y en el levantamiento de octubre de 2019.
*José Luis Bedón es licenciado en Ciencias de la Educación y en Comunicación Social (2007), especialista Superior en nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (2014); magister en Comunicación (2016) por la UASB, Sede Quito; Investigador del, Ciespal, (2014).
[1] Opus Dei (“Obra de Dios”) Secta político-religiosa surgida al interior de la Iglesia Católica en 1938. Conocida como la “Mafia Sagrada” que tiene estructura propia y secreta. Existe, opera y tiende redes entre adeptos de las élites sociales y económicas cuyos intereses defiende y se propone influenciar y captar el poder político. En Ecuador Guillermo Lasso es supernumerario de esta secta, no lo niega y siempre repite: “Soy del Opus Dei…y ¿Qué?” https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/15/el-opus-dei-la-mafia-sagrada
[2] En este año empezó la Reforma Agraria en el país, encabezado por el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización (IERAC) cuyo proceso fue considerado posteriormente como un fracaso y una nueva frustración para la justicia redistributiva de la tierra y el agua en el Ecuador.
[3]Nombre que identifica a los economistas chilenos y no chilenos, formados en la Universidad de Chicago o seguidores de las ideas del padre del Neoliberalismo Capitalista, Milton Friedman. Economistas que impusieron el fundamentalismo neoliberal en el gobierno del dictador genocida, Augusto Pinochet, y otros gobiernos latinoamericanos y del mundo.
[4] Ex presidente del Ecuador, quien sustituyó a Jamil Mahuad luego de su derrocamiento el 21 de enero de 2000. A fin a la Democracia Popular (“Democracia Cristiana”), compañero de rezo y oraciones de Rafael y Fabricio Correa, Alberto Dahik, Alexis Mera, entre otros miembros del grupo apostólico llamado los “gustavinos” originado en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, parte de “La red del Opus Dei en América Latina”, cuya figura más importante en Colombia es Álvaro Uribe Vélez. Delgado Jara, Diego, El Gran Engaño. La derecha disfrazada en el poder. Ed. Gallo Rojo, Quito, 2011.
[5] La Interculturalidad plantea una relación de culturas en igualdad de condiciones, basada en la interacción, el diálogo respetuoso, la concertación, la integración y la convivencia, que rechaza toda forma de jerarquización cultural o de imposición y sometimiento de una cultura sobre otra, de subordinación o supremacía cultural como lo propone el Multiculturalismo promovido por las élites mundiales capitalistas y coloniales.
[6] Espacio de reflexión donde convergen formas de pensamiento decolonizador (descolonizador) y prácticas de resistencia sobre la diversidad epistémica más allá del capitalismo global, sustentadas por Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel, entre otros.
[7] Término surgido en Cuba en los años 70, que define acciones o ideas que son capaces de confundir o desviar la atención de la población de los intereses de la revolución.
[8] Tienen en común el convencimiento de suponer que han superado la racionalidad de la modernidad, el estructuralismo y el marxismo. Mantienen una postura crítica de desconfianza y ruptura con las tradiciones ideológicas de la modernidad, acusándolas de constituirse en relatos universales pero constituyéndose a sí misma como un nuevo relato. Ponen énfasis en el paradigma de la multiplicidad frente a la unidad, renuncian a concebir la historia como un proceso universal, reivindican la filosofía de la diferencia y la deconstrucción, que dan base a movimientos sociales que ya no disputan las contradicciones materiales y se orientan a una disputa convencional de las diversidades, las particularidades, y las singularidades, fraccionando las luchas sociales.
[9] Término inglés que se define como “extraño”, “poco usual”, relacionado con las personas que escapan de la clasificación heterosexual y de las ideas establecidas sobre sexualidad y género.
[10] Stulin, Daniel. La trastienda de Trump. ¿Quién es realmente Donald Trump? ¿Qué intereses lo sostienen? EBook, Planeta de libros, Editorial Planeta, 2017.