Por En Marcha
Cuando se habla de Federico Engels (20 de noviembre de 1820- 5 de agosto de 1895), por lo general, se pone como uno de los elementos más trascendentes el haber sido inseparable compañero de lucha de Carlos Marx; claro que sí, pero fue mucho más que eso, su aporte para cimentar los principios del marxismo es enorme. La obra de Carlos Marx y Federico Engels tiene una simbiosis, resultado del esfuerzo individual y conjunto, de conclusiones resultantes del intercambio de opiniones y estudios. Es más, algunas obras de Marx no habrían salido a luz sin su contribución.
Engels fue un científico, filósofo, progenitor de la teoría del socialismo científico, promotor de la organización de la clase obrera para luchar por la conquista del poder, escribió sobre temas militares, políticos, sociológicos, económicos, estética realista, entre otros. Hablaba con fluidez doce idiomas y leía en veinte. Resumir en un artículo los elementos esenciales de su vida, su aporte al pensamiento revolucionario del proletariado es imposible. Si se quiere conocer y comprender todo lo que la clase obrera y la humanidad entera deben a Federico Engels habría que leer mucho y tener un acercamiento a la práctica política revolucionaria.
Es conocido que Engels nació en una familia burguesa, su padre era un próspero empresario textil que quiso que su hijo tome las riendas de sus negocios, pero los mejores esfuerzos de aquel actuaron en sentido contrario, convirtiéndose en el iniciador de la fundamentación científica de la teoría del socialismo. Su tránsito de miembro de una familia burguesa a promotor de la ideología del proletariado, es el resultado de su enorme trabajo intelectual, del análisis y la crítica a las concepciones filosóficas idealistas reinantes en su época, que lo llevaron a encontrar respuestas y explicaciones sustentadas en el materialismo filosófico y el domino que tuvo de las ciencias naturales, la física, química y las matemáticas, fue un elemento fundamental para ello; el otro aspecto que le permitió dar ese paso fue su práctica social, signada por su estrecha relación con la clase obrera, que le permitió conocer y comprender los bárbaros niveles de explotación en los que encontraba sometida y vincularse a sus luchas para poner fin esa condición de clase explotada. «La única diferencia en comparación con la antigua esclavitud abierta es que el trabajador de hoy parece libre porque no es vendido de una vez por todas, sino poco a poco, por día, semana, año, y porque ningún dueño lo vende a otro, sino que se ve obligado a venderse a sí mismo», escribió en el libro La situación de la clase obrera en Inglaterra.
Bien puede decirse que el preludio de El Manifiesto del Partido Comunista (1848, Marx-Engels) es el texto Principios del Comunismo, escrito por Engels en 1847, que dio sustento al programa de la Liga de los Comunistas en su segundo congreso. El Manifiesto se convirtió –y es hasta hoy por su vigencia- en el documento esencial para comprender la interpretación que los comunistas tenemos del mundo y la vía para que la clase obrera pueda conquistar su emancipación. Antes, en 1845, Marx y Engels escribieron su primera gran obra en conjunto, La ideología alemana, que debió esperar ochenta años para su publicación.
Los principios fundamentales del socialismo científico los desarrolló Engels en su obra Anti-Dühring, del que Lenin dijo que, junto al Manifiesto del Partido Comunista, no debe faltar en manos de ningún obrero consciente. En sus páginas se desarrolla la dialéctica materialista no solo para comprender el funcionamiento de la economía y la sociedad, pues la presenta como el arma indispensable para demoler esas «verdades eternas» que presenta la burguesía para justificar su dominación; analiza las leyes que rigen el desarrollo de la producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad, explica lo trascendente que es comprender cómo se engendra la plusvalía y concluye que el socialismo científico viene y se articula de su solución. En 1880 escribió Del socialismo utópico al socialismo científico, como continuación de sus artículos críticos al pensamiento de Eugene Dühring, material indispensable para entender el desarrollo del materialismo dialéctico. El Anti-Dühring jugó un extraordinario papel en la difusión de las ideas de Marx.
La obra de Engels, ya se lo dijo, es monumental por su contenido y por ser muy prolífica. Solo mencionaremos algunos otros títulos de sus obras: Contribución al problema de la vivienda; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre; Dialéctica de la naturaleza; Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana; Los bakuninistas en acción; El papel de la violencia en la historia. A ellas se suman las obras firmadas junto a Carlos Marx y los cientos –seguramente miles- de artículos, folletos, cartas, resoluciones de congresos escritos sobre los más diversos temas. Y, por su puesto, está su acción política en el movimiento obrero revolucionario, por lo que no es posible separar el nombre y la acción de Engels de la historia de la Primera Internacional de Trabajadores (1864) y de los primeros años de la Segunda Internacional (1889) y de otros momentos y acciones históricas en la lucha de la clase obrera.
La obra cúspide de Carlos Marx, El Capital, pudo ser conocida en su totalidad gracias a la contribución de Engels. Su primer tomo, publicado en vida de Marx, contó con sus opiniones, pues, Marx enviaba sus escritos para recibir consejos. A la muerte de su camarada, Engels dedicó sus esfuerzos a ordenar –y hasta descifrar- los escritos de Marx y así pudo terminar los tomos segundo y tercero de El Capital. Lenin consideró que esa obra fue un trabajo conjunto de ambos.
En la década de los años 1880, junto a su infatigable trabajo teórico, encontramos a Engels en la organización internacional de la clase obrera. Desde mediados de esa década, varios partidos obreros surgieron en Europa y crecía la necesidad de una organización que rebase las fronteras nacionales, de la que él esperaba se levante sobre fundamentos marxistas. Mientras escribía el tercer volumen de El Capital, recorrió varios sitios preparando el congreso que se tuvo lugar en París, Francia (1889). Sus esfuerzos dieron fruto, en la sala del congreso que dio nacimiento a la Segunda Internacional se leían estas consignas: «Proletarios de todos los países, uníos», «Por la expropiación política y económica de la clase capitalista, por la socialización de los medios de producción». Veinte y cinco años después, estos principios revolucionarios fueron traicionados por la socialdemocracia.
El 5 de agosto de 1895, el corazón de quien Carlos Marx consideró «el hombre más erudito de Europa» dejó de latir. En una carta que Engels escribió a Johann Philipp Becker decía: «He pasado toda la vida haciendo aquello para lo que estaba preparado, es decir, jugar un papel secundario, y de hecho creo que me desenvolví razonablemente bien. Y estaba feliz de tener un primer violín tan espléndido como Marx. Pero ahora que de repente se espera que tome el lugar de Marx en cuestiones de teoría y toque el primer violín, inevitablemente habrá errores y nadie es más consciente de eso que yo. Y no hasta que los tiempos se pongan un poco más turbulentos estaremos realmente conscientes de lo que hemos perdido en Marx. Ninguno de nosotros posee la amplitud de visión que le permitió, en el mismo momento en que se requería una acción rápida, invariablemente dar con la solución correcta y llegar de inmediato al meollo del asunto. En tiempos más pacíficos, podría suceder que los acontecimientos demostraran que yo tenía razón y que él estaba equivocado, pero en una coyuntura revolucionaria su juicio era prácticamente infalible”.
Así fue Federico Engels. Siempre lo dio todo, sin esperar reconocimiento personal alguno. Solo anheló y luchó para que las ideas del marxismo prendan en la clase obrera y las brasas de la revolución proletaria enciendan al mundo.