Por Jaime Chuchuca Serrano
El debate sobre el hiperpresidencialismo o presidencialismo fuerte que se mantuvo en la época de Correa, ahora se ha perdido en el panorama, pero sigue siendo una cuestión central del modelo político ecuatoriano. Las primeras críticas al hiperpresidencialismo surgieron en la misma Constituyente de Montecristi (2008): lo que suponía, que cualquier presidente que llegase, de izquierdas o derechas, iba a concentrar la dirección de decenas de instituciones estatales. Esto pasó con Correa, Moreno, Lasso y ahora con Noboa. La diferencia es que Correa y Moreno tenían amplias bancadas legislativas, mientras que Lasso y Noboa llegaron con bancadas reducidas; esto también ha cambiado para Noboa, porque ADN ha cooptado decenas asambleístas de otros partidos.
El poder de Noboa se ha incrementado, ahora tiene de su lado a la presidenta prorrogada del CNE, Diana Atamaint. Igualmente, la Fiscal, Diana Salazar, y el Consejo de la Judicatura trabajan con la agenda política de Noboa. Asimismo, la mayoría del Tribunal Contencioso Electoral (TCE), responde a Noboa. El TCE archiva las denuncias en contra del presidente, incluyendo las de Abad, y sentencia a la oposición. El juez del TCE, Fernando Muñoz, antes lassista, hoy noboísta, destituyó a 4 consejeros del correísmo del CPCCS, dos principales, Verduga y Saltos, y dos suplentes, Párraga y Franco Loor. Con lo que Noboa se consolida para tener mayoría en el CPCCS e incidir en los concursos de Fiscal, Jueces, CNE y otros.
El ejecutivo, en su disputa contra la Asamblea Nacional, rompe los principios básicos de la democracia, y presiona a jueces para obtener sentencias a su favor. El legislativo es un órgano elegido por el voto popular, y querer que se subordine a sentencias de jueces que no tienen facultades ni legitimidad popular, es atacar a las bases de la democracia. Las competencias de los juicios políticos recaen únicamente en el legislativo, y no es necesario que lo diga la Corte Constitucional, aunque también lo ha dicho, porque es una norma básica de toda República. No obstante, la Asamblea también ha entrado en el tráfico de influencias y en la disputa por los cargos. La facción burguesa con más poder, la de Noboa, se pelea con otras, (principalmente el correísmo, aunque no únicamente), por controlar las instituciones. A las divisiones clásicas y contemporáneas del poder de los Estados, se deberá sumar la prohibición de la concentración en el ejecutivo del poder político y económico.