Por Gustavo Báez Tobar
Breves notas biográficas
Otavalo, la Ciudad Indiana del Ecuador, hermosa y turística, se precia de ser la cuna de destacados hombres públicos: escritores, poetas, músicos, artistas plásticos, jurisconsultos, médicos, maestros que han honrado la cátedra universitaria y la cultura nacional. Son dignos de mención: Víctor Gabriel Garcés, Gonzalo Rubio Orbe, Julio Tobar Baquero, Gonzalo Benítez, Guillermo Garzón Ubidia, entre otros más.
Gustavo Alfredo Jácome, insigne escritor ecuatoriano, nació en Otavalo el l2 de octubre de 1912. Sus padres: José Antonio Jácome Carrillo y Rosa Jácome Torreros. Fue el décimo y único varón de una familia de 11 hermanos. En l914 quedaron huérfanos de madre, por lo que pasaron al cuidado de su tía soltera Carmen Jácome Torreros. Se educó en la Escuela “Diez de Agosto” y tuvo la guía inicial de ese gran maestro y escritor Fernando Chaves Reyes. Una vez en Quito ingresó al Normal Juan Montalvo en donde obtuvo su título de Bachiller. Se graduó de Licenciado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central y en 1955 de Doctor en Ciencias de la Educación. Cumplió múltiples funciones en el país y el exterior: fue experto de la UNESCO y como tal cumplió una misión de alfabetización en Paraguay; fue invitado al Primer Congreso de Protección de la Infancia, en Viena, 1952; asistió al Congreso Mundial de Semántica, México, 1958.
Incursionó con obras de carácter biográfico sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luis Felipe Borja (padre), por las que recibió sendos premios de prestigio nacional. Se inició en la literatura infantil con la obra Luz y Cristal. Este poemario fue mi primer contacto con el poeta Alfredo Jácome cuando en mi calidad de profesor de los primeros años de educación enseñaba a mis alumnos el poema Banderita Ecuatoriana; lo declamaban, individual o colectivamente con fruición y ternura a la vez que interiorizaban las primeras lecciones de civismo: “Banderita ecuatoriana/bendito tricolor/, una canción te dice/ el cristal de mi voz/. Es la canción sencilla/hecha con solo amor/, amor que te profesa/ mi niño corazón/.
Gustavo Alfredo Jácome, fue un dechado de demostraciones prácticas de civismo y amor a la Patria; lo recuerdo, cuando a inicios de la década de los ochentas, en una de las afrentas del vecino del Sur, se acercó al palacio de Carondelet a entregar su aporte económico de 5000 sucres para defensa de nuestro querido Ecuador. ¡Qué tiempos aquellos!
Su partida y su legado
Se han escrito magníficos artículos como homenaje póstumo al insigne maestro que dejó de existir a principios del presente año, a los 105 años de edad; pero nos legó una estela de incomparable dignidad en la cátedra y la Literatura ecuatoriana. Gustavo Alfredo Jácome fue Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, honra y prez de su Otavalo querido y nuestra Patria. Escritor de jerarquía, poeta, novelista, crítico literario, lingüista, filólogo… pero ante todo: Maestro de excelsas virtudes, admirable como hombre, ciudadano ejemplar y profesional.
Muchos recuerdos gratos de él me impulsan a escribir estas líneas, sumándome a ponderadas plumas de importantes escritores que se han destacado con mucho acierto y elocuencia la valía de Gustavo Alfredo Jácome.
Fueron muy conocidos y utilizados sus libros de texto de Castellano e Iniciación Literaria, en todos ellos minimizó la parte teórica para dar paso a la praxis, esto es la enseñanza no de la gramática, sino de la lengua. Sus textos para la enseñanza de idioma nacional en la escuela y el colegio contenían numerosas correcciones al lenguaje vigente de aquella época, generalmente cargado de barbarismos, anglicismos, galicismos… Así, el maestro Jácome propició el bien hablar y el bien escribir, una escritura pulcra y sin errores ortográficos para conseguir la expresión de todas las cualidades del lenguaje: pureza, claridad, propiedad, concisión, etc. Sus textos contenían hermosas e ilustrativas lecturas que encaminaban al estudiante a amar la lectura como herramienta de estudio y superación.
Como un medio de consulta diaria para todo profesional, Jácome publicó su didáctica obra Ortografía para todos, y, Gazapos, en la que se puntualizaban los dislates más comunes en el manejo de nuestro idioma materno. Jácome fue más allá; como crítico profundo de Literatura escribió Estudios estilísticos que recopila el análisis muy profesional de nueve poetas de todas las latitudes, y se ahonda en los recursos retóricos y el milagro de la significación de cada palabra, en cada término, en dimensión tridimensional de su valor idiomático: conceptual, fantástico y afectivo, como único camino para llegar a la sustitución, es decir, a la verdadera poesía… A buscar ese “angel” que cada palabra puede albergar, según lo sugiere el consagrado poeta César Dávila Andrade. Y también, para buscar en cada vocablo: “el órgano vivo del cerebro, del corazón y la voluntad” como insinúa Marco Antonio Rodríguez
Es plausible la reedición de la incomparable novela Por qué se fueron las garzas de Gustavo Alfredo Jácome, no solo por la temática que aborda, por sus actores y escenarios muy imbabureños, sino porque es retrato de “una cultura como se manifiesta en su lengua y en su literatura”, como lo apunta la Filología. Esa es la maravilla que legó Jácome como estilista; fue maestro de maestros, esteta, apóstol de la luz y la verdad; dio ejemplo de buen hablar y escribir, enseñó a desterrar el lenguaje inculto y pedestre, evitar los lugares comunes, para hacer de nuestro idioma el medio de expresión de nuestros sentimientos, ideales e ilusiones, de nuestras fantasías, sueños y utopías. En sus l05 años de fructífera existencia Gustavo Alfredo Jácome fue luz inextinguible, energía vital puesta al servicio de la educación y la cultura. Su pensamiento, su espíritu, atravesaron con honores la difícil puerta de la inmortalidad.
Otra cara de la medalla
En la década oscura que vivió la Patria -en la década despilfarrada del correato-, cuando la mitomanía fue la estrategia clave para “gobernar” no solo se desinstitucionalizó al país, se esquilmó el bolsillos de los ecuatorianos y endeudó a las presentes y futuras generaciones, sino que, además, en el discurso oficial se atropelló reiteradamente las reglas más elementales de la Lengua Española. Para citar solo un ejemplo: el género masculino tiene primacía sobre el femenino, así al decir “los ecuatorianos”, se incluye a hombres y mujeres; empero, para presentarse como inclusivos y democráticos cometían los más crasos errores contra la gramática y la sintaxis, errores que aún cometen entre los políticos y legisladores, en expresiones incorrectas como: “las y los ciudadanos”. ¡Todo en nombre de una “revolución ciudadana” que jamás existió!
Susana Cordero de Espinosa, catedrática, maestra y periodista, miembro de la Real Academia de la Lengua, expresa en uno de sus artículos: “Lamentamos el empedramiento de la lengua que los “los/las”, “niños/niñas” y similares añadidos inclusivos provocan en la lectura de párrafos torpemente escritos”.
En homenaje a ese gran maestro de la Lengua y la Literatura: Gustavo Alfredo Jácome, en recordación respetuosa al Cervantes americano, Juan Montalvo; y en homenaje a nuestra propia inteligencia, algo debemos hacer porque se restaure la donosura y fluidez de nuestro hermoso idioma.