Por Jaime Chuchuca Serrano
Durante varios años, la complejidad del proceso político ecuatoriano hizo que las nociones de correísmo y anticorreísmo, rebasen momentáneamente las categorías izquierda y derecha. En el presente fenómeno electoral, distintas fuerzas, sobre todo las organizaciones de izquierda más pequeñas, programan la lucha de los oprimidos (trabajadores, campesinos, indígenas, maestros, sectores populares) en contra de la explotación y dominación. Las pugnas entre estas organizaciones no son menores, algunas tienen registro electoral (PK, UP, PS) y otras son de hecho. Hay algunos ejemplos de alianzas electorales recientes: el Acuerdo Nacional por el Cambio, la Unidad Plurinacional de las Izquierdas, Claro que se puede, generalmente con escasos recursos y reveses electorales.
El correísmo sabe de la dificultad de ganar solo con sus fuerzas, tras dos derrotas por un pequeño porcentaje en las elecciones presidenciales (2021 y 2023). Parte de la militancia del correísmo, ha tratado de presentarse a sí misma como de izquierda, y de este modo participó en la reciente convención de las izquierdas; por su parte, Rafael Correa ha postulado, que prefiere a una “derecha patriota y honesta que a una izquierda sin valores”. En definitiva, la estrategia del correísmo es clara: aumentar el porcentaje electoral en alianzas con izquierdas y derechas. Esto que puede parecer confuso, no lo es tanto, sabiendo el origen histórico de la dirigencia del correísmo: ex militantes socialcristianos (como Luisa González), bucaramistas, demócratas cristianos, socialdemócratas, sectores empresariales, financieros, comerciales; además de diez años de gobierno y siete de oposición. El correísmo también tiene militantes de varias organizaciones de centroizquierda. La particularidad del correísmo es el personalismo centrado en la figura de Rafael Correa (RC5).
La derecha tradicional, con base en históricas redes oligárquicas familiares (agroexportadoras, financieras, terratenientes, empresariales), se han fragmentado ampliamente con sus propios partidos; y muy pocas deciden conservar su imagen histórica como el PSC. Las derechas no tienen problema en cambiar su nombre (ADN, PID, Construye, Creo, Suma, Avanza, actuemos, Amigo, etc.) y fraseología, adoptando reivindicaciones incluso de la izquierda, aunque sea de palabra (Daniel Noboa se llamaba de izquierda para confundir al electorado). No obstante, en las segundas vueltas no han tenido dificultad en aliarse bajo una sola figura (Lasso, Noboa) para enfrentar al correísmo. En las derechas se ha reunido una larga lista de candidatos con pocas luces, pero con gran capital económico.