La filosofía de Marx y el desarrollo de la ciencia

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Por En Marcha*

El 5 de mayo de 1818 nació Carlos Marx, creador —junto a Federico Engels— de la teoría del socialismo científico, que ha movilizado y moviliza a millones de trabajadores de todo el mundo a luchar por la emancipación social, por poner fin al sistema de explotación capitalista e instaurar la sociedad de los trabajadores, el socialismo-comunismo.

El aporte dado por Marx al desarrollo del pensamiento científico en todos sus ámbitos es invaluable; todos los pasos que las ciencias dan pueden ser explicados y entendidos a la luz de la dialéctica materialista por él desarrollada. A propósito de conmemorarse 205 años de su nacimiento, publicamos extractos de un trabajo presentado en 1983 por el Profesor Kristaq Angjeli, director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Tirana, Albania, que lleva por título «La filosofía de Marx y el desarrollo de la ciencia y de la revolución técnico-científica en nuestra época».

«Carlos Marx fue un gran científico. Realizó descubrimientos originales en cada terreno de la ciencia que estudió. Pero el giro más grande y la revolución más profunda que llevó a cabo con la creación de la nueva filosofía del proletariado no admite comparación con ningún otro descubrimiento en toda la historia del pensamiento humano y de la ciencia.

Marx valoraba altamente la ciencia como una fuerza revolucionaria porque ha servido siempre a la humanidad para aumentar su poder sobre la naturaleza, como aguda arma en la lucha contra la ideología de las clases reaccionarias de la sociedad, en duro enfrentamiento con el misticismo y el idealismo defendidos por ellas. La verdad descubierta por la ciencia ha servido de sólida base para el surgimiento y la consolidación del materialismo…

[…] Marx y Engels probaron que en el proceso de desarrollo las ciencias concretas se apoyan en una concepción ideológica determinada. «Que digan lo que quieran los científicos, escribe Engels, sobre ellos impera la filosofía…» (1). Desde estas posiciones criticaron las pretensiones absurdas de la filosofía positivista sobre la «independencia absoluta» de las ciencias concretas respecto a la filosofía y de que «toda ciencia es de suyo filosofía».

Superaron el positivismo, tal como habían superado también el otro extremo—la llamada «filosofía de la naturaleza», que consideraba a la filosofía «la ciencia de las ciencias».

[…] Carlos Marx ha considerado la ciencia como un arma teórica de conocimiento que precede al desarrollo social. En la obra Contribución a la crítica de la economía política, escribe: «A diferencia de los demás arquitectos, la ciencia… edifica un cierto número de pisos habitables del edificio antes de haber colocado la primera piedra». (2) Del mismo modo que cualquier otra ciencia, la filosofía marxista proporciona numerosos ejemplos de tal precedencia incluso en el campo de las ciencias naturales. Así, se ha transformado ya en realidad la previsión de Marx y Engels de que el futuro desarrollo de las ciencias naturales se concentraría principalmente en la creación y desarrollo de las disciplinas intermedias, como son hoy la cibernética, la biónica, la informática, la biofísica, etc.

…Del mismo modo que el conocimiento y la práctica, el desarrollo de las ciencias es también incontenible. El hombre descubre diariamente los secretos de la naturaleza, sus leyes. Este desarrollo ni ha afectado ni puede afectar y menos aún invalidar las tesis fundamentales del materialismo dialéctico e histórico.

Por el contrario, el contenido de éstas se enriquece, se profundiza…[…] Marx, siguiendo con atención el desarrollo de las ciencias naturales y técnicas, subrayaba que este desarrollo no puede tener lugar ahora sino en el marco de la revolución técnico-científica.

Él concibió este proceso como un fenómeno histórico imprescindible en un determinado estadio de desarrollo de la sociedad. La ciencia siempre ha influido en el desarrollo de la producción y ha estado estrechamente relacionada con él, pero, en el marco de la gran industria, la aplicación de los descubrimientos científicos se transforma en una necesidad. «El principio de la industria mecanizada», señalaba Marx, consistente en «resolver los problemas así planteados por la aplicación de la mecánica, la química, etc., es decir de las ciencias naturales, da el tono en todas las industrias». (3) La gran industria ha introducido hoy en la elaboración tecnológica intensiva un colosal material natural. Esto ha planteado la necesidad de ampliar la esfera de la problemática de la ciencia, ha impuesto el nacimiento de nuevas disciplinas científicas y su entrelazamiento recíproco, el perfeccionamiento de los métodos científicos de conocimiento y el descubrimiento de leyes naturales más profundas.

Ello es dictado asimismo por la necesidad de hallar nuevas fuentes energéticas, por la exigencia de reemplazar la fuerza del hombre por la técnica y la automatización. En El Capital, Marx expuso asimismo de manera genial los rasgos fundamentales que caracterizan en esencia la revolución técnico-científica. Para Marx, el progreso técnico-científico tiene las características de una revolución porque no está relacionado con esferas concretas de la producción material, sino que las ha apresado en su torbellino, ya sea a través de su realización, en los más diversos terrenos de la producción, que han venido ampliándose continuamente, ya sea a través de la influencia que se ejercen mutuamente.

[…] Para Marx y Engels la revolución técnico-científica tiene siempre un profundo contenido filosófico. Es una forma concreta de la estrecha e indivisible relación dialéctica entre la teoría y la práctica, una confirmación más de que la teoría está al servicio de la práctica, la generaliza y la hace consciente, le abre la perspectiva desarrollándose ella misma en amplitud y profundidad sobre la base de las necesidades y las exigencias de la práctica. …Hoy, la gran industria ha revolucionarizado los nexos entre la ciencia y la práctica en el marco de la revolución técnico-científica. Ha ampliado en proporciones inmensas la esfera de aplicación práctica de los descubrimientos científicos y ha potenciado el arsenal de medios técnicos al servicio del conocimiento científico, ha entrelazado la aplicación de los nuevos descubrimientos científicos con el proceso tecnológico de la producción industrial, así como ha reducido el plazo de transformación de un descubrimiento teórico en una aplicación práctica, etc.

En estas condiciones, el desarrollo de la ciencia y de la práctica productiva, se realiza sobre la base no sólo de una recíproca acción dialéctica, más amplia y profunda, sino también con ritmos más acelerados…[…] Marx subrayaba que en la sociedad capitalista la ciencia y la técnica son un producto social enajenado. Enlazaba esto en primer lugar con la enajenación de su contenido y de su misión social. La ciencia y la técnica son factores sociales que crean a la humanidad la posibilidad de acrecentar su dominio sobre la naturaleza y mejorar continuamente su vida. Pero en la sociedad burguesa-revisionista la ciencia y la técnica operan en el marco de las leyes de la sociedad capitalista, por eso se transforman en lo opuesto a su verdadera naturaleza…[…] Marx ponía de manifiesto que esta enajenación se expresa asimismo en la separación de la ciencia del obrero productor, que de esta manera, se convierte en «una potencia intelectual en sí».

El capital disocia el potencial intelectual de la sociedad de las amplias masas de millones de seres, las cuales juegan el papel decisivo en el desarrollo de la historia. Por eso, en la sociedad capitalista, paralelamente al desarrollo de la ciencia, se polariza también el atraso científico de las masas trabajadoras.

La ciencia, ese maravilloso producto humano, es separada y disociada de la mayor parte de las personas y se opone a ellas como un «producto hostil».

Notas

(1) F. Engels. Dialéctica de la naturaleza, ed. en albanés, pág. 242, Tirana, 1973.

(2) C. Marx. Contribución a la crítica de la economía política, ed. en albanés, pág., Tirana, 1977.

(3) Carlos Marx. El Capital, ed. En albanés, t. I, libro segundo, pág. 206, Tirana 1976.

Artículo publicado en la edición No. 2046, del Periódico En Marcha, órgano Central del PCMLE

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