Por Lic. Alonzo Cueva Rojas
¿Es un logro significativo, o una simple reivindicación?
La segunda recaptura de un líder criminal ¡SÍ, la segunda!, porque este individuo se escapó en dos ocasiones previas, la primera en febrero de 2013 y la segunda en enero de 2024, no pondrá fin a la violencia vinculada al narcotráfico en Ecuador.
Capturar a los líderes de los GDO, es una acción correcta y necesaria que debe realizarse de manera constante por parte de las instituciones encargadas de perseguir y procesar a estos delincuentes. Sin embargo, este esfuerzo, aunque positivo, no aborda el problema en su totalidad; pues, basta con observar los casos de Colombia y México: la muerte de Pablo Escobar o la captura y extradición de «El Chapo» Guzmán no acabaron con la violencia ni con el narcotráfico en esos países. Los cárteles se adaptaron, reorganizaron sus operaciones, reemplazaron a los líderes caídos y reforzaron sus redes para continuar operando bajo nuevos mandos. Esto indica que no se debe esperar un cambio drástico en Ecuador sin aplicarse medidas profundas, contundentes y sostenidas.
El gobierno ecuatoriano debe reconocer que, mientras no se detenga el flujo de drogas desde Colombia, país con una frontera altamente vulnerable debido a la incapacidad histórica de ambos Estados para administrar este problema, la crisis no solo continuará, sino que se agravará. Esta situación se ve empeorada por los alarmantes datos de la ONU, que muestran un aumento del 53% en la producción de cocaína en Colombia. Ante este panorama crítico, se vuelve indispensable que el gobierno tome acciones correctivas adecuadas.
Mantener a las Fuerzas Armadas dedicadas a la vigilancia de calles y cárceles resulta desconcertante cuando su misión principal es proteger, controlar y asegurar las fronteras. Mientras tanto, el narcotráfico sigue fluyendo, las drogas ingresan al país y terminan siendo enviadas a Europa y Estados Unidos desde puertos ecuatorianos. Con este enfoque actual, las labores de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas seguirán siendo insuficientes, ya que solo atacan los efectos superficiales del problema y no sus raíces; además, el combate contra este fenómeno debe ir acompañado de una profunda depuración de las instituciones encargadas del orden público y del sistema judicial. Solo así será posible hacer frente a la impunidad que perpetúa este círculo vicioso. De no actuar con firmeza, continuaremos viendo cómo jueces corruptos otorgan medidas sustitutivas a criminales peligrosos o absuelven a personajes implicados en delitos de corrupción que, abusando de la confianza pública, utilizan sus cargos para saquear los recursos del Estado.