Por Jaime Chuchuca Serrano
La viruela del mono calificada como enfermedad zoonótica, transmisible entre seres humanos y animales, se riega en todos los países del globo. Algunos dicen que su expansión es más lenta que la del COVID 19, o quizá sea que después de la pandemia coronavírica se la ha tomado con mayor calma. No obstante, Estados Unidos declaró la emergencia nacional por el virus símico con 7 mil casos a inicio de agosto. Aunque las investigaciones son muy específicas, vale preguntarse si hay una causa social o natural común entre el SARS COV 2 y el ortopoxvirus.
La situación pandémica nos deja como lección que estas enfermedades no solo son un problema médico o de salud, sino que hay una compleja red política, económica, psicosocial, armamentística, filosófica, cognitiva. Con la pandemia del COVID 19 se exportó un modelo político de restricciones, encierros, y control social. Los corazones económicos tuvieron varios electroshocks para resucitar. Las estructuras subjetivas de la sociedad se alteraron, las casas se virtualizaron, mientras gran parte de la población continuó el trabajo con reducción de ingresos, si es que no lo perdieron. El santificado perpetuo desarrollo palideció ante la mirada del 90% de la población, mientras un puñado de supermillonarios se enriquecieron más.
Después de la devaluación del dólar, una de las respuestas que encontró EEUU fue atizar las contradicciones en las zonas de guerra y tensión en Ucrania, medio oriente, Taiwán, y continuar con las guerras comerciales especialmente con China. El capitalismo monopólico imperial o mono-capital recurre en varias ocasiones a la guerra como una estrategia económica para salir de períodos críticos. El conflicto Ucrania-Rusia es una medición de las fuerzas económicas de EEUU, Europa, Rusia, China y otros países que se ven envueltos en la carrera armamentística. El petróleo y sus derivados regulan el valor de las monedas (dólar, euro, rublo, monedas latinoamericanas) y los problemas inflacionarios. En el contexto de la guerra varios productos y alimentos básicos encarecen empobreciendo a millones de personas. Al COVID 19 y la guerra Ucrania-Rusia, la viruela de mono se suma como una cruel trilogía en el teatro social.