Por Luis Suárez*
Jonathan R. Green, líder del Proyecto del Tiburón Ballena de Galápagos, nada cerca de un tiburón ballena, el pez más grande del mundo, cerca de la Isla Darwin en las Galápagos. (Simon J. Pierce) (Simon J Pierce/Simon J. Pierce)
La extraordinaria vida marina del archipiélago de Galápagos, en Ecuador, reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, en inglés) como patrimonio natural de la humanidad (1978) y reserva de la biósfera (1984), está gravemente amenazada por la presencia de una gigantesca flota extranjera. Por cuarto año consecutivo, esta realiza faenas de pesca industrial en las aguas internacionales ubicadas entre la zona económica exclusiva (ZEE) insular y la de Ecuador continental.
Desde hace tres semanas una flota de más de 300 barcos, la mayoría de bandera china, está pescando a corta distancia del límite marítimo insular, al sur de las Islas Galápagos. A través de monitoreo satelital y exploraciones aeromarítimas, la Armada de Ecuador determinó que la flota está integrada por barcos pesqueros, buques de abastecimiento y cargueros. Sin embargo, la autoridad marítima ecuatoriana no puede actuar mientras la flota no ingrese a la ZEE o a la Reserva Marina de Galápagos (RMG).
En 1998, el Estado ecuatoriano estableció esta reserva que comprende 40 millas alrededor de las islas (130,000 kilómetros cuadrados en total), con el objetivo de proteger su extraordinaria diversidad biológica: un laboratorio viviente de la evolución. Esta área protegida incluye algunos sitios reconocidos a nivel mundial para actividades de buceo —como las islas Darwin y Wolf— donde se pueden observar grandes agrupaciones de tiburones martillo, gigantescos tiburones ballena, mantarrayas y tortugas marinas.
La ubicación geográfica de las islas, en la confluencia de varias corrientes marinas, genera una mezcla de aguas frías y cálidas que ha facilitado el arribo de especies provenientes de diferentes zonas del océano Pacífico, algunas de las cuales se encuentran únicamente en esta región.
Si bien la pesca industrial está totalmente prohibida dentro del área protegida, las especies altamente migratorias, como tortugas marinas, mantarrayas y varios tiburones, no reconocen las fronteras creadas por el ser humano. Una vez que salen de los límites de la reserva, estas especies pueden ser fácilmente capturadas, especialmente con el uso de gigantescos palangres y otros métodos de pesca no selectiva.
Por lo mismo, la presencia de una flota pesquera tan grande y poco regulada constituye una grave amenaza para la conservación efectiva de estas especies. Por ejemplo, solo 5% de los barcos palangreros de bandera china tienen observadores a bordo, lo cual dificulta evaluar su impacto en las especies amenazadas. Además, con frecuencia las embarcaciones apagan sus dispositivos de monitoreo satelital para ingresar a las ZEE y a la RMG.
Aunque científicos y organizaciones ambientales de todo el mundo han advertido el peligro que representa la sobrepesca para la integridad de una de las reservas más importantes del planeta, esta amenaza no es nueva; en 2017, el carguero de bandera china Fu Yuan Yu Leng 999, fue detectado por las autoridades ecuatorianas mientras navegaba al interior de la Reserva Marina de Galápagos.
En sus bodegas se encontraron aproximadamente 600 toneladas de pesca, incluidos más de 7,200 tiburones, entre los cuales había ejemplares de varias especies en peligro de extinción.
El control efectivo del área protegida implica una permanente inversión estatal en sistemas de monitoreo satelital, así como la operación de guardacostas y lanchas rápidas para la detención oportuna de las embarcaciones infractoras. Adicionalmente, se necesitan recursos para el correcto desarrollo de los procesos legales, que incluye la participación de peritos especializados en identificar especies amenazadas y traductores profesionales para garantizar el derecho a la defensa de los procesados.
El reto es aún mayor en las condiciones actuales, pues las actividades de control se han visto afectadas por recortes presupuestarios causados por la caída de los precios del petróleo —el principal producto de exportación de Ecuador— y la pandemia de COVID-19, pues la mayoría de los recursos humanos y financieros están enfocados en combatir la emergencia sanitaria.
El Estado ecuatoriano requiere la asistencia técnica y financiera de la comunidad internacional para fortalecer el control de la Reserva Marina. También para ampliar o crear nuevas áreas protegidas que aseguren la conservación de las especies migratorias. Es indispensable la cooperación regional entre los países del Pacífico Tropical Oriental para mejorar las medidas de ordenación pesquera y evitar la captura de especies amenazadas mediante acciones coordinadas.
Es urgente también culminar las negociaciones del Tratado Global de los Océanos, un instrumento jurídicamente vinculante que permita garantizar la conservación de la biodiversidad marina más allá de las jurisdicciones nacionales.
La inminente amenaza a este tesoro natural, de singular importancia para comprender los procesos evolutivos en la Tierra, constituye una oportunidad para repensar la relación entre los seres humanos y los océanos. La solidaridad planetaria debe poner su mirada en Galápagos y su futuro.
*Luis Suárez es vicepresidente de la organización Conservación Internacional Ecuador.
Fuente: Washington Post