Por Jenny Segovia Ochoa
Anita (nombre ficticio) es la mayor de cinco hermanos, no estudia porque se encarga del cuidado de sus cuatro hermanos y de las labores domésticas y de pastoreo mientras sus padres se ausentan varias horas, debido a que trabajan en el cantón Pujilí, en albañilería.
En varias ocasiones habíamos escuchado hablar de lugares mágicos de la serranía ecuatoriana, vestigios arqueológicos que algún día fueran morada de Incas y algunos pueblos ancestrales de Cotopaxi, muchas son las leyendas que se tejen alrededor de estos recónditos territorios internados en lo más profundo de la geografía cotopaxense; llevados por la curiosidad y el deseo de conocer un poco más de la cultura local, partió la expedición rumbo al sector conocido como Apagua en la Parroquia Zumbahua en busca de la Cueva de Amina, para posteriormente dirigirnos a la Vieja Angamarca; éramos un pequeño grupo de aventureros decididos a internarnos en los páramos y bosques de neblina montanos en busca de tan misteriosos lugares.
Nuestro recorrido nos llevó a sitios impensados, hermosos paisajes andinos, microclimas ultra templados que encierran gran biodiversidad, privilegiados de sabor y aromas ancestrales, páramos andinos que son fuente de recursos naturales y a la vez desempeñan importantes funciones ambientales, pero sobre todo a encontrarnos cara a cara con la pobreza, la miseria, el abandono, y con los ecuatorianos invisibles, aquellos seres humanos que no representan sino una cifra más en las estadísticas ecuatorianas, personas que solamente son tomados en cuenta en el padrón electoral y que son consideradas como un voto más para los gobernantes de turno. Aquellos seres que teniendo todo, todo les falta, es decir, ellos son los dueños de la tierra, el agua, son los que siembran y cosechan los productos que alimentan a los demás habitantes de la provincia e incluso de algunos sectores del país: papas, habas, cebada, mortiño, mashuas, ocas, cebolla, son algunos de los alimentos que se obtienen de la tierra de los páramos cotopaxenses, pero poco o nada aportan a la nutrición y desarrollo económico de los habitantes de esta región, ya que al ser su único medio de subsistencia, se ven obligados a comercializar lo poco que producen y a precios que en la mayoría de los casos apenas cubren los costos de producción.
Justo ahí en la cumbre de las montañas, donde el frio congela los cuerpos, y el viento sopla tan fuerte que casi se lleva consigo nuestras pertenencias, encontramos ojos y vertientes de agua pura y cristalina. Es bien sabido que los páramos constituyen “verdaderas esponjas de agua gracias a la capacidad de retención de agua de sus suelos, que supera el 200% de su propio peso seco” (Cañadas, 1983,p. 96); agua suficiente para hacer que nuestra provincia sea una de las más productivas del país, pero la realidad, al contrario de lo que podría ser, es que esa agua, es acaparada en pocas manos, ya que la mayor cantidad es asignada a las grandes empresas, florícolas y extensas plantaciones de brócoli, que abundan en Cotopaxi. Por otra parte, mucho hablan las autoridades nacionales y seccionales que se debe sembrar el agua, pero eso, en resumen, significaría el desalojo de los páramos ecuatorianos, y el despojo total a miles de familias indígenas asentadas en estos territorios, trayendo más pobreza y desempleo.
La Cueva Amina
Finalmente llegamos al primer destino, La Cueva de Amina; la tradición oral se ha encargado de transmitir de generación en generación, el uso que tenía este mágico lugar en la antigüedad, según cuentan, era el sitio de refugio para los arrieros que transportaban mercancías de la costa a la sierra y viceversa.
Antigua Angamarca
Continuando con nuestra aventura en busca de los vestigios de la Antigua Angamarca, avanzamos hasta el sitio conocido como Ramón Campaña, poco a poco el paisaje se transformaba, se empezaban a vislumbrar diferente tipo de vegetación y otro ecosistema, allí en medio del paisaje exuberante y vegetación espesa, paradójicamente sus habitantes apenas sobreviven, son tierras fértiles pero de difícil acceso, razón que las hace poco productivas, los lugareños tratan de organizarse y salir de su situación de pobreza creando pequeñas asociaciones en torno a la producción de lácteos; pero sin recursos y poco apoyo gubernamental, es difícil que prosperen en sus objetivos. El clima lluvioso nos impidió la llegada al sitio de destino, los lugareños indicaron que el mes de agosto es el apropiado para visitar este sector.
En estos sectores la infraestructura gubernamental es simplemente nula, ni centros de salud, ni escuelas del milenio, ni vías en buen estado, absolutamente nada, viven el día a día, en la desesperanza y el olvido, la interrogante que desde que arribamos a estos sectores rondaba en la mente, era como hace la población de estos lugares para tener atención medica en caso de alguna emergencia, cómo transportan sus productos, cómo se trasladan a sus actividades laborales y educativas todos los días, de qué actividad económica sustentan sus necesidades elementales; realidades distintas a las que vivimos diariamente en la urbanidad de nuestras vidas.
La pobreza en nuestro país alcanza al 25,0% de los habitantes según datos 2019, mientras que las condiciones de extrema pobreza afecta al 9,9% del total de los habitantes, la falta de ingresos es más alta en la zona rural con un 41,8%, mientras que en el sector urbano llega al 17,2%, por cada 10 pobres en las ciudades hay 26 en el sector rural, siendo los hombres indígenas que trabajan como jornaleros los más afectados por la pobreza, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Cotopaxi cuenta con 488.716 habitantes con corte al año 2019, su población está compuesta en su mayoría por mujeres, siendo la agricultura una de las principales ocupaciones de la provincia con un 26% de la población inmiscuida en estas actividades, apenas el 35,9% cuenta con red pública de alcantarillado, el 48,3% cuenta con servicio de eliminación de basura, el 59,9% es beneficiario de agua de red pública, apenas el 26,2% de la población tiene acceso al servicio de telefonía, este breve análisis estadístico nos da una clara muestra de la realidad que vive la provincia, como se puede evidenciar la mitad de su población no cuenta aún con servicios básicos, ni siquiera en el sector urbano mucho menos en el sector rural, la poca inversión gubernamental en áreas estratégicas (salud, educación, vialidad, fuentes de empleo, agricultura, ganadería, turismo) limita el desarrollo de los habitantes de la provincia, especialmente de los sectores rurales.
Mientras el gobierno nacional y los gobiernos seccionales no reconozcan, en primer lugar la importancia de estas áreas estratégicas de interés colectivo y político para el desarrollo económico y social de toda la población, y a su vez establezcan y determinen políticas y normativas respecto de la tenencia, conservación, manejo y uso sustentable de los diferentes ecosistemas y su importancia para el desarrollo de la economía nacional, con todo lo que esto implica: inversión en programas y proyectos agrícolas, turísticos, ganaderos, productivos, etc., la realidad de los ecuatorianos invisibles seguirá siendo de pobreza y desesperanza.