Por Francisco Escandón Guevara
En el Ecuador la crisis política, desde el retorno a la democracia formal, es una constante adscrita al poder. Cada inquilino de Carondelet denunció ingobernabilidad, la mayoría de veces, para justificar sus yerros, victimizarse y conservar el sillón presidencial.
El actual gobierno no es la excepción, a pesar que Noboa prometió trascender a la polarización, desde el inicio de su mandato está fabricando una serie de contradictores para darle oxígeno a su proyecto político y tangencialmente evadir sus traspiés.
Tal parece que el hijo del magnate bananero está reeditando el libreto maquiavélico, perfeccionado por el correísmo, para driblar la reducción de los índices de aprobación a su gestión presidencial. Los calificativos, los fantasmas imaginarios, las obsesiones y hasta los miedos compulsivos tienen el estándar de ocultar sus límites y naturalizar el autoritarismo para zigzaguear un momento crítico en el que tiene desventaja.
En otrora el prófugo propagandizó como intentona golpista al 30-S cuando en realidad se trató de una revuelta policial-militar por razones salariales, en tanto, Noboa insistió tardíamente, un mes después, en esa tesis ante los hechos delincuenciales ocurridos en el enero pasado. Así mismo, Correa acusaba de saboteadores, sediciosos y terroristas a quienes se oponían a sus reformas laborales, a la reelección indefinida y a la minería; al tiempo que el presidente de cartón copia el calificativo para justificar su falta de previsión para evitar los racionamientos eléctricos.
¿Casualidad?, no. Esa estrategia narrativa que al correísmo le permitió conservar su hegemonía por más de una década, ahora se aplica para salvar el capital político del régimen que teme una derrota en, al menos, algunas de las preguntas del referéndum: la del arbitraje internacional y la del contrato de trabajo por horas.
A pocos días del desarrollo de las votaciones y escrutinios de la Consulta Popular, está claro que lo que inició con una ventaja considerable, a favor de Noboa, podría transformarse en un cambio significativo en la correlación de fuerzas previo a las elecciones presidenciales del 2025.
El presidente ya puso sus barbas en remojo. Del triunfalismo pasó a la cautela, de los flashes de popularidad descendió al escarnio público. La consulta originalmente diseñada como un trampolín para la reelección puede constituirse en la sepultura de su futuro político.