Por Pedro Miguel Tapia
La inequitativa distribución de las vacunas para colocarle límite a la pandemia suscitada por el covid-19, tiene que ver con la pugna interimperialista, así como con la disputa entre las grandes farmacéuticas por el control y lucro desprendido de una crisis que asumen como negocio; un realidad que genera dependencia en el campo de la salud. Romper esta circunstancia es un imperativo que demanda contar con proyectos de ciencia y tecnología propios y autónomos.
Nacionalismo sanitario
La pugna interimperialista por el control de las vacunas contra el covid-19 se expresa de varias maneras, entre ellas: producción y distribución, costo y patentes. La pugna es feroz, y en medio, en actitud defensiva cuando no totalmente pasiva, la población mundial urgida de la dichosa vacuna.
A esta disputa la están llamando “nacionalismo sanitario”, es decir la política donde cada país, sobre todo si es desarrollado, invierte en la investigación del virus y asegura por esa vía la compra de la mayoría de las existencias. Al margen quedan los demás países, que en pugna por los residuos, es decir “sálvese quien pueda”. La comunidad global tiene ante sí, de esta manera, sin remedos ni eufemismos de ninguna clase, el carácter real del capitalismo, un sistema social, económico y político amoral para el cual la vida no es el centro de su devenir y sí los intereses de dominio y control, local y global. La vacuna, por tanto, no está asumida como una necesidad de la población, sin importar país, región, clase, género, raza, etcétera, un bien de la humanidad, sino como un bien de los imperialistas y grandes monopolios, para su prolongación, ascenso o posicionamiento.
Como parte de su prolongación, la pugna se traslada a los escenarios de cuándo, en qué cantidades y a qué países llegará la vacuna. Entre los meses de diciembre y enero, de las muchas versiones existentes al respecto están las siguientes: una de cada cuatro personas en el mundo no tendrá vacuna hasta el 2022 e incluso hasta 2024; diez países desarrollados han adquirido 7.300 millones de vacunas y negociado 2.500 millones más, con la proyección que 13 grandes laboratorios producirían 6.000 millones de vacunas.
Si bien el 68 por ciento de la población mundial, es decir 3.400 millones de personas están interesadas en vacunarse, resulta que desde el punto de vista de oferta y demanda muchos países de ingresos medios y bajos no están en condiciones de adquirir la vacuna.
Mientras estas circunstancais se imponen, ya se han utilizado 119.486.506 dosis de éstas. Los EEUU han administrado 36.819.212, China, 31.000.000, Reino Unido, 10.992.444, en la Unión Europea, 15.416.421, todo esto equivale a que en diez países se ha vacunado, donde se produce el 60 por ciento del PIB mundial, mientras que 4.000 millones de personas de otros 183 países aun no reciben la vacuna. En Sur América, hasta la semana del 10 de febrero, el proceso avanza así: Chile ha vacunado a un millón, Argentina 600.000, Brasil un millón, Perú 50.000, Ecuador, 20.000. En Centro América Costa Rica ha vacuna a 10 mil de sus pobladores.
Según el Centro para la Innovación Global de la salud de la Universidad de Duke, que realiza el seguimiento a la vacunación, se estima que solo en 2023 habrá suficientes vacunas para la totalidad de la población mundial. La República de Guinea ha recibido 25 vacunas de Sputnik V, el país africano que menos ha recibido vacunas; Marruecos, Egipto, Túnez y Kenia han firmado acuerdos como Unión Africana por fuera de todo acuerdo para comprarles a las farmacéuticas 270 millones de dosis. Israel ha pagado el doble que todos los demás por vacunas de Moderna y Pfizer, Mozambique Malaui y Eswatini recibirán tardíamente la vacuna.
Mientras en los EEUU pagan por una vacuna de Pfizer 19,50 dólares y la UE 14,76 dólares, a Israel le han cobrado 47 dólares por dosis, gasto asumido pues según Netanyahu así fortalecen el turismo. Emiratos Árabes Unidos ha vacunado a 1,5 millones de personas, y Bahréin 109.500. (Datos a 7 de febrero de 2021, según Universidad de Oxford)
Excesos y precios
Reino Unido compró vacunas para inmunizar el 288 por ciento de su población y reservas para cubrir el 418 por ciento, es decir, cuatro veces su población, que ronda los 65,7 millones de habitantes. Canadá compró vacunas para cubrir seis veces la totalidad de su población, que suma 37.7 millones de habitantes. Los EE.UU. compraron 2.600 millones de vacunas, si su población es de 332 millones entonces serian ocho vacunas por habitante. Y el proyecto de la OMS el Covax no garantiza que se llegue al 3 por ciento pobre de la población mundial. Por eso ya se está hablando de “países reserva de covid-19”. Mientras los países imperialistas y desarrollados se indigestan con vacunas, los pobres terminaran de “reservas de covid-19”, nueva categoría a analizar. Para África, en cambio, le correspondería media vacuna por habitante. Los precios de Moderna oscilan entre 24 a 47 dolares, Pfizer, de 18 a 47, Sinovac, de 13,5 a 19,5, Astra-Zeneca de 4 a 7.5 dolares.
Las patentes
La India y Sudáfrica le han pedido a la OMS levantar las patentes para poder producir y llevar la vacuna a los países más pobres del planeta. La pugna ha sido por investigación, compra, producción, suministro, que lleva –como dijimos– al acaparamiento y control de la cadena global de valor del fármaco.
Es necesario resaltar que a pesar de la inequidad e injusticia reinante, las farmacéuticas no rebajarán precios hasta que una mayor competencia tome cuerpo, y hasta que no recuperen, con creces, por ejemplo los 2.300 millones de dólares invertidos por Pfizer. Además, la distribución tiene tintes geopolíticos: la vacuna rusa y la China a los países de África y América Latina básicamente, y los de EEUU y Reino Unido principalmente para ellos y la UE.
Son cien farmacéuticas, 10 de las cuales controlan la producción, investigación, comercialización, suministro, precios, monitoreo de calidad, y bloquean la llegada de los medicamentos a los países en vías de desarrollo. Además, por medio de las fusiones y adquisiciones –como de Astra con Zeneca– centralización aún más la producción y los capitales, concentrando sus esfuerzos e interés en la producción de los medicamentos más rentables, aquellos que tienen que ver con enfermedades tales como: cáncer, ardiovasculares, diverso tipo de infecciones, dermatología y neurología, dejando por fuera lo relativo a enfermedades tropicales.
En el caso que nos ocupa, pero también en otras varias líneas, la inversión es pública pero la venta es privada, con lo cual la industria farmacéutica logra inmensas utilidades, multiplicadas además por el monopolio que conservan de las patentes, de tal forma que la vacuna les sale gratis.
La lección y el reto es uno: Romper esta dependencia de las farmacéuticas, como lo piden India, Sudáfrica, Argentina, México, liberando las patentes para producirla y distribuirla ampliamente. Exigencia y debate que llegó a la OMC, sin eco alguno, como era de suponer. Algunas farmacéuticas han cedido parcialmente permitiendo, por ejemplo, que se produzca en Sudáfrica, como lo hizo Johnson y Johnson o Covavax en la India.
Aunque esta lucha por lograr desarrollo, con autonomía en ciencia y tecnología (de los centros de poder, de las grandes farmacéuticas y países imperialistas) es importante, se trata sobre todo de romper la dependencia definitiva de los poderes imperialistas, en todos los aspectos, única manera que tienen los pueblos para acceder y garantizar salud universal.
Fuente: Desde Abajo