Por Francisco Escandón Guevara
Después de un mes de exterminio en el que suman más de diez mil los palestinos asesinados, de ellos cuatro mil son niños, Israel continúa con la masacre que viola el derecho humanitario internacional.
En los setenta y cinco años de ocupación al que sometieron al pueblo palestino, nunca la violencia tuvo tales dimensiones. El criminal gobierno de Benjamin Netanyahu bombardea hospitales y escuelas, priva de agua, energía eléctrica y medicinas a civiles, usa armas químicas ilegales como el fósforo blanco, desplaza forzosamente y ocupa territorios ajenos e incluso amenaza con bombas atómicas y la ocupación indefinida de la Franja de Gaza.
Lo que el nazismo hitleriano fue en la Segunda Guerra Mundial, hoy lo representa el sionismo israelí. Con los mismos argumentos que condenaron a los judíos al holocausto (racismo, supremacismo, el derecho divino, etc.) quieren legitimar la bestialidad de un genocidio que podría convertir al Oriente Próximo en un polvorín donde midan fuerzas todas las potencias imperialistas y se produzca un nuevo reparto del mundo.
Es una pérdida de tiempo confiar en la diplomacia de las Naciones Unidas. El derecho de veto que tienen los norteamericanos en el Consejo de Seguridad de la ONU le avala al Estado israelí para continuar siendo el gendarme de los intereses gringos y apalancar los futuros negocios de la reconstrucción, de la explotación petrolera y gasífera, además del control del canal de Suez y el boicot a la nueva ruta comercial de la seda.
Detrás de las movilizaciones e iniciativas de solidaridad con Palestina no hay antisemitismo -odio a los judíos- como sostiene Netanyahu y los altos personeros del gobierno israelí. El uso de ese recurso propagandístico de victimización, a la par de desarrollar una campaña islamofóbica, tiene el propósito de legitimar la masacre que sufren los gazíes y lograr hegemonía en el campo de las ideas para una futura guerra de civilizaciones entre el occidente demócrata y el oriente terrorista.
Los pueblos del mundo están horrorizados con el ultranacionalismo sionista, reclaman paz y justicia. La comunidad internacional, cada país, debe imponer sanciones inmediatas al Estado israelí; no hay margen para la neutralidad, la inacción debe ser juzgada como complicidad pasiva con el genocidio.
Es urgente parar la irracionalidad inhumana. Es necesaria una Palestina libre.