Parte un caminante del Kitu milenario

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En busqueda de otros arcoiris

Por Diego Velasco Andrade

Marco Vinicio Rubio Gálvez: arquitecto, artista urbano, escultor, gestor cultural, docente universitario, comunicador y caminante infatigable de senderos culturales, ha desencarnado hoy 23 de febrero, en su querida ciudad y ha partido hacia la búsqueda de nuevos horizontes y, como un buen amawta, hacia nuevos arco iris de conciencia en otras dimensiones.

Sus pasos de mindala o caminante Kitu, habría que recogerlos por cientos, sobre las calles del Quito precolombino, del Quito colonial y aquel republicano que interpretó con su técnica de agrimensor, pero también con su pasión, con lucidez y amor por su terruño de infancia, en especial sobre su persistente caminar hacia el “obelisco de Mejía”: aquel palimpsesto que hoy constituye “el hito de la mama Cuchara”, en donde desemboca la famosa calle republicana Vicente Rocafuerte, calle que mira desde hace siglos, el nacer solar sobre Colla Loma (Cerro Monjas)  y el atardecer sobre el pukará de “las antenas” del Pichinchay, hoy llamado Mama Cruz Loma.

En efecto, este alineamiento ancestral y sagrado del paisaje precolombino lo seducía y era el territorio frugal de su fatigosa gestión comunitaria de revitalización cultural con los vecinos del Barrio La Loma Grande, por cuyas calles hizo también andar al “niño Jesús del barrio”, llamado por sus vecinos “el lomeñito”, icono que él mismo concibió, diseño y crió.

Por supuesto que sus pasos principales quedarán grabados sobre esta calle ancestral que rige el orden del Kitu Urin Saya, hacia la cima del Pukará mayor precolombino, asentado sobre un promontorio rocoso y provisto de un sistema hidrológico subterráneo que en su superficie religa con absoluta precisión, al templo y tola de la constelación Chakana o Cruz del Sur,  hoy suplantada por la iglesia de Santo Domingo y cuyo vientre fue perforado para dar lugar al legendario “arco de la Loma Grande” y por tanto al barrio de origen artesanal, obrero y popular que hoy luce urbanizado y con calles que se acomodaron sobre varias terrazas para luego descender hacia “La Marín”, pero que siglos atrás desfogaban en el gran río serpiente de Quito: el Machaykara.

Su amor por su entorno y por el patrimonio tangible e intangible en el que vivió desde su niñez, lo obligaron a recorrerlo de Sur a Norte y de Este a Oeste, valorando también como arquitecto las diversas construcciones republicanas, modernistas y preindustriales que allí subyacen, haciendo parte de la teoría e historia del hábitat quiteño; aportando con numerosos sitios de estudio singular a estudiantes, docentes, pasantes y voluntarios externos de la Universidad Católica, en la cual Marco se formó profesionalmente.

Como comunicador aficionado Marco activó con su radio digital, la memoria, leyenda y ritual de Loma Grande, registró en cientos de imágenes fotográficas y videos, los detalles más curiosos de su amado territorio, placas, piedras, señales, en fin enigmas simbólicos de “carne y piedra” que habrá que intentar pronto recuperar, ordenar y publicar. Encaramado un amanecer de junio, en una azotea de su barrio, logró captar el fenómeno lumínico del “despertar del felino sol relampagueante” desperezándose sobre las iglesias y los altares de Quito, cada 21 de junio solsticial. Aquello despertó definitivamente su conciencia solar y cosmovisión hacia nuevos enfoques multidisciplinarios, para poder desarrollar su profesión de arquitecto desde otros enfoques y emprender en modelos de rehabilitación integral para tipologías antiguas de viviendas del barrio.

Pero sobretodo, nunca habrá que olvidar y más bien resignificar en su nombre, que cada año, junto otros compañeros de su querido colegio de adolescencia: el “patrón Mejía”, estableció una ruta procesional hacia el obelisco de la Mama Cuchara, señalizado con la efigie del gran orador y sapiente pro-independentista quitense: José Mejía Lequerica, quien desde su podio de piedra seguramente extrañará desde hoy en adelante volver a divisar, bajando por la Mama Cuchara a Marco Vinicio Rubio Gálvez, revitalizando de casa en casa, con mirada serena, sonrisa amigable y andar pausado, la memoria vital de sus ancestros para “los lomeñitos” del futuro, aquellos que heredarán con orgullo ser los nuevos duendes y fantasmas urbanos del Pukará Mayor de Quito: La Loma Grande.

La Merced Apu Ilalo

24/2/24

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