Por Francisco Escandón Guevara
El neoliberalismo se oficializó luego de que John Williamson resumiera las políticas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial. Desde entonces esos organismos internacionales gobiernan el mundo a través del ofrecimiento de créditos (deuda externa) a cambio del cumplimiento de sus órdenes.
De entre esas políticas, la desregularización del trabajo tiene particular énfasis porque es idolatrada por las cámaras empresariales, defendida por los partidos políticos oligárquicos, además de asumida por los gobiernos progresistas y neoliberales.
Para ellos los trabajadores gozan de muchos privilegios. Dicen que es irracional la existencia del salario básico, que la estabilidad laboral aleja las inversiones privadas, que el pago del décimo cuarto y quinto merma la productividad, que compartir las utilidades con los obreros menguan el crecimiento económico, que los contratos colectivos son absurdos, etc.
Las élites tratan de convencer a la sociedad que los derechos de los trabajadores son un obstáculo para el desarrollo, que la liberalización de las relaciones sociales de producción es la salida para crear más trabajo y que la flexibilización es la alternativa para la salida de la crisis.
Pero los resultados son distintos a los que se propagandizan. El éxito y el porvenir aún no llega a ningún país donde que aplicó esta política fondomonetarista; al contrario los derechos humanos y laborales retrocedieron, pues los sistemas de seguridad social se desfinanciaron, los salarios disminuyeron, el desempleo y la pobreza aumentó.
Basta con mirar las alarmantes tasas del Ecuador. Al fin de este año el desempleo atormentará a 850 mil personas, incluso es posible que el gobierno de Moreno termine su gestión con 1 millón de parados, totalmente contrario a lo ofrecido durante la campaña electoral en la que compitió con los ofrecimientos demagógicos del banquero Lasso, cuyo bloque parlamentario aprobó la Ley de Apoyo Humanitario con la cual se precariza aún más la vida de los obreros del sector privado y se da paso a que los ricos acumulen mayores riquezas.
La desregularización del trabajo no es el producto de la pandemia, viene de tiempo atrás, desde la larga noche neoliberal, tuvo asidero en el correísmo y se profundiza con Moreno.
Tanta actualidad tiene el alemán Carlos Marx: “proletarios uníos”, llegó la hora.