Por Msc. Jésica Basantes Litardo*
Desprotegidas, indignadas, impotentes, con la sangre hirviendo de dolor y de rabia, con el miedo natural de que nos pase, con la desconfianza de no saber al lado de quien vivimos, con la inseguridad de que aquella persona que debe cuidarnos puede ser capaz de hacernos daño. Así estamos, así nos sentimos las mujeres.
¿En quién confiamos? ¿A quién le confiamos nuestra seguridad si dentro de aquel lugar, dentro de las habitaciones de la escuela de “formación” de policías, en manos de un “instructor” de policías, en manos de quien debe preparar a hombres y a mujeres para cuidar de la seguridad del pueblo se desaparece a una mujer?
Es indignante pensar, y causa dolor saber que María Belén desapareció en manos de quien debía cuidarla, por dos razones importantes: era su compañero de vida y era nada más y nada menos que un… policía.
A su alrededor estuvieron aquellos que debían velar por su seguridad porque, paradójicamente, para eso se estaban preparando. Aquellos seguramente escucharon sus gritos de auxilio, pero no hicieron algo para defenderla, porque esa es la característica del “sistema de seguridad” del Estado en este sistema capitalista que fomenta el machismo, la desigualdad y la violencia de género, el femicidio
En todo este proceso y en los días que lleva esta causa, solo hay una persona detenida: una mujer; ¿culpable? Puede ser; ¿Cómplice? Tal vez, eso debe determinarlo la justicia, pero una vez más la condena se da en contra de la mujer. ¿Por qué no están arrestados todos los que participaron en la “fiesta clandestina” que se rumora existió en ese lugar y en ese día? ¿Por qué no está arrestado aquel oficial de policía que según la defensa de la familia Bernal, acudió hasta la habitación y vio dos cuerpos sobre la cama y manchas de sangre? ¿Por qué se permitió que el oficial Cáceres emprendiera la huida después de ocho horas de estar retenido por sospechoso?
Son las preguntas que nos hacemos y que nos permiten concluir en que el Estado es encubridor de los actos de violencia contra mujeres adultas y niñas.
Hoy, para “resarcir” el daño hecho a las mujeres y disminuir el impacto que este hecho ha causado a todo un país y en el mundo entero, se nombra a una mujer como directora de la Escuela de formación de policías. Eso no cambia los hechos. María Belén está desaparecida y existen autores, cómplices y encubridores que deben pagar por ello.
Desde la Unión de Artistas Populares del Ecuador, nos sumamos a las organizaciones y colectivos de mujeres, a las organizaciones de Derechos Humanos y decimos BASTA DE INJUSTICIA, VIOLENCIA E IMPUNIDAD.
Nos solidarizamos con la familia de María Belén, en especial con su madre, Elizabeth Otavalo, exigimos del estado las garantías para que ella pueda seguir en la búsqueda de su hija sin que esto afecte su estabilidad laboral. Demandamos de manera inmediata que la Policía devuelva con vida a María Belén. Su madre y su hijo claman por ella.
Nos mantendremos vigilantes del proceso y nos sumamos a las manifestaciones de solidaridad que sean convocadas.
Presidente de la Unión de Artistas Populares del Ecuador