Por Celina Guimarães*
Los ocho militares del Comando Central de las Fuerza s Armadas de los EEUU. Distribuían, a los soldados y marineros u comunicado condenando la invasión del Congreso en Washington, el día 6 de febrero y dejando en claro que el próximo comandante de todos ellos será Joe Biden, electo presidente el día 3 de noviembre.
El Pentágono describió como un ataque al Congreso, al predio del Capitolio y al orden constitucional, lo que muchos señalan como una tentativa de golpe de Estado. ¿Y porque lo generales consideraron necesario refrescar la memoria de la clase respecto de lo que dice la Constitución del país y de cómo funciona la democracia en los Estados Unidos?
Nadie sabe aún, cuántos soldados, policías y marineros estaban presentes, com agentes activos, en el momento de la invasión del Congreso. Pero algunos a fueron identificados y aparatados de sus funciones en los departamentos de policía de ciudades del este y del oeste del país.
Algunos manifestantes fueron identificados usando comunicación por gestos que son usados en las Fuerzas Armadas. En una escena grabada muestra a un manifestante del lado de afuera, a través de una ventana rota, usando un megáfono para orientar a los manifestantes. Daba órdenes precisas sobre el corredor correcto, la puerta a abrir. Había organización y conocimiento en el interior del edificio.
Algunos manifestantes que invadieron el Congreso llevaron esposas de plástico, que funcionan como las cremalleras utilizadas para cerrar los pantalones. Las autoridades creen que tenían la intención de hacer rehenes, arrestar, juzgar y tal vez incluso ejecutar a algunos de los políticos quienes se negaron a anular los votos de los electores de Pensilvania y de Georgia y de algunos otros estados donde Donald Trump perdió las elecciones. En una escena que se vio una semana después de la invasión, un manifestante discute gritando con los guardias de seguridad del Capitolio y, como quien explica que tiene razón, él grita: «¡Estamos escuchando a Trump, su jefe!»
Racismo y desamparo
El FBI y la Procuraduría Pública están identificando, aprendiendo y indiciando a los responsables visibles, fotografiados y grabados en flagrante. Pero poco de habla de las fuerzas que alimentaron y financiaron lo que culminó en día de 6 de enero, en la capital del país. Los que alimentaron. Loa que alimentan, patrocinan y se aprovechan del sentimiento de abandono que ha estado afectando a buena parte de la población norteamericana hace décadas.
Un abandono que viene de la pérdida del valor adquisitivo, de la reducción del poder de compra real de los salarios de quienes aún tiene empleo y aquellos que no han visto a miles perder su única fuente de ingresos, cuando los acuerdos comerciales han facilitado el traslado e incentivado la transferencia de fábricas para otros países.
Una situación económica cada año más difícil se mezcla con un racismo enraizado en buena parte de la población. Tan enraizado que las fuerzas de seguridad no se sienten, en principio, amenazadas al conocer de las protestas de grandes proporciones, cuando los participantes son casi exclusivamente blancos.
Joe Biden habló de eso en las redes sociales. Con todas las letras, recordó que en verano, cuando muchos manifestantes eran negros, las calles de la capital estaban llenas de militares y policía. En enero, cuando todos eran blancos, a diferencia del verano, no vi soldados de la Guardia Nacional fuertemente armada, esperando para ellos en las escaleras Congreso.
Pero el racismo no explica todo. Él es uno de los ingredientes de la tarta que desbordó por las ventanas rotas y puertas del Capitolio rotas y resonó por los pasillos del Poder político estadounidense en lemas como «Cuelguen a Mike Pence (el vicepresidente Donald Trump)”, entre otros. Todos convencidos de que la causa eran justas y necesarias.
La tentativa de golpe una trae para adelante una posible fractura en los republicanos. Más de 100 diputados del partido votaron a favor de la anulación de los votos de Pensilvania y de Arizona. Muchos convencidos de que Trump tiene razón. Otros, más cínicos, temen la popularidad del ex presidente, ya que lo van a enfrentar en las urnas en dos años. Muchos ya hablan de una división del partido y la creación de un grupo liderado por Trump que se llevará hoy a varios representantes del Partido Republicano. Esto sería un incentivo para que varios líderes de partidos voten a favor del juicio político en el Senado. No como una forma de mirar la historia y condenar al golpista mayor, sino para evitar que Trump se postule para cualquier cargo legislativo en el futuro y así deshacerse de la competencia.
Mercado financiero financia a la extrema derecha
El Congreso ya se organiza para investigar l que aconteció en el Capitolio. Pero ¿será que va hasta el fin? Difícil. Además de los medios (redes sociales, canales de noticias, rincones más oscuros de Internet), sería necesario seguir el rastro del dinero. Levantar una investigación de quien invirtió en organización de la revuelta.
Aquí va un ejemplo de qué manera se encontraba el dinero: El 4 de enero, el día antes de la invasión, la presidente del Partido Republicano Kelli Ward, de Arizona, volvió a publicar el mensaje de Ali Alexander, uno de los organizadores de la manifestación, quien dijo que estaba dispuesto a dar su vida por la lucha. Y ella comentó a continuación: “Lo es. ¿Y tú?». El mismo día, con su propia mano, elaboró otro mensaje: “Esto es lo que hacemos, quienes somos. Vive por nada o muere por algo». Ese es el medio, en este caso Twitter.
La fuente financiera que debe investigarse proviene del mercado financiero. Los mayores contribuyentes a las campañas de Kelly Ward son Robert y Rebekah Mercer, padre e hija, administradores de fondos de cobertura. En el 2016 y 2018 (los diputados tienen mandatos de dos años), ambos fueron los mayores contribuyentes de Ward. La familia también financia varias organizaciones que ahora propagan mentiras sobre las elecciones, siguiendo el argumento del fraude popularizado por Donald Trump y el motivo de la revuelta que invadió el Congreso.
Si la investigación de lo ocurrido el pasado 6 de enero se lleva a sus últimas consecuencias, será necesario recaudar todas las fuentes de financiación de la revuelta, analizar el papel de las redes sociales y la prensa y analizar los problemas que hacen que una gran parte de la población estadounidense sea vulnerable y dispuesta a seguir las teorías de la conspiración y llamar a la revuelta, como dijo el ex asesor de Seguridad Nacional de Trump, el general HR McMaster, en un programa de televisión poco más de una semana después del ataque al Congreso.
Señaló que una parte de la población se siente excluida. No fue más allá, porque el entrevistador no le dio más espacio, pero el sentimiento de abandono no se limita a los poderes políticos, sino al poder económico. Hay más de 50 años seguidos de concentración de ingresos, destrucción de los sindicatos, eliminación de cualquier posibilidad de mirar hacia adelante y ver un futuro mejor, más seguro. Si Joe Biden no toca este avispón, el próximo candidato radical de la derecha puede ser alguien mucho más inteligente y más preparado que Donald Trump.
*Corresponsal en los Estados Unidos de Journal A Verdade Brasil
Traducción P. Opción