Recambio en la Casa Blanca

Periódico Opción
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Por Guido Proaño Andrade

Nunca antes ha existido tanta expectativa mundial respecto de las elecciones presidenciales en EEUU como hoy. Se explica por el crítico  escenario político social interno en el que se desenvolvieron, y también por el papel que la principal potencia capitalista juega en la geopolítica mundial. Los resultados electorales abren un nuevo momento, y la actual correlación de fuerzas en la Casa Blanca y en el Congreso marcarán variaciones en la política interna e internacional.

Hay una serie datos que dan cuenta de la particularidad de este proceso, el más visible es el número de votantes. Más del 66% de quienes se encontraban habilitados para sufragar lo hicieron, siendo la tasa más alta de participación desde el año 1900; hasta ahora, el pico más alto de votantes se produjo en 1968, con el 60,7%.

Varios análisis respecto de la composición de la votación del candidato demócrata, ponen principal énfasis en el caudal proveniente de los migrantes asiáticos, hispanos, afroestadounidenses, lo que no deja de tener incidencia. Sin embargo, de acuerdo a un artículo escrito por Eric Londres (https://www.wsws.org/), la decisión del voto estuvo fuertemente incidida por la condición económico-social de las personas.

Los nuevos electores provinieron principalmente de los trabajadores y de los sectores medios-bajos, golpeados con fuerza por la crisis económica y la pandemia del Covid 19, y se inclinaron principalmente a favor de Biden. Trump perdió votos en sectores de trabajadores blancos que en las elecciones del 2016 lo apoyaron, encandilados por el discurso de fortalecer la economía estadounidense, ofrecimiento que no lo cumplió.

El expresidente aumentó significativamente sus adherentes en los sectores de mayores ingresos económicos. En las elecciones de 2016, Clinton y Trump obtuvieron similar votación en las capas con ingresos familiares superiores a los 100.000 dólares al año, ahora en su mayoría apoyaron al presidente saliente porque la política adoptada desde la Casa Blanca para enfrentar la pandemia «ha alimentado el mercado de valores en alza y enriquecido a ese sector social». Los sectores que en estos meses se han visto gravemente afectados por el desempleo masivo, causado por la crisis económica y la pandemia, y los que han visto disminuir ostensiblemente sus ingresos votaron contra Trump.

Este último aspecto mencionado tiene un peso significativo, se conoce que entre los partidarios de Biden hay más entusiasmo por la derrota de Trump que por la victoria del candidato demócrata.

La presencia de los demócratas en la Casa Blanca no cambiará la naturaleza imperialista de los Estados Unidos, pero esto no puede hacer perder de vista que la nueva administración introducirá cambios en algunas políticas que se venían ejecutando. Biden declaró que EEUU retornaría al Acuerdo de París contra la crisis climática; ha hablado de temas como la reforma migratoria, derechos de voto, políticas distintas a las actuales para enfrentar la pandemia, lo que él ha calificado como «restaurar lo que se ha perdido durante el gobierno actual», los derechos a la atención médica, nuevas alianzas internacionales… pero se topará con problemas, pues, para su aprobación deberá llegar a acuerdos con los republicanos, que mantienen la mayoría en el Senado.

Entre algunos de los poderosos grupos económicos que deciden el rumbo de los EEUU, había preocupación porque la permanencia de Trump como presidente podría llevar a un «final del poder norteamericano», como lo calificó Eliot A. Cohen, en un artículo publicado el pasado 27 de octubre en la revista Foreing Affairs, en el que advierte que su reelección «marcaría el declive de un comienzo permanente». Por eso apostaron al candidato demócrata.

Durante la administración Trump, EEUU se ha alejado un tanto de sus tradicionales aliados de Europa occidental, se han producido problemas con los integrantes de la OTAN, provocó una guerra comercial con China que le afectó duramente a su propia economía, abandonó varios acuerdos y tratados internacionales -ocasionando una fuerte crítica de inclusive de sus propios aliados-. Estas y otras políticas serían revertidas por la nueva administración, para «recuperar el liderazgo mundial».

Esto nos advierte de cambios en la geopolítica mundial, y América Latina no estará ausente. El Partido Demócrata criticó la poca atención dada a esta región, a la que EEUU siempre la consideró como su patio trasero, lo que podría significar el lanzamiento de programas y acuerdos económicos que, al fin de cuentas, remacharán la dependencia externa de nuestros países. Hay casos específicos sobre los que hay que poner atención, como el tratamiento que dará a Cuba y Venezuela. En Brasil, Bolsonaro y la extrema derecha, sentirán la ausencia en la Casa Blanca de su ídolo protector.

Estados Unidos llegó polarizado y sale polarizado de este proceso electoral, por eso, el primer discurso que Biden dio, luego de saberse ganador, tuvo un tono conciliador. Dijo que gobernará no solo para quienes votaron por él, sino para todos y que su propósito es «restaurar el alma rota de los EEUU» y llamó a ser «la nación que sabemos que podemos ser». ¿Es un nuevo grito de guerra en contra de los pueblos del mundo, para recuperar el espacio que han perdido?

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