Por francisco Escandón Guevara
Después de más de cinco décadas de ser explotado por el Estado, el campo petrolero Sacha está al punto de ser adjudicado al consorcio internacional SINOPETROL por decisión arbitraria del gobierno de Noboa.
Esta concesión es una grosera privatización y una estafa económica con la cual la transnacional se llevará el 87,5% de la producción de este campo petrolero en plena operación, que tiene reservas probadas de crudo, sin riesgos de inversión y con ganancias aseguradas para los próximos veinte años.
Los impulsores de este chanchullo son los neoliberales, los supuestos defensores de la libre empresa y del libre mercado que entregaron a dedo el campo Sacha, sin concurso alguno. Ellos palanquearon a una empresa extranjera para que despoje a los ecuatorianos de, por lo menos, 8000 millones de dólares, mientras dure el contrato.
El hedor del sucio negociado se pudre aún más por las condiciones que imponen este tipo de contratos. El país retornará a los tribunales de arbitraje internacional, ellos resolverán los conflictos entre la transnacional y el Estado. A Noboa le importa un rábano la soberanía nacional y la decisión mayoritaria de la última consulta popular.
De concretarse la privatización, el fantasma de una crisis energética y económica estaría a la vuelta de la esquina. Sin suficiente petróleo para procesar en las refinerías del Estado, se deberá importar combustibles, las gasolinas y el diésel serán más caros, la canasta básica familiar multiplicará su precio y se generalizará la pobreza.
Para que nadie se haga el gil, ni quiera pescar a río revuelto en tiempos de elecciones, vale recordar que la idea de privatizar este campo petrolero no es nueva, es una antigua manía de las élites que sedujo a los cuatro últimos gobiernos: Correa lo intentó inicialmente con PDVSA y luego con la empresa china CERG, Moreno quiso subastarlo, pero no lo logró, en el gobierno de Lasso fue parte de su cacareada atracción de inversiones y ahora Noboa sueña con finalizar su concesión.
Las promesas oligárquicas de desarrollo son falsas. El extractivismo no es la puerta del progreso, peor aún el extractivismo privatizado. El despojo de los recursos naturales, pertenecientes a los países dependientes, es la fuente de enriquecimiento de las élites y las transnacionales, en tanto, el pueblo sufre las consecuencias sociales y ambientales.
Sacha no se vende, Sacha se defiende.