Por Jaime Chuchuca Serrano
Es imposible que una economía crezca haciendo todo lo contrario para que esta se desarrolle. Sencillamente, se han dinamitado los cimientos de la economía ecuatoriana. Ninguna producción en la sociedad moderna puede realizarse sin el movimiento efectivo y virtuoso del sector energético. El Producto Interno Bruto (PIB) del país ha caído -2,2% en el segundo trimestre (abril, mayo, junio) del año 2024, y esto sin considerar aún los apagones. De 20 sectores medidos, 15 sectores han caído (algunos entre el 5% y el 17%) y solo 5 sectores económicos han crecido. Aunque el Banco Central, se ha retrasado en sus mediciones, en los meses de julio, agosto y septiembre, esta cifra negativa se ha reproducido, y lo mismo ocurrirá hasta el final del año. En una mirada optimista, según el Banco Mundial, Ecuador incrementará su PIB, 2024, en 0,3%, sin embargo, esta podría ser menor a lo estimado, incluso podría ser una cifra negativa.
Para ningún capitalista medio es rentable producir en el país; salvo para los monopolios. Los peces grandes se comen a los peces chicos: solo en esta semana, varias empresas medias han tenido que despedir el 40% y 50% de su planta trabajadora, tras los anuncios de la presidencia de la república, sobre el apagón de 10 horas diarias para las industrias. Varias compañías extranjeras, han empezado a hacer proyecciones de si es rentable mantenerse en el Ecuador o si es mejor mudarse a otros países de la región. Los sectores agroexportadores, industriales, financieros, hacendatarios, comunicativos y otros, que respaldan a Noboa, pertenecen a la oligarquía tradicional más poderosa. La quiebra de las economías pequeñas, nutre a estas grandes.
El gobierno de Noboa ha hecho todo lo contrario de los planes económicos antirrecesivos. En lugar de bajar los impuestos, los ha subido; al contrario de bajar los precios de los combustibles, los ha incrementado; al revés de fomentar la energía abundante y barata, la ha restringido y encarecido a niveles exorbitantes. El gobierno no ha incentivado la construcción de la obra pública, y más bien la ha disminuido a límites históricos. La sociedad empieza a darse cuenta que la sequía y la temporada no son un pretexto para que, en un año, el gobierno de Noboa no haya realizado el mantenimiento del parque termoeléctrico, de las refinerías, ni del sector petrolero. Hay una contradicción entre los capitalistas modernizadores y la oligarquía tradicional retardataria que está enseñada a la economía de los monopolios. El pueblo ya no tolera la negligencia, la corrupción y los negociados sobre los recursos comunes.