Por Arturo Quizhpe Peralta/Kleber Calle
Así como podemos transmitir el Coronavirus, podemos transmitir emociones. Con una llamada podemos contagiarle confianza a un amigo, al otro lado del mundo. Un pequeño acto de bondad puede dar lugar a un pequeño brote de bondad en el edificio donde vivimos o en el barrio. Y sobre todo no nos olvidemos de quienes más sufren los efectos de una sociedad desigual, obsesionada por la multiplicación del dinero y el consumismo.
Los primeros son los ancianos, que nos acariciaron y nos orientaron. Las personas con diabetes, muchas de las cuales racionan la insulina para ahorrar sus limitados recursos. Quienes adolecen de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que sin la Covid-19 ya tienen dificultad para respirar. Las personas que tienen afecciones del corazón, que sufren hipertensión. Las madres y padres que se encargan solos de sus hijas e hijos. Pero más que nada, aquellas personas que dependen de su jornal diario para subsistir.
Cuando las personas están confinadas, un mensaje afectuoso, una sonrisa desde el balcón vecino, o una llamada telefónica por parte de alguien puede hacer una enorme diferencia emocional. Acércate al que parecía distante y compártele tu calor. Que la pandemia libere la solidaridad confinada en los corazones humanos, preferentemente para con los desamparados de bienes materiales, afectos y esperanza.
#AbracémonosConElCorazón
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