Por Jaime Chuchuca Serrano
Estados Unidos tiene violencia en potencia y en acto, y las dos son igual de efectivas. En niveles armados y represivos, el imperialismo estadounidense aún no ha perdido primacía; tampoco en hegemonía política, cultural. La mayoría de élites y oligarquías de diferentes regiones, como Latinoamérica, están sometidas económica e intelectualmente a EEUU. Algunas oligarquías aplauden las amenazas de Trump por expandir su país a México, Canadá, Groenlandia, Panamá; incluso han rebatido a las presidentas y presidentes, Claudia Sheinbaum y Xiomara Castro, Petro y Lula, por haber respondido. A la oligarquía latinoamericana le disgusta que se responda, como en los tiempos hacendatarios, que castigaba al “respondón”, al que alzaba la voz. Esta oligarquía servil, tipo Milei o Noboa, es la que aplaude al matón de la región, por sus armas, por sus símbolos neonazis.
Millones de personas dentro de EEUU y en el mundo entero, han protestado contra las políticas neofascistas de Trump: represión y tratos inhumanos a los migrantes, creación de cárceles migratorias, la adecuación de Guantánamo. El discurso neofascista se basa en culpar al otro por las crisis internas: se culpa al extranjero, al migrante, al de religión e ideología diferente, a la etnia diferente; este círculo se amplía, cada vez que se agota el pretexto anterior, v. gr., del anatema de los migrantes ilegales, se pasará a los migrantes legales. El discurso irracional trumpiano culpa a los otros como enemigos, por la crisis de las estructuras internas del imperialismo; y al mismo tiempo cuida su status quo y el de la oligarquía que lo acompaña. Trump decía que terminaría las guerras, pero planifica nuevas.
La lógica económica de esta ideología es simple: desprestigiar a ciertos grupos sociales, etnias, países y hasta regiones enteras, para disminuir los precios de productos y trabajadores en el mercado. Elon Musk, multimillonario y seguidor fascista de Trump, minusvalora lo extranjero, pero goza de la renta de sus empresas asentadas en países extranjeros, con trabajadores y consumidores extranjeros. La extrema derecha de Latinoamérica y Europa, se acercan a Trump, para ver si se benefician del negocio. El gobierno de EEUU vive amenazando e invadiendo a todo el mundo, subiendo aranceles y sancionando, así goza de sus beneficios imperiales de sometimiento. Ahora Trump, fortalece las doctrinas de imperiales de Monroe, del Destino Manifiesto, revive los discursos fascistas, como un anacronismo que se rehúsa a morir. El problema de estas políticas es que llegarán a callejones sin salida, ¿cuánto se demorará?, es una incógnita. Mientras Trump expulsa extranjeros, una sola IA extranjera, china, Deep Seek, hizo perder cerca de 600 mil millones de dólares a Nvidia. Esto es a lo que en realidad le teme la oligarquía de Estados Unidos, a la pérdida de su hegemonía.