Por Jaime Chuchuca Serrano
Desde que Trump convocó a la toma de El Capitolio, el 6 de enero de 2021, varios medios e intelectuales, han dicho que Estados Unidos es una Banana Republic más; expresión usada frecuentemente para los países latinoamericanos. Donald Trump tuvo su revancha y ganó las elecciones de este 5 de noviembre de 2024. En la última revisión, Trump tenía 295 electores, contra 226 de Kamala Harris, de un total de 538; el 50,9% de los votos corresponde a los republicanos, el 47,6% a los demócratas; y el 1,4% a los demás candidatos: Stein, Kennedy, Oliver y otros. Esta campaña fue sui generis, Joe Biden abandonó su lugar en medio de cuestionamientos a su salud mental, y fue reemplazado por Kamala Harris. Trump retomó su campaña, condenado por 34 delitos, y varios juicios pendientes. Al igual que en Latinoamérica, también en Estados Unidos, se habló del Lawfare contra Trump. En el senado, los republicanos obtuvieron 53 bancas, frente a 43 de los demócratas; en la cámara, 210 asientos para los republicanos y 198 para los demócratas.
Entre los demócratas y los republicanos, las diferencias son de matices: varios grupos oligárquicos y empresariales que se disputan el poder político del Estado. Ciertamente, que en los demócratas hay más variedad ideológica; no así en los republicanos, en los que domina el conservadurismo y la derecha. Y en esto, se apoyó Trump, como en la consigna nacionalista: “Estados Unidos Primero” (America First) y una furibunda campaña contra los migrantes, cuyo régimen no cambiará mucho respecto de su anterior presidencia. No obstante, Trump quiere fortalecer la industrialización -que a propósito creció con Biden-, y esta necesita de mano de obra migrante. Las políticas sociales de Trump son plenamente regresivas. Igualmente, Trump fortalecerá el proteccionismo estatal. En las últimas semanas, Trump se enfocó en decir que acabaría con la guerra en Ucrania, Gaza y Líbano. Así también, Trump dice que tendrá una buena relación con Putin y cambiará la política internacional de guerra de Europa y la OTAN. Sin embargo, no hay que olvidar que, en la anterior presidencia de Trump, también se fortalecieron los conflictos, se respaldó a Israel, se bombardeó Irán y se desestabilizó a medio oriente.
Trump continúa con su discurso contra China, que, en su período anterior, la enfrentó duramente con la Guerra Comercial, en la que se resintió la misma economía estadounidense; porque China también cubre el déficit yanqui. Los BRICs, recientemente reunidos en Rusia, el ASEAN y la misma China, con su multipolaridad económica y política, han creado una respuesta distinta del sur global, por lo que la hegemonía estadounidense tiene cada vez mayores quiebres. El efecto Trump, para Latinoamérica, en el actual contexto, puede ser doble: impulsar a la extrema derecha, tipo Milei o Bolosonaro; pero, igualmente, se pueden fortalecer fuerzas de la centroizquierda, como en efecto, ha venido ocurriendo con las victorias de Petro, Lula y otros candidatos de la región. El equilibrio inestable, de Estados Unidos, es un factor conclusivo de estas décadas, y la victoria de Trump, abona en ese camino trastabillante del imperialismo.