Por J. Romero
Cuando los de arriba hablan de paz
El pueblo llano sabe que habrá guerra
Cuando los de arriba maldicen la guerra
Ya están escritas las hojas de movilización
(Bertolt Brecht)
En la crisis actual entre la Rusia de Putin y Ucrania, no están en juego los intereses de los respectivos pueblos. Las amenazas de la OTAN de intervenir en el conflicto no pretenden tampoco salvaguardar los intereses de los pueblos europeos, sino reforzar la posición de EEUU como primus inter pares entre las potencias imperialistas. (Respecto a otros aspectos del conflicto remitimos al comunicado de los partidos hermanos y de los partidos europeos de la CIPOML)
Cada bando exhibe sus razones formales, pero este conflicto forma parte de la pelea entre EEUU, China, Rusia y la UE por imponer los intereses de sus respectivas oligarquías financieras en un periodo de crisis del imperialismo.
Hasta ahora era EEUU quien marcaba la ley y controlaba las principales instituciones que agrupan a las grandes potencias imperialistas, coordinando y disciplinando sus relaciones en el campo económico, político y militar. Sin embargo, China ha pasado a ocupar de manera cada vez más evidente un papel estelar en la economía globalizada, extendiendo su control económico a zonas hasta ahora en la órbita yanqui y disputando la hegemonía a EEUU de modo cada vez más abierto. Desde hace años las principales potencias imperialistas buscan reordenar las relaciones recíprocas en torno a nuevas alianzas y determinar cuál de ellas asume el control de la economía capitalista.
En este contexto general de crisis económica y política, la oligarquía financiera precisa del Estado para imponerse en la disputa internacional por los mercados. La pequeña burguesía intenta (necesita más bien), renacionalizar la economía y recuperar el Estado liberal, pero el gran capital aumenta cada día su control sobre la economía y controla el Estado en su exclusivo beneficio para defender sus intereses en un mundo que se debate desde hace años en una crisis permanente.
De sus angustias, de su incapacidad por desarrollar una política propia al margen del gran capital y de la mayoría trabajadora, surgen los intentos verdaderamente patéticos de las fuerzas políticas de la burguesía y sus aliados oportunistas por desviar la atención sobre las causas del conflicto y la responsabilidad de las potencias enfrentadas1.
En esta coyuntura, defender a una u otra potencia en sus apuestas guerreras basándose en la autodefinición que cada parte en liza hace de su supuesto derecho a extender su dominación sobre las zonas en disputa es más que un error político. Pretender que EEUU busca salvaguardar la democracia no solo es negar la evidencia: es, sobre todo, embellecer el imperialismo y su despiadada explotación de los pueblos. Pretender que Rusia únicamente intenta garantizar su seguridad es igualmente embellecer el imperialismo y un régimen, el de Putin, controlado por un puñado de gánsteres políticos que nada tiene que ver con el primer estado socialista de la historia; un régimen político que interviene en conflictos lejos de sus límites en zonas de interés para su oligarquía financiera nacional. Ambos contendientes, que disponen de un arsenal de guerra capaz de llevar la muerte a miles de kilómetros de su territorio, reclaman para sí lo que niegan a todos: «espacio vital» y seguridad en sus fronteras.
Frente a los burdos intentos de revisionistas, socioliberales y oportunistas de presentar al Estado como una estructura neutral, al margen del conflicto de clases, la crisis en Ucrania ha venido a probar de nuevo que, aunque los grupos financieros tengan sus inversiones dispersas por el mundo y en consecuencia cada vez sea menor la parte de la ganancia obtenida en el país de origen de la minoría explotadora que controla la economía mundial, el estado sigue jugando un papel clave en la defensa de los intereses de su propia oligarquía e interviene activamente en la pelea por el control de las materias primas frente a sus rivales; son los órganos del Estado los que garantizan el orden interno, sostienen la estructura jurídica, política, militar e ideológica que viene a “justificar” con una pátina “legal” la explotación cada vez más encarnizada de la mayoría trabajadora, y organizan la respuesta diplomática o militar cuando el interés de su minoría capitalista está en juego.
La única diferencia es que esta pelea se ha dado en los límites de uno de los bloques en liza, la Europa imperialista. Diariamente, en África, Latinoamérica y Asia estallan conflictos azuzados por quienes ahora reivindican su derecho a la seguridad2.
Con el imperialismo, la producción refuerza su carácter social al tiempo que la apropiación del producto social sigue siendo privada y se concentra en un número cada vez más reducido de individuos, Del mismo modo, el Estado, que debiera ser en esencia una organización social para defender el interés común de los ciudadanos pero nunca ha representado interés nacional alguno por encima de las clases, sigue siendo cada vez en mayor medida la estructura de la que se vale la oligarquía financiera para la defensa de sus intereses, frente a las clases trabajadoras y frente a sus competidores capitalistas.
La crisis de Ucrania ha quitado la pátina “democrática” de los Estados europeos, poniendo en evidencia las contradicciones entre ellos, y entre el bloque que les agrupa (la UE) y el resto de rivales imperialistas.
Las potencias dominantes en la UE, Francia y Alemania, no han ocultado su malestar ante la insistencia de EEUU en forzar el despliegue de la OTAN hacia el este; sus líderes han encabezado los intentos de negociación con el gigante ruso. La dependencia del gas ruso, que supone casi el 40% del gas que ayuda a sostener su potente estructura económica, el hecho de que la potencia yanqui siga manteniendo una política de proteccionismo económico frente a sus aliados europeos, los continuos desplantes políticos del socio americano y el miedo a perder pie en la lucha por la hegemonía, les ha colocado en una situación verdaderamente incómoda, teniendo que encabezar un conflicto en el que sus intereses están divididos. Otros, como Hungría, por ejemplo, para los que por diversas razones políticas o económicas el peso de Rusia es evidente, tampoco han ocultado su malestar con la posición de la OTAN.
Al tiempo, estados vasallos como el español han corrido a rendir pleitesía al líder yanqui, siendo los primeros en enviar fuerzas militares a la zona del conflicto a las órdenes de la OTAN, contraviniendo una vez más los compromisos adquiridos en el referéndum de 1986.Mientras Isabel Rodríguez, la portavoz de la coalición gobernante, declaraba que “España es un país de paz” e Irene Montero afirmaba que es el país del “no a la guerra”, el gobierno del que ambas forman parte se apresuraba a enviar una fragata y cuatro aviones de combate en apoyo del despliegue militar, bajo mando de la OTAN. Magra entrega, ya se sabe que el pobre puede aportar poco más que su humillación cuando el rico exige obediencia. Esta es una imperdonable irresponsabilidad (otra más) que pone en riesgo a nuestro país, implicándolo en un conflicto entre imperialistas.
En un marco internacional de confrontación interimperialista, el papel de una potencia como la UE, que vive en una constante crisis interna incapaz de definir entre sus socios, alguno de los cuales tiene por sí mismo entidad de gran potencia, quien controla el complejo aparato supraestatal de la Unión, se debilita en el plano político de continuo, forzada a representar el papel de actor secundario, de liebre en la pelea que libran China y EEUU. El desplante público de Putin a Macron, obligándole a sentarse frente a él en una larga mesa que remarcaba su distancia política, y su menosprecio del papel de la UE en la crisis, han tenido que ser un amargo trago para un chovinista de la talla del presidente francés. En definitiva, la posición de EEUU ha humillado a la Europa imperialista y mostrado al mundo sus contradicciones internas, en un momento de aguda crisis en el que las relaciones internacionales se han vuelto muy fluidas.
Las potencias en liza han echado mano de todo el arsenal de miedo y angustia al alcance de sus poderosos medios de manipulación de masas para justificar el ardor guerrero3. ¿Qué puede seguir como conclusión de esta crisis? Cabe esperar que las amenazas continúen, incluso sangrientas escaramuzas en la zona. De hecho, al tiempo de escribir este artículo, Putin daba un paso más en el enfrentamiento al reconocer a las repúblicas de Donetsk y de Lugansk que Ucrania reclama suyas y encargar a su ministerio de Defensa el «mantenimiento de la paz» en ellas.
Pero un enfrentamiento militar abierto entre las grandes potencias parece hoy difícil. Todos son conscientes de que un enfrentamiento tal, dado el brutal desarrollo armamentista y la tecnificación de los instrumentos de muerte desarrollados por los ejércitos imperialistas, tendría como consecuencia, como señalaba el propio presidente ruso Putin, que ninguno de los contendientes saliera triunfador.
Pero que nadie se equivoque: en el imperialismo, las guerras no se dan entre clases, sino en torno a los intereses de una oligarquía financiera implacable. Por ello, en los márgenes del sistema la guerra continúa. No son conflictos inocuos, se cobran cientos de miles de víctimas.
Al calor de esta nueva guerra fría, se extiende por el planeta una guerra real que afecta a la periferia del tablero donde se disputa la hegemonía imperialista. Sea cual sea el final de la crisis de Ucrania, lo cierto es que, a pesar de las caretas “humanitarias” del imperialismo, en África, Latinoamérica, Asia, continuarán declarándose conflictos detrás de los cuales está la mano de una u otra potencia imperialista, soplando sobre las llamas de una agudización real de la miseria, para crear las condiciones que mantienen al mundo permanentemente en guerra.
Hoy, como siempre, los comunistas recordamos la consigna del movimiento proletario: ¡Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases¡
Notas:
1 Revisionistas y oportunistas han rivalizado también en su entreguismo frente al militarismo imperialista. Recientemente, el secretario general del PCE y secretario de Estado para la agenda 2030, Enrique de Santiago, declaraba en una entrevista a Servimedia, en relación con la próxima celebración en Madrid de la cumbre de la OTAN, organización que sirve de cobertura a EEUU para su despliegue militar en apoyo del reaccionario gobierno ucraniano: “si formamos parte de una organización internacional y tenemos obligaciones, es obvio que mientras formemos parte hay que cumplirlas”. Al tiempo, otras organizaciones oportunistas se han desgañitado pidiendo el “cese del cerco imperialista sobre Rusia” (sic).
2 En Libia, el Sahel, Palestina, Kazajistán, Yemen, Colombia, Haití y tantos otros países son continuos los golpes de estado, conflictos y enfrentamientos, violaciones de los derechos nacionales y sociales, azuzados por una u otra potencia o por sus aliados reaccionarios; conflictos que provocan cientos de miles de muertos y desplazados a los que la huida de poco sirve frente a las fronteras de las “democráticas” y “fraternales” potencias imperialistas.
3 Verdaderamente repugnantes algunas entrevistas en las televisiones a paramilitares nazis ucranianos que alardeaban de su nacionalismo reaccionario rodeados de esvásticas neonazis.