Por Cecilia Jaramillo Jaramillo
Dolores Cacuango Quilo nació el 26 de octubre de 1881 en el latifundio de San Pablo Urco, cerca de Cayambe, en la provincia de Pichincha. Sus padres era indios gañanes, un término que se aplicaba a aquellos indígenas que trabajaban en las haciendas sin un sueldo. A cambio de su trabajo, solo obtenían un pedazo de tierra (huasipungo) en el que escasamente cultivaban algunos productos para la sobrevivencia de la familia. Durante su infancia trabajó junto a su madre en las tareas domésticas no remuneradas en la casa de hacienda. Por la pobreza extrema y por las tradiciones impuestas a los indígenas, nunca asistió a la escuela y por tanto no sabía leer ni escribir.
Como era costumbre en esa época, a los 15 años se trasladó a Quito para trabajar como empleada doméstica. En casa de sus “patrones” había una biblioteca que atrajo el interés de la joven Dolores y se le permitió acceder a éstos. Comenzó a auto educarse y a aprender por su cuenta a leer y escribir. Este esfuerzo le generó capacidades que fueron muy importantes en su actividad posterior como lideresa comunitaria y política. Regresa a su comunidad para casarse con Luis Catucuamba. Tuvo 9 hijos, 8 de los cuales murieron tempranamente por las precarias condiciones de vida y de insalubridad en la que vivían las familias indígenas.
Esta condición de explotación y pobreza extrema de los indígenas y campesinos, la desatención a salud, educación por parte de los gobiernos representantes de los terratenientes y oligarcas de la época, dieron lugar a una intensa lucha en la Sierra ecuatoriana especialmente y se multiplicaron las tomas de haciendas y exigencias de mejores condiciones de vida para el pueblo. «La tierra para quien la trabaja” fue la consigna que prendió en los sectores campesinos e indígenas que se organizaron para luchar por sus derechos y por la exigencia de una reforma agraria que acabe con la dominación feudal imperante. Dolores Cacuango se integró vivamente a estas acciones, en 1926, una rebelión popular en Cayambe convirtió a Dolores Cacuango en una de las líderesas más reconocidas por el movimiento indígena. Hay que resaltar este hecho, porque además del sojuzgamiento y explotación que soportaba por su condición de mujer indígena, también rompió con los tradicionales roles impuestos a las mujeres en esa sociedad semifeudal, semicolonial en la que imperaban las concepciones patriarcales más reaccionarias y que impedían a las mujeres incorporarse a las actividades políticas de esa época.
Ese año, los habitantes de la zona se rebelaron contra la proyectada venta de sus tierras comunitarias. Al frente de las protestas, impulsadas por el Sindicato de Trabajadores Campesinos de Juan Montalvo, se encontraba el indio Jesús Gualavisí.
Conoce al Partido Comunista del Ecuador y se integra a este partido. Se propone organizar a los pueblos indígenas por lo cual trabaja en la organización de la Federación Ecuatoriana de Indios – FEI. En este activismo político y reivindicativo de su pueblo conoce a Luisa Gómez de la Torre, una de las primeras maestras educadas en los normales creados por Eloy Alfaro nacida en Quito que se inició en la docencia como la primera mujer maestra del Colegio Nacional Mejía, que además de ser una firme defensora de la educación laica y científica: de la educación como un derecho humano fundamental, también se vinculó desde su juventud a la organización y lucha popular en un escenario de germinación y desarrollo de la organización sindical y social. Su compromiso con las causas populares se expresó en su integración al Partido Socialista y posteriormente como militante del Partido Comunista del Ecuador. Es reconocida como una pionera en la exigencia de los derechos políticos de las mujeres.
Para estas dos mujeres revolucionarias, una preocupación principal era el combatir la ignorancia, atraso y analfabetismo de los pueblos indígenas que era parte de las distintas formas de explotación a las que fueron sometidos desde la conquista española y luego de la independencia por parte de la oligarquía y terratenientes que gobernaban el país. La ignorancia y el peso de los dogmas religiosos impuestos por la fuerza a los pueblos y a las clases trabajadoras, constituían barreras que impedían su mejor incorporación a la organización comunitaria, indígena, campesina y popular, así como también a la acción por la vindicación de sus derechos.
Para Dolores Cacuango y Luisa Gómez de la Torre uno de los mecanismos para acabar con los abusos era educar a las niñas y niños. Con el apoyo de la comunidad organizada se crea la primera escuela indígena. La primera escuela kichwa se fundó en Yanahuaico (Pichincha) en 1946, después se establecieron otras tres: en Chimba, San Pablo Urco y Pesillo en Cayambe y la experiencia se fue replicando en otras comunidades indígenas de la Sierra. Se propusieron que las clases debían darse en el idioma nativo de su gente, el kichwa y también en español. Luisa y el único hijo de Dolores fueron los primeros docentes de esta escuela. Este proyecto educativo nunca fue aprobado por el Ministerio de Educación. Por esta razón, la comunidad aportaba en la adecuación de aulas, con los recursos didácticos y el sostenimiento de las maestras y maestros. Muchas de las escuelas funcionaban en los espacios comunitarios.
Estas escuelas fueron objeto de persecución porque consideraban centros de adoctrinamiento comunista. Esta condición obligó a que funcionaran de manera clandestina con el apoyo de la gente porque los beneficios fueron muy importantes para la educación de la niñez indígena. Esto no impidió que los indígenas continuaran exigiendo a los gobiernos la educación gratuita y de calidad. Se reclamaba igualdad de oportunidades educativas para la niñez indígena, promoción de la justicia social y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.
Dolores Cacuango señalaba: “Siempre entendí el valor de la escuela, por eso le mande a mis hijos a la escuela para que aprendan la letra. Yo hablé en la Federación Ecuatoriana de Indios y sabiendo que la compañera Lucha Gómez era maestra le pedí que nos ayude. Ella hizo una visita a mi choza y discutimos con más compañeros la mejor forma de que estas escuelas funcionen, de que tengan bancas y material para la enseñanza. . Con toda voluntad aceptó el pedido y desde ese momento empezó a dar clases, Primero a los que iIban a ser los maestros de esas escuelas en Indios”En 1963, bajo la dictadura de Ramón Castro Jijón, el gobierno prohibió la enseñanza en kichwa. En 1989 se crea la Dirección de Educación Indígena
Estas primeras experiencias de educación intercultural bilingüe constituyen el inicio de un debate en el campo educativo del Ecuador pues sus propuestas generales se sintetizan:
- La importancia de educar a niñas y niños en su propio idioma y a partir de sus costumbres y culturas
- La necesidad de desarrollar las capacidades en niñas y niños para enfrentar las condiciones precarias de vida
- Con el conocimiento de las letras y los números impedir la explotación económica y social de la que eran objeto los pueblos indígenas
- En estas escuelas también se desarrollaban procesos de alfabetización de adultos
- Y como un objetivo emancipador, se consideraba que la educación para los indígenas es un pilar para luchar contra la ignorancia, el atraso y la explotación y para que los pueblos indígenas se sumen a la causa de la construcción de una sociedad de igualdad y justicia para las y los ecuatorianos.
En la actualidad, el sistema educativo nacional plantea como un eje transversal y obligatorio la interculturalidad pero de manera formal, pues las concepciones, contenidos, metodologías, formas de evaluación no garantizan la aplicación de una interculturalidad que promueva la erradicación de la discriminación racial, la integración de todos los actores del proceso educativo en una relación de mutuo aprendizaje y desarrollo. La educación intercultural impulsada por las elites económicas y políticas del país tiene como propósito fortalecer el sometimiento de las clases trabajadoras y garantizar sus privilegios.
El aporte de Dolores Cacuango y Luisa Gómez de la Torre a la educación para la emancipación es muy trascendente, nos enseña desde esta experiencia práctica y teórica que en el campo educativo se expresa una constante lucha de ideas y propósitos.
La educación para la Emancipación cuestiona los contenidos y metodologías impuestas desde la institucionalidad del estado capitalista, se expresa en la crítica a la educación reaccionaria y dogmática, anticientífica que legitima la negación de los derechos de la niñez y juventud a una educación para la libertad y el progreso de la humanidad.
Desde esta perspectiva, la educación intercultural busca fomentar el respeto y la valoración de las diferencias culturales, lingüísticas y étnicas, y promover la integración con igualdad de oportunidades a la vida económica, social, cultural y política del país. La educación intercultural también busca desarrollar habilidades y capacidades interculturales en docentes, estudiantes y comunidad, para que puedan interactuar de manera efectiva y respetuosa con personas de diferentes culturas y orígenes. Esto hace parte de una propuesta educativa teórica y práctica comprometida con la transformación social que es la esencia de la educación para la emancipación.
BIBLIOGRAFÍA:
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Fuente. Revista Aprendamos a Educar #8