Por Dr. Xavier Morales Herrera*
Estimados colegas:
La tumba del Dr. Eugenio Francisco Xavier de Santa Cruz y Espejo, se encuentra en una pequeña capilla aquí en Quito: la Ermita de San José de El Tejar, a un lado de la iglesia principal de El Tejar alto; su cuerpo llegó allí casi a la noche de un 27 de diciembre de 1795, en un cortejo fúnebre injusto para uno de los más ilustres ecuatorianos de todos los tiempos.
Cuatro indígenas que esperaban su paga, cargaban el cuerpo en una simple plataforma de madera y atrás de ellos caminaban Manuela Espejo (su hermana) y José Mejía Lequerica, ¡nadie más!
La biografía dice que Manuela expresó: José Mejía ¡usted, yo y nadie más!… y no podía contener el llanto en una tarde de helada llovizna… ya en la mitad del cortejo se les unió el mensajero trayendo el certificado de defunción.
Dos eventos en la vida de Eugenio Espejo el médico, son oportunos remarcar en este día….
Se graduó de médico con honores a los 20 años, pero no le quisieron entregar la licencia para curar enfermos, sus contemporáneos nunca le perdonaron que un indio se convierta en médico ilustrado, y lo dejan dos años más realizando trabajo hospitalario, ¡claro! para él, una oportunidad ideal para perfeccionar su formación y observación de las enfermedades.
Terminó su “residencia” y por presiones de otros colegas tampoco le permitieron ejercer. Se menciona a un médico sacerdote Fray José del Rosario, que se negó a concurrir a la cabecera de un enfermo si este colega indio se encontrase allí. Espejo no enfrentaba, debatía con argumentos médico-científicos, superaba los obstáculos y consiguió la licencia para curar enfermos en noviembre de 1772. A los 25 años de edad, ya cuando era imposible oponerse: nadie se perdía asistir a la junta de médicos cuando Espejo se encontraba presente… compartía criterios médicos actualizados e inteligentes, con referencias científicas en latín, francés, griego, inglés, quichua y obviamente español.
13 años más tarde en sus _Reflexiones acerca de las Viruelas_ escribió sobre la higiene social, ubicando a la salud de los humanos dentro de un entorno bio psicosocial, análisis que recién apareció en Europa 100 años mas tarde, por ello Eugenio Espejo fue un “adelantado”, primero criticó la falta de recursos inmediatos para la erradicación de la temible viruela (presupuesto para la salud); y, segundo, como médico que era, puso el dedo en la llaga, acusando a los monasterios, conventos e iglesias como focos pestilentes por el descuido en el aseo de esos lugares. Categóricamente afirmó que los responsables de las epidemias contagiosas eran la ignorancia en temas de higiene, las deficientes condiciones sanitarias de la ciudad, criticó la mala formación médica e incluso acusó a los propios sacerdotes bethlemitas que dirigían el hospital de Quito de “descriteriados”. Imaginemos la irritación que provocaba cuando se opuso a un repetido y cruel acto de exorcismo por parte de sacerdotes médicos a un joven que en accesos “botaba fluidos verdosos y del color de la tierra cuando vomitaba y tosía“… Espejo les dijo en la sesión médica: “Es propio de un espíritu fuerte profundizar los asuntos que trata y no dejarse sorprender por las apariencias”, al argumentar que el paciente no tenía el demonio adentro sino que sufría de neumonitis. Allí se armó otra bronca y con el poder de esa época: ¡el clero!, una pelea que nunca abandonó; es evidente que tras su muerte, ninguna parroquia quiso recibir sus restos, con excepción de un sacerdote colombiano de El Tejar, amigo personal.
Más allá de su sorprendente descripción de los microorganismos patógenos como “seres microscópicos voraces y animados… o atomillos vivientes”, fue identificarles como los responsables de la fermentación y las enfermedades, 75 años antes que Pasteur.
Un detalle maravilloso plasma con valía la devoción a sus pacientes: pocos meses antes de morir cuando encerrado en su celda en el cuartel de la Real Audiencia junto al palacio de Carondelet, es despertado a la madrugada por orden del presidente, se trataba de una emergencia médica: la hija del presidente del Virreinato estaba enferma y no había mejor médico que él para atenderla, lo disfrazaron y Espejo por supuesto fue, como lo hizo las siguientes noches, aunque se trataba de la hija de su propio verdugo. ¡Claro! el ser médico va más allá de todas las pasiones humanas.
Exactamente así es, nosotros los médicos venimos de allí, de esa escuela, de ese ejemplo de maestro…
La medicina, estimados colegas, es precisamente eso. Hipócrates decía: “Dondequiera que el arte de la medicina es amado, también hay un amor a la humanidad”. ¡Una profesión humana!, todas las profesiones son respetables, pero la profesión médica está del lado de la vida, de los valores humanos; dicen que la vida vale la pena mucho más si es ayudando al prójimo, entregando felicidad, dando alivio, calmando el dolor, alivianando la carga de la vida de nuestros pacientes, todas las religiones toman al amor al prójimo como uno de sus pilares fundamentales. Nuestra profesión es un medio para hacer la vida más maravillosa a nuestros semejantes. Para los que creemos que al final de nuestros días tenemos que rendirle cuentas al supremo, muchos de nuestros puntos a favor ya se han inscrito con nuestra profesión. Entonces habrá valido la pena todo el sacrificio.
Estimados compañeros, nuestro hospital lleva el mejor nombre que podía tener, Eugenio Espejo, pues en los albores de este hospital trabajó aquí, ¡qué honor!
El colega Dr. Espejo nació hoy hace exactamente 270 años, el nombre de esta casa de salud, más que un homenaje a su personalidad, es un orgullo para todos quienes trabajamos aquí y el compromiso indiscutible es tratar de seguir su ejemplo. Hijo de indígena y mestiza, de origen muy pobre, estudioso como ninguno, libre pensador, rebelde, frontal, libertario y sobre todo ¡un médico brillante y muy humano!
Actualmente su imagen continúa agrandándose, en sus escritos recién se alcanza a comprender que su pensamiento médico no solo viene desde la promoción, defensa y reparación de la vida, sino explica a la salud en el entorno social y lo critica frontalmente con argumentos científicos, fue el primer médico en el mundo que estableció la relación de la enfermedad con la pobreza, con hacinamiento y con injusticia social.
Estimados colegas, a continuar unidos y fortalecer la unidad, ese es el único camino, solo eso nos hace fuertes, en esta guerra de locos es fácil perderse, separados y solitarios somos víctimas fáciles de los depredadores. Mirando siempre lo que nos une y no lo que nos separa, solo así podremos enfrentar tantas agresiones a la clase médica.
Que todo el mundo sepa que a algunas cuadras de aquí en la calle García Moreno, cuando esta ciudad aún dormía entre tinieblas, en la madrugada -a hurtadillas- un colega médico colgaba letreros que clamaban ¡LIBERTAD!… ¡Todos los médicos somos hijos de él!
Quito, 21 de Febrero de 2017
*Cirujano Cardiotorácico/ Médico tratante del Servicio de Cirugía Cardíaca/ Hospital Eugenio Espejo/CMP 6769