El fragor de la poesía*

Periódico Opción
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Por: Dr. Jorge Hernán Báez Andrade

En una sociedad contemporánea virtual, donde la tecnología es el templo financiero que cobra diezmos al artesano de las letras con monedas de libre culto; el poeta, cual Prometeo que robó el fuego del Olimpo, se transforma en un paladín que ofrece a los hombres, la llama que domina todas las artes, para alumbrar los más recónditos silencios del espíritu humano con la luz de sus poemas.

GUSTAVO BÁEZ TOBAR, poeta de noble linaje, llegó al mundo acunado en los brazos de musas ancestrales que conviven con el “Taita Imbabura y la Mama Coatacachi”; vino trayendo en sus manos hábiles, además de su pluma creativa, un regalo para la vista y una fascinación para los lectores, su última obra poética titulada “Aproximaciones”. Un   mensaje de ensueño que invita a disfrutar de las palabras que el autor, en su crisol de conmovedora simplicidad, las va transformando en poesía telúrica, que rezuma belleza por las verdes campiñas del colosal Imbabura y muchos lares más allá de las distancias; proceso ideológico, clarividente y soñador que se adentra en abismos imaginarios, llenos de amor y posibilidades; códices donde la creación poética es un camino que conduce al flujo constructivo e incondicional de la belleza estética.

Poesía proviene del griego poetikos, que significa crear-producir. La poesía es un acto de creación, pero casi siempre la hemos confundido como si fuera una exaltación a la   erudición; por lo tanto, hay que descubrir el velo y explicar que el poeta no es erudito, porque no es perito, tampoco sus actos son episodios maquinales, academicistas ni tecnócratas; el poeta es en esencia una voz del cielo que hace que su corazón destile versos, para que los afortunados seres bienaventurados, se deleiten con la pócima que brota de la fuente de su inspiración.

GUSTAVO BÁEZ, ha hecho de su oficio de poeta, una fuerza de invención, gracias al   conjunto de cualidades que caracterizan a este paradigmático de las letras, porque toda su fuente de inspiración se encuentra en el interior de su alma inefable, también fuera de ella, en el amor por el conjunto de todas las entidades naturales cobijadas por Gea, Diosa de la tierra. Su poesía nos permite tomar consciencia hasta de las utopías; por esa misma realidad, la presente obra está escrita para gente que tiene la mirada limpia y el corazón cristalino. La poesía, por lo tanto, no es para sonámbulos que disfrutan de su descolorido ego auto sustentable.

El presente poemario no es una pasarela para que desfilen palabras sin alma o letras maquilladas de adjetivos de moda. Su contenido es un gesto con el cual el poeta se comunica con el mundo y sus arcanos, porque la presente poesía es una aventura instintiva, natural, propia, sencilla, que no la volveremos a encontrar en el futuro. Por eso, el escritor, como poeta universal, se alucina, se sorprende, se conmueve más allá de la pasión que encierra su corazón. Sólo él conoce el significado que el dolor pinta en el interior de su propia alma; por eso disfruta con alago, el vino que la mariposa de la felicidad deposita a pequeños sorbos en sus labios.

Para comprender las ideas, creaciones e imaginaciones del poeta impresas en este libro, hay que evitar ser individuos que sólo dormitan sin haber vivido, sin haber amado, sin haber palpitado ante una idea elevada, generosa, pura y abstracta, como la que nos ofrece el juglar. Por lo tanto, para desentrañar los misterios de la poesía, hay que adentrarse en el espíritu del escritor, para descubrir el alma que los símbolos poéticos guardan en el interior de sus páginas. Esta cualidad los griegos la llamaban “Espiritualidad”, que no es otra cosa que la perfección, propiedad o atributo esencial del alma humana. Por lo tanto, el poeta es un personaje que ejercita la vida espiritual en cada página, durante su larga y sacrificada trayectoria de semidios creador de versos, pues ha consagrado décadas de su noble vida a escribir, borrar y volver a reescribir, hasta alcanzar el timbre de la originalidad, marcando sus palabras con el sello específico de los elegidos, haciendo de sus textos una religión, un credo, un dogma particular y una doctrina para su vida.

Imbabura es un pueblo afortunado, porque aún disfruta de la humana presencia y generosidad poética del escritor de esta obra, el cual describe con su armonioso, espontáneo y casi extrasensorial lenguaje, la aventura poética de su espíritu trovador. En su interior encontramos poemas que no son retóricas o malabarismos literarios. Su palabra es limpia como el cielo de Imbabura o el celeste cristal de sus lagos.

Estimado lector, ante tus ojos el autor revelará en sus páginas, la luz que invade el sacrificio diario del obrero anteño que el poeta versifica, /Así eras obrero de mi tierra, tus brazos/ponían la fuerza, mientras en tu mente/ los sueños infinitos maduraban/. Su fonética y su canto poético a su /Pailatola, amiga solitaria/; forman parte de su inspiración. La música de su noble Atuntaqui /Hermosa cuna de mis mayores/donde la vida me sonrió/ es el regalo a su terruño amado. Su poesía recorre su Cotacachi que /tiene alma risueña,/ y /sonríe en cada pétalo/. Además camina por vericuetos y duros senderos /¡Intag la grande, Intag señorial¡/. El lago Cuicocha es bañado con el cromatismo poético del autor, cual /Princesa de la bruma/de misteriosa luz/. Siéntate a la sombra de un longevo Pumamaqui /gendarme de las alturas/ y te contará /sus penas añosas/… Disfruta de las blancas cabelleras de sus hermosas cascadas. Comparte la sensibilidad telúrica del poeta, degustando la «chicha de jora” madurada en la fuente de su inspiración, entonando himnos que engrandecen la memoria de hidalgos hombres y soberanas instituciones. Unimísmate en el abrazo del abuelo y los atardeceres que ennoblecen la vida con infinitos horizontes multicolores y reúnen  amistades inolvidables… Definitivamente, el leyente debe sumergirse en el espacio-tiempo de la presente obra, para ir degustando, como gran catador literario, el sabor y la textura de cada uno de sus poemas, hasta caer embriagado de versos.

Ha llegado el momento de recuperar la poesía, de restituirla y presentarla como suspiro de vida o canto de libertad, ante un mundo repleto de atavíos barrocos e insignificantes ideologías, para reestablecerla como redención de lo humanitario y emancipación de lo natural. La poesía debe volver, cual lobo extraviado, a lanzar aullidos a la luna para alejar los fantasmas esteparios y despertar los espíritus terrenales. El poeta tiene la llave mágica de un país clausurado de sueños, y, es deber del lector, custodiar la perplejidad metafísica de su poesía, alimentando el reconocimiento universal a la germanística inigualable del escritor.

* Prólogo del libro de poesía del Dr. Gustavo Báez Tobar                                                Atuntaqui, enero 2022

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