Por Jaime Chuchuca Serrano
Los ecuatorianos decían que en las elecciones del 11 de abril podía pasar una de dos cosas malas: que Lasso o que gane Arauz, y al amanecer del 12 de abril las paredes amanecieron pintadas con el grafiti: “Estoy alegre porque perdió Arauz y triste porque ganó Lasso”.
Desde la primera vuelta, los 16 binomios presidenciales se concretaron en tres tendencias que terminaron encabezando Arauz, Lasso y Pérez. El populismo correísta recuperó su estructura y el apoyo de múltiples capitalistas de la obra pública y en segunda vuelta de ser los favoritos pasaron a ser los perdedores. La victoria se la llevó el gran capital ecuatoriano, las élites conservadoras, el neoliberalismo y el populismo de derechas con Guillermo Lasso. Las clases sociales y castas detrás de Lasso son herederas de los hacendados ecuatorianos, altamente racistas, de la burguesía industrial y financiera que se han beneficiado del Estado. El proyecto modernizador neoliberal de los años ochenta y noventa, resucita con Lasso en el siglo XXI.
Los camisetazos de otras organizaciones empezaron desde temprano el 11 de abril. El enfrentamiento entre las dos maquinarias electorales más grandes en lo que va de este siglo, terminaron una apretada contienda con la victoria de la oligarquía ecuatoriana, con el binomio Guillermo Lasso y Alfredo Borrero. Es simbólico para la burguesía ecuatoriana que el primer discurso de Guillermo Lasso fuera con Jaime Nebot a su diestra, el heredero del “padre de la patria”: Febres Cordero. Las denuncias de fraude contra las fuerzas de Lasso y el correísmo estuvieron presentes en el ambiente electoral desde la primera vuelta. Las fuerzas organizadas de las izquierdas se arriesgaron a llamar al voto nulo, como un distanciamiento ético ante los dos grupos de la élite en disputa. La elevada votación nula y las figuras gráficas de un Yaku Pérez ausente de la papeleta, convirtieron a este proceso también en una interpelación al poder. Al menos en cuatro provincias (Azuay, Cotopaxi, Bolívar, Chimborazo) el nulo obtiene más votación que Arauz. Con el 96,7% escrutado, con una diferencia no muy grande, Lasso obtuvo 52,46%, Arauz 47,54% y el nulo 17%, que en la primera vuelta fue de 9,55%.
El correísmo empezó la campaña de la segunda vuelta con un giro a la derecha, acercamientos con el FMI, las transnacionales y grupos mineros. En campaña electoral el correísmo no pudo dejar de lado su arrogancia y prepotencia, los cuales jugaron en su contra a la hora de ganar votos de los sectores populares. Las limitaciones de Arauz para desenvolverse en las entrevistas, debates y el escenario público lo marcaron en más de una ocasión como inepto. Lasso, por su parte, empezó con un giro hacia el centro, tratando de conquistar la votación de los jóvenes con una campaña comunicacional con los recursos de la ridiculez tiktokera; el Opus Dei y el club rotario de CREO-PSC se convirtió en la derecha de los “zapatos rojos” que no cambió un milímetro el programa neoliberal. Esperamos que esos “zapatos rojos” no sirvan para patear los cuerpos de los jóvenes como en tantas derechas totalitarias. La lucha de las dos maquinarias electorales burguesas se realizó en el sistema electoral fraudulento y corrompible que ellas mismas construyeron.
Aunque no parezca, Lenin Moreno jugó un papel completamente importante para los dos bandos. Lasso, aunque co-gobernó con Moreno, lo cuestionaba por ser del gobierno correísta. Arauz, que fue funcionario del Banco Central, mentaba que Moreno era comprado por la banca. En estas circunstancias quien más se alejaba del gobierno de Moreno, más votos podía conseguir. Asimismo, quien más se alejaba de la dimensión del autoritarismo y la corrupción, más podía incrementar la votación. El correísmo se demoró casi quince días en responder las acusaciones de corrupción contra Arauz: la falsedad de su concurso en 2006 y la compra de su renuncia. Para Arauz le fue imposible alejarse de su mentor, Rafael Correa, y de las decenas de denuncias contra el correísmo. El voto castigo contra el correísmo se convirtió en un voto por Lasso, y así este cosechó al menos la votación de ocho representantes que terciaron en la primera vuelta como candidatos a presidente. La más rancia oligarquía terminó adquiriendo el ropaje de novedad.
En este proceso electoral se trocaron las cosas, la campaña de Lasso, manejada por Durán Barba, convirtió a Arauz en candidato de las élites: “pipón”, corrupto y mentiroso. El “Andrés no mientas otra vez” del debate pasó ser el grito de batalla del lassismo. El correísmo se estancó en su campaña y en su electorado, su exceso de confianza creyó que con decirle “banquero al banquero” era suficiente argumento.
La derecha regional tiene un gran triunfo con Guillermo Lasso. Los primeros en saludar la victoria del financiero guayaquileño fueron presidentes y ex presidentes latinoamericanos de la derecha tradicional, entre ellos el narcopolítico Alvaro Uribe, Mauricio Macri, Juan Guaidó, Sebastián Piñera y otros. El período del presidente banquero empieza con un decisivo voto anticorreísta. Lasso garantiza la impunidad del régimen saliente de Moreno y sus adeptos. El futuro presidente empezará haciendo lo que Arauz en segunda vuelta: acercarse al FMI. Lasso continuará con los relatos de la crisis para la aplicación del plan neoliberal, que incluye en su programa de gobierno la venta de empresas, la liberalización económica, la flexibilización laboral, la minería metálica, el monopolio de la tierra, los tratados de libre comercio y otras lacras más.
El gobierno de Lasso tendrá poca legitimidad y varios fantasmas recorrerán sus salones: el del fraude electoral en primera vuelta y su cogobierno con Moreno. El banquero dirigirá sin beneficio de inventario un Estado endeudado, quebrado y saqueado. Pachakutik y las otras fuerzas de izquierda retomarán la movilización y regresarán sus miradas al Levantamiento de Octubre de 2019. Los lassistas y socialcristianos deberán recurrir a los cabildeos y alianzas para que pueda gobernar Lasso. Los acuerdos tendrán que hacerse con la pluralidad de fuerzas que integran la Asamblea (Corresítas, ID, PK y otras). Al presidente banquero, aún inexperto en las cargas administrativas, le costará al menos un año tener un equipo de dirección estatal. En los cien primeros días ya se verá si Lasso mediamente entiende el entramado estatal o si pasa a la cola de los presidentes negligentes que han atravesado Carondelet. Como se ven las cosas es más probable una alianza entre lassistas y correístas de los que se cree.
El tejido social y las organizaciones populares ecuatorianas han sido inmensamente golpeados por varios años, en la pandemia y en el proceso electoral. La llamada democracia benefició a las élites. Los trabajadores del campo y la ciudad, los indígenas, los jóvenes, las mujeres organizadas reclaman los incumplidos derechos humanos y de la naturaleza, el Estado plurinacional, la justicia social, salud y educación en una época de prebendas y corruptelas de la mayor escala y cuando los más pobres no tienen pan en la mesa. Al terminar el proceso electoral, estos actores se han dado cuenta temporalmente que no pueden ser gobierno sin la más amplia unidad, sin comprender los hilos del poder, las trampas y los juegos de los tronos. Cuando acabo de escribir este artículo un señor me hace una pregunta retórica: “¿en estos cuatro años más, cómo quedará Ecuador?”