En Nicaragua el pueblo castiga a Daniel Ortega

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Casi nos habíamos olvidado de Nicaragua y de su ejemplar historia.

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Quizá lo más reciente que recordamos fue la intención de construir el canal interoceánico presupuestado en 20 mil millones de dólares y que debía hacerlo – cuándo no- una empresa china, y que ahora parece que fue nada más que un sueño.

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Como todos los países latinoamericanos tuvo que soportar los rigores del colonialismo español, pero en 1821 obtuvo la independencia y en su momento formaría parte de la Capitanía de Guatemala e incluso del efímero reinado de Iturbide, de México.

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El proceso de consolidación como república y como Estado ha sido por demás accidentado y ha ido configurando las bases que levantan ahora un país pobre, solamente un puesto más adelante que Haití.

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Nicaragua ha debido enfrentar sucesivas invasiones de la Marina de los Estados Unidos, situación que se acepta como una de las razones del atraso y de la implantación de gobiernos autoritarios y antidemocráticos. En 1933 al retirarse los invasores yanquis asume la presidencia Anastasio Somoza, quien en 1934 manda asesinar a Augusto César Sandino, un heroico luchador por la independencia y soberanía de su país.

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Este hecho marca de manera indeleble el futuro del país, no solamente porque inicia un largo período de gobierno de la familia Somoza (43 años), sino también por la cruel represión al pueblo.

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El terremoto de 1972 destruyó Managua y fue el pretexto para que Anastasio Somoza Debayle se declare dictador hasta 1979, cuando huye de su país debido al levantamiento del pueblo dirigido por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cuyo ideólogo principal era Carlos Fonseca Amador.

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Se forma un gobierno de Reconstrucción Nacional que adopta medidas urgentes y progresistas lo que provoca una nueva intervención política de los Estados Unidos, con lo que se produce una nueva guerra civil entre los sandinistas y los llamados “Contras” armados y encabezados por Ronald Reagan.

 

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En 1989 se firma un armisticio y desde allí y en forma precaria han gobernado Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaño, que no logran pacificar del todo al país ni sacarlo de la permanente crisis económica acentuada por la aplicación de medidas neoliberales.

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En 1999 y en el marco de una aguda crisis política comienza el paulatino declive de la imagen revolucionaria de Daniel Ortega cuando suscribe deshonestos acuerdos políticos con el más alto representante de la derecha nicaragüense: Arnoldo Alemán.  El objetivo era repartirse el poder.

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Ortega se inclinó a la derecha, especialmente después de perder dos veces las elecciones a la presidencia. Luego de los acuerdos de la traición, llega al poder en el 2007 y gobierna con tibias medidas en la educación y la salud, sin conseguir la eliminación de la pobreza ni la dependencia.

Lejos ya de sus concepciones de izquierda, ha gobernado con un corte populista en el que  destaca el papel folklórico de su esposa, Rosario Murillo, convertida en ícono de la santería seudo religiosa.

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Mientras tanto Ortega ha enriquecido a sus hijos y a su familia, así como a pocos ex dirigentes sandinistas que ahora son millonarios. La primera denuncia de la derechización de Ortega y de su política corrupta fue la del socialdemócrata Sergio Ramírez Mercado, ex Vicepresidente y en estos días premio Cervantes de la Lengua española.

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Ortega ha engañado a su pueblo y al mundo al presentarse como un político de izquierda y como tal ha compartido la tribuna internacional del frustrado “Socialismo del siglo XXI”con Chávez, Maduro, Correa, Cristina Kirchner, Morales, Lula, y Bachelet, creando con ello una gran confusión que solo se aclara cuando se revisa la situación económico-política de Nicaragua.

Tan extendido es su desprestigio que el escritor y periodista Miguel Urbano Rodríguez señala: “La memoria de Sandino, de Carlos Fonseca y de la epopeya de la insurrección que destruyó la dictadura de Somoza permanece viva en el pueblo de Nicaragua. Un día este retomará la lucha rumbo al socialismo, interrumpida por la traición de Daniel Ortega”.

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El pueblo toma medidas en abril del 2018 al levantarse de manera heroica y desenmascarar el falso izquierdismo de Ortega. Miles de personas se lanzan a las calles y consiguen la derogatoria de las medidas sobre la seguridad social, pero principalmente abren las puertas a la insurgencia de los estudiantes y del pueblo. Mueren 29 personas tras la criminal represión ordenada por Ortega quien retrocede cada día.

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El pueblo exige sanción al corrupto Ortega y una profunda reconversión de las instituciones sociales del país a través de una política de diálogos en los que no intervengan los políticos acusados de corrupción o de persecución al pueblo. Que sean las organizaciones de los trabajadores, de los estudiantes, las que propongan nuevas medidas económicas y sociales, y eliminen la corrupción y el autoritarismo.

 

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En el plano de las libertades, el pueblo levantado exige libertad de expresión y el saneamiento de los medios de comunicación cuya propiedad monopólica está en manos de los orteguitas y del famoso “Fantasma” González. Ni los industriales confían en el gobierno y también son ellos quienes ahora están en las calles.

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“La rebelión popular en curso viene alimentándose desde hace dos años al menos, en la lucha anti canal, de las mujeres, contra el fraude y la venalidad. Hoy en la lucha contra la reforma al INSS parece haber llegado a un pico”, dice un periódico nicaragüense de izquierda.

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