En Marcha
Pocas veces el país habrá vivido una situación como la actual, caracterizada por una grave crisis institucional y el aumento de la desconfianza de la población en el Estado. No es solo la crisis política la que distingue el escenario actual —que por sí ya es una situación grave—, toda la institucionalidad burguesa está afectada: el ejecutivo, el legislativo, la función judicial, la Policía y las Fuerzas Armadas; los grandes medios de comunicación, los partidos políticos de la burguesía provocan rechazo por su forma de actuar, porque son instrumentos para el cometimiento de actos de corrupción o para la protección de estos y de los corruptos, para promover y defender intereses personales o de grupo.
Las pugnas que se producen entre legislativo y ejecutivo, no se producen porque unos defienden a los trabajadores y el pueblo y otros no, sino por el afán de captar posiciones para ejercer presión, para tarifar votos, son contradicciones típicas entre facciones burguesas, que se amainan cuando consideran que sus intereses de clase, en general, corren peligro, por eso, un momento votan para favorecer a un grupo y otro lo hacen con un sector distinto.
Los delincuentes de cuello blanco se esmeran en actuar con cinismo, y una vez que han corrompido jueces y funcionarios de toda índole para comprar su libertad o impedir procesos judiciales, recorren las calles gritando victoria, demostrando una vez más que la ley se mueve en función de quien tiene más dinero y que lo robado alcanza para todo. ¡Qué terrible afrenta para el pueblo!
Hay una descomposición de la institucionalidad burguesa, la crisis que vive el país es expresión de la crisis del capitalismo, es una manifestación de la estructura de su Estado y de la política que aplica la burguesía dueña del poder… es una expresión de la decadencia de la sociedad burguesa.
Mientras en las alturas festinan los fondos públicos, pisotean leyes, buscan cómo hipotecar el país al capital privado nativo e internacional, arman y desarmar acuerdos políticos… las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo se agravan cada día, el gobierno sigue mandando a la desocupación a cientos de profesionales y trabajadores de la salud, niega la equiparación salarial del magisterio, impide que las mujeres accedan al derecho al aborto en caso de violación, desmantela el sistema de salud pública, priva a decenas de miles de jóvenes a acceder a la educación superior.
Con independencia de clase y su propio proyecto político, los trabajadores y el pueblo deben dar una respuesta clara y contundente a esta situación. Deben enfrentar a la crisis y a los responsables, buscando una salida política que ponga por delante sus propios intereses.