Por: Alfonso Murriagui
Con Vallejo se reafirman las convicciones revolucionarias y la esperanza en los cambios sociales. Además de un gran poeta fue un gran pensador y ensayista. Sus obras aún orientan a miles de trabajadores.
César Vallejo me sigue y me avasalla; cuida que no me olvide de él y de su dura y humana poesía. Vuelvo a sus poemas como se vuelve, aterido, a mojarse una vez más en la tormenta. Vuelvo a Vallejo como se vuelve al agua cuando la sed nos acosa, o a la luz cuando amanece el día. Vuelvo a Vallejo, para leerlo por enésima vez, y así tratar de adentrarme en sus misterios.
Cómo no volver a leer este fragmento:
“Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos
su fórmula famélica de masa”
Y vuelvo a Vallejo porque, cuando lo leo, se reafirman mis convicciones políticas, se enriquece mi esperanza en los cambios sociales anhelados; cuando releo a Vallejo, no puedo pensar en otra cosa que en la necesidad de seguir luchando para cambiar las reglas del juego de este mundo, esclavo de la oferta y la demanda y, por lo mismo, brazo ejecutor de la explotación y la miseria impuestas por las clases dominantes.
Porque César Vallejo, no solamente fue poeta, sino un gran pensador, un ensayista profundo y definido. Veamos cómo, con su posición de marxista leninista convencido, reacciona frente a las poses de los intelectuales “revolucionarios: “El rol de los escritores no está en suscitar crisis morales o intelectuales más o menos graves o generales, es decir, en hacer la revolución por arriba sino, al contrario, en hacerla por abajo. Bretón olvida que no hay más que una revolución: la proletaria y que esta revolución la harán los obreros con la acción y no los intelectuales con sus crisis de conciencia”
“Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay voz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios sin desarrollo”.
César Vallejo estuvo planamente convencido de que la verdadera literatura revolucionaria es una forma de vida y no una escuela o moda literaria y por eso se dedicó a escribir y a luchar a favor de la revolución proletaria, seguro de que, como intelectual revolucionario, su deber era ponerse al servicio de la causa de los obreros y campesinos en su lucha contra el injusto sistema imperante.
Vallejo siempre estuvo seguro de que la poesía debe despertar en los lectores un afán por conseguir los cambios sociales, vislumbrados ya en la lucha proletaria. Y estuvo convencido de que el momento en que se agudicen las contradicciones del sistema capitalista, el escritor auténtico debe ser revolucionario y su literatura “debe servir a los intereses de la clase proletaria y debe enmarcarse dentro de las directivas y consignas del Partido Comunista, que es la vanguardia política de la clase trabajadora”.
“La cólera que quiebra al hombre en niño
que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres”.