Francisco Escandón Guevara
Aunque tarde, la justicia llegó. Después de una década de autoritarismo, despilfarro económico y corrupción institucionalizada, la sentencia de los jueces de la Corte Nacional determinó la culpabilidad de Rafael Correa, Jorge Glas y otros dieciséis sujetos por su participación en el caso Arroz Verde.
La mayoría de los juzgados deberán cumplir ocho años de cárcel, ofrecer disculpas públicas al pueblo ecuatoriano, resarcir integralmente el perjuicio económico hecho al Estado, adicionalmente ellos perderán los derechos políticos por lo que no podrán participar como candidatos en los próximos veinticinco años, etc.
A pesar de los malabares jurídicos, los intentos de fuga de los procesados, la destrucción de grilletes electrónicos, la imputación de jueces y fiscales; el correísmo no logró eludir sus responsabilidades con los sobornos solicitados a empresas para financiar las distintas campañas electorales.
Por delante el correísmo podrá interponer varios recursos jurídicos en el país y hasta amenazan con llevar el caso al sistema judicial internacional para evitar cumplir la sentencia, más sus argumentos son débiles.
Es ridículo imputar la traición de Moreno cuando ellos mismos lo entronizaron en Carondelet, suena desesperado que cuestionen la justicia a la que Correa metió las manos, es increíble que impugnen la imparcialidad de los testimonios de quien antes fue considerada la hermana menor de Rafael. Ese papel de víctimas al que apelan los corruptos es un recurso cada vez más desgastado y solo tiene receptividad en sus aduladores.
Mejor deberían poner sus barbas en remojo, pues ese no será el único dictamen que Correa reciba por sus acciones y omisiones, hay varios casos que esperan ser investigados y juzgados por los que acumulará más años de prisión.
Este es un triunfo del pueblo que sigue en su lucha para derrotar a la impunidad y no debe ser usado como distractivo para que el gobierno eluda su ineptitud ante la emergencia sanitaria.
La sentencia también invita al régimen de Moreno para que se mire en el espejo del correísmo. Ningún caso de corrupción se puede tapar con un dedo, los recursos públicos durante una emergencia no deben ser el negociado de ciertas autoridades, la prepotencia no puede imponerse para acallar a quienes reclaman. Más temprano que tarde las élites pagarán sus culpas.